Hoy, capacidad significa prepararse para la transformación digital, fomentar la cultura de innovación y propiciar la toma de riesgo y el aprendizaje frente al fracaso. Vivimos en un mundo atravesado por grandes desafíos globales.
En primer lugar, persisten retos geopolíticos, que incluyen la guerra Rusia–Ucrania, las interrupciones en las cadenas de suministro, la inseguridad alimentaria y energética y el debate acerca de una posible desglobalización en la búsqueda de un abastecimiento confiable por parte de países cercanos (nearshoring) o políticamente afines (friendshoring). Un segundo conjunto de inquietudes mundiales es de origen económico y financiero: la inflación, la fuerte desaceleración del crecimiento y la inestabilidad del sistema financiero en países desarrollados. Todo esto sucede en un contexto de constantes avances tecnológicos, como la irrupción masiva de la inteligencia artificial generativa, que conlleva derivadas aún difíciles de predecir. En este marco, se inscribe la creciente búsqueda por parte de las empresas –a escala global y local– de personas con la formación adecuada y su dificultad para encontrar y conservar a estos perfiles.
Además, América Latina suma desafíos propios, como la inestabilidad política; la pobreza y la desigualdad en la distribución de ingresos, en el acceso a la educación y la salud; la falta de acceso al crédito y las falencias en materia de infraestructura. Este contexto regional y, en particular, el de Argentina agudizan la falta de talento. Los profesionales altamente formados se ven tentados a aceptar propuestas de trabajo para empresas localizadas fuera del país o directamente, a emigrar.
Simultáneamente, ante los desafíos globales, las empresas tienen que buscar nuevas formas de gestionar sus negocios. A comienzos de siglo, para la estrategia empresarial, se hablaba de la volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad de las condiciones y situaciones (VUCA, por su sigla en inglés).
Actualmente, el marco conceptual preponderante enfatiza la fragilidad, la ansiedad, la no linealidad y la incomprensibilidad (BANI, por su acrónimo en inglés). La idea de frágil remite a que las organizaciones pueden experimentar un shock en cualquier momento.
La ansiedad se traduce en una sensación de urgencia que atraviesa la toma de decisiones.
En tanto, la no linealidad refiere a un mundo que no sigue un patrón predefinido. Por lo tanto, es posible que ya no tenga sentido una planificación detallada a largo plazo. Finalmente, lo incomprensible alude a la falta de un control absoluto de todas las variables.
En un contexto BANI, las habilidades críticas son la resiliencia, la consciencia, la empatía, la búsqueda, la adaptación, la intuición y la capacidad de incorporar nuevas tecnologías.
Las empresas siguen necesitando contar con personas capaces de liderar. Pero ahora esta capacidad significa prepararse para la transformación digital que se potencia con la inteligencia artificial, fomentar la cultura de innovación y propiciar la toma de riesgo y el aprendizaje frente al fracaso. También exige de un líder que sepa cuidar a sus equipos y, que también sepa cuidarse a sí mismo.
Este tema no es trivial, dado el nivel de estrés que genera este contexto. Adicionalmente, el liderazgo de hoy debe apalancarse y potenciarse a través de la formación de equipos diversos e inclusivos. Demanda además que quienes ocupen posiciones de liderazgo creen un espíritu de colaboración y pertenencia que fomente la creatividad y el diálogo, una cultura de adaptación y aprendizaje continuo y una forma ágil de operar.
Como escuela de negocios, el IAE sigue buscando fortalecer las habilidades de liderazgo, pero con marcos conceptuales de liderazgo adaptados al BANI. Es un referente en liderazgo adaptativo, que propone anticipar las necesidades futuras y articularlas para generar la comprensión y el apoyo por parte de los diferentes actores involucrados. Además, implica adaptar las respuestas a partir del aprendizaje continuo y rendir cuentas a través de un proceso transparente de toma de decisiones. Si bien el cambio puede ser de origen tecnológico, los principales desafíos de las organizaciones actualmente son adaptativos –es decir, no pueden ser resueltos mediante únicamente el conocimiento experto y las técnicas de gestión tradicionales– y se deben abordar a través de la experimentación, la revisión de actitudes arraigadas y el aprendizaje. La formación es clave para que los líderes puedan llevar adelante un proceso iterativo que incluya observar, interpretar y diseñar una intervención.
(*) Decana de IAE Business School