El Alumni Vítor Gregório, presidente y CEO de Bosch Thermotechnology en Estados Unidos, contó cómo hizo para crecer profesionalmente dentro de la empresa alemana y destacó la importancia de mantenerse siempre activo.
“Para mí, el mejor consejo para crecer profesionalmente es nunca dejar de aprender”, dice Vítor Gregório, presidente y CEO de Bosch Thermotechnology, en Estados Unidos. El Alumni (EMBA 2009) de origen portugués es un fiel ejemplo de esa máxima. Acaba de terminar un curso de alta dirección en Harvard, vivió en seis países y en sus más de 20 años de carrera en Bosch, se animó a probar distintas posiciones dentro de la compañía.
“Nunca estuve cerrado a ninguna función. Aunque lo mío es la administración y siempre quise dedicarme a eso, en mi carrera tuve puestos que eran más de ventas, más analíticos o de desarrollo de productos. Siempre me sirvió ir acumulando experiencias de esas oportunidades”, sostiene.
El último desafío del Alumni de 46 años fue asumir hace siete años como CEO de Bosch Thermotechnology en Boston. Para eso tuvo que mudarse de Brasil, donde vivía con su mujer y sus dos hijas pequeñas, y asumir una empresa que estaba en una posición muy complicada. Luego de un arduo trabajo, la compañía comenzó a crecer y logró tener un portafolio de aire acondicionado y calefacción muy interesante para Estados Unidos.
Con la satisfacción de haber cumplido su misión, el ejecutivo aceptó ahora un nuevo rol en Bosch, que abarca el Sur de Europa, África y Latinoamérica. Para asumir el desafío, se mudará a Portugal, su país natal, en el que no vive hace más de 20 años. “No quería volver a Portugal como jubilado, quiero aportar a la economía. Espero, además, hacer otras cosas, dar clases, hacer consultoría, mentoring, expandir mis horizontes porque quiero ayudar a un montón de gente que por ahí piensa que no tiene esas oportunidades”, dice.
Una experiencia transformadora
Vítor nació en Covilha, una pequeña cuidad de Portugal que limita con España, en un hogar de clase media, con padres que no pudieron ir a la universidad y siempre se esforzaron para que él y su hermana tuvieran otras oportunidades. El Alumni estudió Administración de Empresas, luego vivió en Barcelona, durante un intercambio estudiantil, y gracias un programa de experiencias internacionales, se fue a vivir a Chile para realizar una pasantía en Bosch.
Después de un año y medio en Portugal, volvió a Latinoamérica, pero esta vez para trabajar desde la Argentina, en donde vivió de 2001 a 2003 y tuvo que lidiar con uno de los periodos mas difíciles del país. Estuvo luego dos años en Brasil y volvió al país en 2006, cuando conoció a su mujer y asumió la división automotriz, la división más grande para el grupo Bosch en el país.
En 2009, realizó el EMBA en el IAE, al que calificó como una experiencia transformadora y destacó sobre todo el grupo humano. “Pertenezco a la que llamamos la mejor camada del mundo, un grupo muy unido. Yo no vivo en Buenos Aires casi desde que terminé el master, pero cuando los veo parece que nunca me hubiera ido. Además sigo en contacto con los profesores del IAE porque me aportó mucho la institución”, cuenta.
Para el Alumni, la educación abre puertas “porque es la base para cualquier desarrollo profesional”. Acaba de terminar el Advanced Management Program en Harvard, un programa muy exigente que dura seis meses. “Mi hija de ocho años me preguntaba por qué estudiaba si ya tenía un trabajo y le expliqué que nunca hay que dejar de aprender y que no hay edad para aprender”, dice.
“A mí me gusta saber a dónde voy, no me deslumbró con el título de presidente de una multinacional. Sigo aprendiendo y me interesa seguir progresando”, agrega.
La experiencia en Bosch
Con respecto a su experiencia Bosch – uno de los mayores conglomerados del mundo de origen alemán que no cotiza en bolsa– el ejecutivo la define como “una muy buena escuela”.
“Hay un denominador común: la gente que trabaja en Bosch generalmente está orgullosa de hacerlo y a mí me pasa lo mismo. La compañía me permitió recorrer el mundo, estudiar y trabajar en diferentes partes del mundo, conocer gente de varios países y liderar gente de todas las culturas posibles”, sostiene.
“Estamos en un mundo que cambió rotundamente después del Covid, donde la gente elige donde trabajar. Creo que eso va a ayudar mucho a que la empresa sea más abierta y yo quiero contribuir también para que el futuro de esta empresa sea más global, más flexible y más integrador”, subraya.
El camino del liderazgo
Vítor sostiene que aunque hay muchas corrientes que dicen que ser líder es algo innato, para él es una construcción. Opina que para ser líder hay que trabajar, aprender y pulirte como persona.
Para él, liderar es un privilegio. “Cada vez que vengo a trabajar siento que tengo la responsabilidad de liderar con el ejemplo. Ser líder es una responsabilidad. Trato de generar valor y de ser visto como alguien que ayuda y soluciona los problemas a la gente”, explica.
Para poder ser un líder hay que tener mucha energía -opina el ejecutivo-. “Tenés que tener una batería siempre cargada y tenés que encontrar formas de cargar esa batería porque la gente te demanda mucho y uno no puede decir ‘hoy no me siento bien, necesito irme a casa y pensar y mañana quizás te pueda dar una respuesta’.”
“Creo que uno tiene que estar preparado para lo que sea, casi como un médico de urgencias, al que le llega un paciente y no le puede decir ‘pará que termino una llamada y te atiendo’. El paciente tiene la prioridad. Yo trato de liderar con sentido de urgencia y de responsabilidad”, concluye.