El CECAM (Centro de Educación y Capacitación de la Mujer) es una organización sin fines de lucro que funciona en Derqui, a pocas cuadras del IAE, donde algunos Alumni se comprometieron a ayudar
Justo donde empieza la calle de tierra y las distancias parecen agrandarse, a solo nueve cuadras del IAE y el Parque Austral, se encuentra el CECAM (Centro de Educación y Capacitación de la Mujer), una organización que se dedica a formar mujeres a través de cursos de oficios y talleres de formación humana. Desde su lugar y sus posibilidades, algunos Alumni se comprometieron a ayudar en el centro.
“Es ponerse al servicio de las personas que estando tan cerca, están demasiado lejos”, reflexiona Antonio Casucci, ingeniero industrial, quien hace unos años hizo el PAD en el IAE y hoy tiene sus oficinas en el Parque Austral. El Alumni conoció el CECAM por una invitación de José Luis Gómez López Egea, fundador del IAE y fiel acompañante de la organización. Con una inquietud por la educación y lo solidario, Casucci, que ya había dado clases en el colegio Mano Amiga de Fátima, empezó a colaborar en la parte del fundraising y terminó como profesor de Química en las clases de secundario.
Además de los cursos de oficios, las alumnas del CECAM tienen la posibilidad de terminar la escuela secundaria. “Me encontré con gente con muchísimas necesidades no cubiertas, pero que tenía mucha ilusión de que a través de ese esfuerzo de educarse podrían salir adelante”, cuenta Antonio Casucci, quien, además de tener momentos de encuentro muy cercanos con las alumnas, compartiendo mates en las clases o incluso rezando juntos, pudo compartir la experiencia con sus hijas. Mientras él daba clases sus hijas jugaban u organizaban actividades con los más chicos.
“Creo que ha sido mucho más que estudiar Química, la experiencia fue de regalar mi tiempo y algo de mi conocimiento”, comparte el Alumni. Y así cómo Casucci, varios Alumni aportaron con su ayuda: Carlos Vidal, María Elina Daneri de Segret, José Luis López Gómez Egea, Fernando Draier y Rodolfo Rivarola. Cada uno de ellos acompañó y sigue acompañando la labor del CECAM.
Cómo un círculo vicioso se volvió virtuoso
Silvana Flores tiene 36 años y es la primera alumna que se recibió de la escuela secundaria en el CECAM. Hace un poco más de 10 años vino de la provincia de Corrientes a Buenos Aires con su marido, porque querían darle un futuro mejor a su hija. Después de algunas mudanzas, se instalaron en Derqui, donde se compraron un terreno y luego de vivir en una casilla de madera por mucho tiempo, pudieron construirse una casa.
Silvana llegó al CECAM en 2013, cuando recién abría sus puertas. Ese año se recibieron de los cursos 6 alumnas. Hoy, a cinco años de haber empezado, se están por recibir alrededor de 100 mujeres. En estos años, Silvana pasó por los cursos de cocina, limpieza Institucional y está haciendo el curso de maquillaje profesional. “Antes yo tenía la autoestima muy baja, no podía ni trabajar. Desde que vine al CECAM me cambió la vida un montón. Las profesoras transmiten las ganas de hacer cosas”, cuenta con una sonrisa en la cara.
En mayo de este año terminó la escuela y en marzo de 2019 va a empezar la carrera de Asistente Social en la Universidad de José C. Paz. Su profesora de Psicología en el CECAM la impulsó a estudiar algo más y así fue como finalmente, eligió hacer esta carrera. Silvana va a estudiar Asistente Social porque está segura de que es la manera en la que puede ayudar a otras personas y de devolver toda la ayuda que ella recibió.
El objetivo del CECAM es dar una capacitación integral a las mujeres, que les permita crecer tanto en el campo laboral como en su desarrollo personal en los diferentes ámbitos de sus vidas. Silvana Flores alcanzó la meta, es un ejemplo de esfuerzo y de cómo un cambio personal puede influir en todo lo que rodea a una persona. “Mi hija cambió un montón a medida de que yo fui cambiando. Ella era cerrada porque yo era cerrada. Tanto cambió nuestra vida que hasta ella, que le iba mal en la escuela, el año pasado fue abanderada”, comenta orgullosa Silvana.
El principal desafío que se le presenta a quienes trabajan en “la casita”, como le dicen las mujeres, es lograr la promoción social de sus alumnas y de su entorno. Con su labor esperan que, a través de la capacitación y formación integral de las mujeres, estas alcancen una mejor calidad de vida, más allá de lo económico. “Queremos que se entiendan más, que crezcan en habilidades sociales, además de formar un oficio y tener una salida laboral”, afirma Ana Aguirre Estrada, directora del centro.