Cuando Agustín Linenberg iba al colegio se llevaba todas las materias menos gimnasia. “Era un desastre”, resume. Hoy, con 31 años, es el CEO de Aerolab, una agencia de productos digitales donde brindan asesoramiento. “Terminé siendo el CEO por decantación, pero la realidad es que hoy toda muta tanto que estamos viendo todo el tiempo qué norte seguir”, dice. Sus padres, médicos, quedaron sorprendidos cuando vieron la gran inclinación de su hijo por la computación.
Es de Capital, estudió tres años una tecnicatura en Diseño Gráfico en ORT y luego hizo dos años más para obtener la licenciatura en Diseño en Comunicación Visual de la Universidad Nacional de Rosario, con sede en Buenos Aires.
“Nunca entendí demasiado lo que estaba haciendo, nunca me propuse armar una empresa, mi objetivo siempre fue juntarme con gente que me parecía interesante, trabajar con esas personas, hoy ya somos cuatro socios”, explica.
Linenberg cuenta que comenzó a emprender sin tener una base formal en manejo empresarial, y que por eso llegó al IAE años después de su primer proyecto, que creó a los 17 años. “Siempre era darse la cabeza contra la pared y volver a probar una y otra vez”, dice.
Cuando conoció al CEO de Taringa para Latinoamérica, Matias Botbol, que estudió Diseño Gráfico al igual que Agustín, supo que Botbol había hecho un DPME en el IAE. Eso le dio la idea para seguir sus pasos. Finalmente lo hizo el año pasado. “Me sirvió muchísimo, me dio herramientas técnicas sobre todo”.
Emprendedor
Antes de Aerolab creó “sin querer” un emprendimiento similar al que maneja ahora “pero sin tanto foco”. “Era más remoto, más virtual, era similar pero no tenía tanto foco, yo tenía 17 años cuando arranqué con eso y seguí hasta los 24”, comenta. En ese momento, Linenberg contaba con cuatro clientes. El primero fue el amigo de un amigo. “Para cuando cumplí mis 24 años, era una linda máquina que funcionaba a nivel facturación pero que no tenía otras patas, no tenía corazón, yo no disfrutaba de lo que hacía en el día a día, y con quien era mi socio, que lo sigue siendo, frenamos y buscamos la manera de traccionar esos clientes para que queden con otras empresas, otros proveedores. Fue difícil frenar la máquina de un día para el otro”. En total tenían unos 14 clientes. Quisieron brindarle un plan estratégico a cada uno, lo que les llevó un par de meses, y así pudieron “parar”. Cuando lo hicieron, estuvieron unos tres meses buscandole la vuelta a un nuevo proyecto. Encontrandole el foco. Ahí nació Aerolab. “Estuvimos trabajando el primer año con emprendedores locales, con startups de tecnología locales. Después de ese año, empezamos a tener argentinos expatriados en Estados Unidos que nos empezaron a dar un contraproyecto”, cuenta.
Linenberg explica que quien los ayudó mucho en el proceso fue un cliente con el que trabajan: Wenceslao Casares, el creador de Xapo. “En la burbuja del 2001 él vendió Patagon a Santander por 700 millones de dólares y quedó como el argentino que hace magia con todo lo que toca. Él tenía parte de su empresa acá y parte en Sillicon Valley y empezamos a trabajar mucho con él y desde que empezamos a trabajar juntos vendió su compañía a los seis meses. Desde que eso pasó nos sacó mucho la fricción a la hora de negociar un nuevo proveedor. Con cualquier prospect que venía a buscarnos ya era mejor la negociación porque ya teníamos un buen checked en nuestro legajo”.
Después de ese logro comenzaron a trabajar mucho más para Estados Unidos. “Casi un 90% del revenue de la empresa provenía de ahí”, dice. “Todavía enfocado mucho en empresas de tecnología, en startups, pero con otros márgenes, lo que es una ronda semilla acá no es lo mismo que una ronda semilla en EE.UU.”. La estructura de Aerolab comenzó a crecer y las empresas de acá comenzaron a contratarlos porque “ya teníamos ciertas credenciales” que avalan su trabajo. Hoy tienen 14 clientes de todas partes del mundo. Trabajan en Aerolab más de 60 personas y son cuatro socios.
“Desde que hice lo del IAE me picó como el bichito de volver a emprender, fui cinco años docente en FADU y dos en universidades privadas, eso me gustó mucho y de hecho el año pasado me sumé como mentor en Google para lo que es diseño y a partir del IAE me volvió eso de querer estudiar, hacer un par de cursos”, concluye. Este año realizó un curso de finanzas en Londres y ahora empezará otro para emprendedores en el MIT (Massachusetts Institute of Technology).