Innovación + Inspiración fue el eje que atravesó el cuarto y último panel del Summit. Gastón Gabín, director de Innovación y Gestión del Cambio del Hospital Austral, fue el primero en tomar el micrófono porque, tal como expuso, “para subirnos a los autos automáticos y usar las nuevas tecnologías vamos a necesitar salud”.
El médico nos recordó que vivimos en un mundo viejo, de 4.5 miles de millones de años. Como raza, representamos menos de una diezmilésima parte de ese período: apenas 315 mil años. Sin embargo, nos adueñamos del mundo. “¿Qué nos hizo como especie dominar y cambiar el planeta? No fue la inteligencia, ni la fuerza, ni la creatividad. Fue nuestra capacidad de colaboración, aun sin tener lazos de sangre o afectivos. Tenemos más fuerza colectiva que cualquier otra especie que habita la Tierra”, destacó Gabín.
Remarcó que es imperioso recuperar esa cualidad colaborativa para combatir las grandes deudas de salud que arrastramos: la inequidad y el acceso desigual a los recursos y nuevas tecnologías.
“Claramente, el invierno llega. Somos más y estamos cada vez más viejos y enfermos. Todas las enfermedades crónicas que nos afectan están aumentando. Otro problema es la falta de trabajadores de la salud”, enumeró Gabín. Destacó: “La tecnología evita que nos hundamos como el Titanic: facilita datos, conectividad, procesamiento, disponibilidad de información y más personalización. Tenemos la capacidad de pasar de un modelo reactivo a un modelo predictivo de salud, en el cual dejemos de curar enfermos y empecemos a mantener sanos”.
Para esto, la clave es volver a las bases: “Colaborar nuevamente unos con otros. Juntar a todos los actores para una agenda común. Generar proyectos con resultados que agreguen valor al paciente, que sean costos eficientes y que todos ganen plata”, concluyó.
“Tengo el ranking de excusas para no innovar”
La charla de Gerry Garbulsky tuvo todos los ingredientes de una charla TED. No en vano es organizador de TEDxRíodelaPlata, director de TED en español y autor del podcast “Aprender de Grandes”.
“¿Cómo nos paramos ante el cambio?”, preguntó. “Tengo el ranking de excusas para no innovar y pienso transformarlas en ventajas”. Así, el speaker enumeró los cuatro pretextos más famosos a los que recurrimos para no ser creativos.
Primera excusa: “No se me ocurren ideas”. Gerry sugirió que la innovación no suele ser inventar la rueda, sino agregarle ruedas a una valija. “La rueda se inventó hace unos 5000 a 10 000 años y las valijas, en el año 600. Sin embargo, la primera valija con rueditas se patentó en 1970. Eso significa que la Humanidad estuvo cargando valijas por 1400 años. ¿Por qué tardamos 14 siglos en inventar algo tan obvio?”.
Por eso, el juego de la innovación consiste en ver qué hay y cómo podemos combinarlo para mejorarle la vida a alguien. “No hay que ser tan genio como para inventar la rueda, sino ser lo suficientemente inteligente como para animarse a jugar”, señaló Gerry.
Segunda excusa: “Hay muchas restricciones”. Echar la culpa afuera suele ser otro recurso común. Esta vez, Gerry contó el caso de Phil Hansen: un reconocido pintor puntillista que, de un día para el otro, desarrolló un temblor rebelde en la mano. Ya no podía hacer puntos perfectos para crear y se deprimió. Un médico le sugirió “abrazar esta limitación”; entonces, Phil creó una técnica nueva de pinceladas más parecidas a garabatos que a puntos.
Allí no termina el cuento. Phil comenzó sistemáticamente a inventarse restricciones para explorar nuevos caminos creativos. Por ejemplo, se autoasignaba un presupuesto de $1 dólar en insumos para crear una obra y los resultados eran increíbles. “Pelearnos contra las restricciones no está bien. Decimos que hay que pensar fuera de la caja, pero deberíamos tomar las paredes de la caja como las limitaciones y usarlas a nuestro favor”, resumió Gerry. “Dicen que los argentinos somos los más creativos. Yo creo que tenemos más restricciones”, agregó.
Tercera excusa: “No puedo tomar riesgos”. Los seres humanos tenemos aversión al riesgo, pero olvidamos que una dosis de “incendios” puede ser justo lo que necesitamos para crecer.
Gerry ejemplificó con una visita que realizó al Parque Nacional de las Secuoyas, árboles gigantes y milenarios, en California: “Nos dijeron que en el año 1900 empezaron a montar grupos de bomberos voluntarios para neutralizar incendios devastadores. Durante todo el siglo XX no hubo ni un incendio importante en este lugar. Hasta que, en el año 2000, alguien hizo otra observación: en los últimos 100 años no había nacido ninguna secuoya nueva. Descubrieron que la razón era que habían apagado los incendios”.
Las semillas de las secuoyas eran tan pequeñas que quedaban atrapadas en la hojarasca del suelo y no tocaban la tierra. Históricamente, los incendios quemaban la hojarasca y la semilla podía enterrarse con más facilidad. Aparte, la madera de las secuoyas había evolucionado para ser resistente al fuego. En el parque, comenzaron entonces a hacer incendios programados con lanzallamas.
La pregunta que subyace es: ¿qué incendios deberíamos dejar fluir? Gerry también señaló que, tarde o temprano, quien no innova, fracasa. “Lo más riesgoso es no tomar riesgos”, sintetizó.
Cuarta excusa: “Para qué innovar, si el futuro ya llegó”. En este punto, el conferencista dio un ejemplo de los increíbles avances de las neurociencias, que muy pronto nos permitirán “leer” los cerebros y saber qué está pensando, soñando o sintiendo una persona, sin que lo diga. “El futuro no está escrito”, terminó.
Innovar: un dilema en el sube y baja
Martín Schleicher, profesor del IAE, cerró el panel con otra poderosa charla sobre por qué nos cuesta tanto innovar. “El problema en la empresa está en el sube y baja entre la explotación, entendida como la eficiencia y el control, y la exploración de lo desconocido”, indicó. Ambas son necesarias, pero es muy difícil manejar su equilibrio. “Empresas que se la pasan explorando también terminan muertas”, ilustró Martín.
Transitar lo desconocido da pánico, pero la gallina de los huevos de oro en algún momento va a dejar de ponerlos: “Los cambios y la tecnología nos van a obligar pronto a explorar y a ponernos incómodos”, explicó.
¿Cómo hacemos para entrar en ese mundo de la exploración? Martín enumeró algunos factores claves: un ecosistema favorable, interconectado, donde nadie innove solo. “La diversidad puede venir de adentro de la compañía: armar grupos de colaboradores con distintas miradas y un objetivo común”, sugirió.
Además, los incentivos deben alinear la compensación con el resultado deseado. En cuanto a la estructura de las organizaciones, debe “achatarse” para que la toma de decisiones sea ágil y la comunicación, rápida.
“Innovar no es natural al ser humano, requiere práctica y ejercicio. Y debe resolver un problema real al consumidor o no servirá para nada. Necesitamos buenas preguntas, no buenas ideas”, continuó.
El IAE Summit terminó con una consigna de transformación: si los oradores fueron exitosos, el lunes después del evento será distinto, veremos el mundo desde otro lugar. Habremos cambiado la mirada.