Con el oxígeno de la ley Bases y a la espera de la votación en Diputados comienza un segundo semestre relevante para el gobierno. Pensar que por el ajuste fiscal y la reducción de la inflación se recuperará la economía es demasiado lineal. Macri ajustó mucho en lo fiscal en 2018, dejó de emitir y perdió la reelección. Parecería que la reactivación vendrá después de 2024 y esto va a afectar a la opinión pública con salarios muy retraídos. Sigue habiendo un núcleo que apoya la gestión, pero los índices de apoyo están cayendo y lo que domina es la incertidumbre frente al optimismo inicial. Esta situación, de fuerte caída en la actividad y suba del desempleo en el Gran Bs As a casi dos dígitos, puede influir en la elección de medio término que es crucial para consolidar el programa liberal. La inversión no va a llegar si no comienza a subir el PIB, al menos a rebotar frente a una caída proyectada de 3,5% para este año, después del descenso de 1,6% del año pasado.
El contexto externo es favorable. Los conflictos bélicos actuales no influyen en la economía mundial. Estados Unidos crece y ha bajado la inflación. La tasa alta de la FED por ahora no nos afecta porque estamos fuera del mercado de crédito internacional. Europa, fría salvo algunos países del Mediterráneo más vigorosos. China crece menos, al 5%. La región con contrastes y esperando un nuevo ciclo electoral en varios países. Brasil, clave para empujar nuestra actividad, crece poco y Lula se queja de la tasa de interés que impone el Banco Central. Las materias primas con precios razonables para nuestra cosecha, la cual no se espera en niveles extraordinarios. Hay nubarrones en la geopolítica, dada la actitud expansionista de Rusia y de China, propia de autocracias con vocación hegemónica e imperial. Es un mundo que suma para Argentina, con países emergentes que van a buen ritmo. En el muy largo plazo, se vislumbran malas noticias, es probable que no le ganemos la batalla al calentamiento global. A este ritmo no llegamos a bajar los dos grados de aumento de la temperatura en 2050. La transición energética va lenta y los hidrocarburos no ceden en su participación en la matriz de energía primaria. El escenario más probable es distópico y más aún con dirigentes como Trump, probable ganador en las próximas elecciones de Estados Unidos.
Volviendo a Argentina, la inflación está parcialmente reprimida por la falta de ajuste en tarifas, el retraso cambiario, la postergación de gastos, la recesión, entre otros factores. Se asume 140% para el año, que es un logro. Podría ser de 50% el año que viene si sigue este camino doloroso de licuar gastos principalmente de los jubilados. A precios de hoy los jubilados en promedio están recibiendo $100.000 menos que en 2017. Es un monto significativo que se compensa marginalmente con la recomposición que votó Diputados y significa aumentar el gasto en 0,4 puntos del PIB.
Para recuperar la actividad, es clave que suba el salario real y que se estabilice el desempleo. La inversión, que ha caído fuertemente, ya que dos tercios es construcción que se ha desplomado por la suspensión de obras públicas, espera un shock de confianza que se ve aún lejano como ocurrió con Macri. Se apuesta al RIGI como catalizador de inversiones en los sectores que aprobó el Congreso. Básicamente, hidrocarburos y minería podrían encarar proyectos de difícil concreción si no se da el paraguas de protección mediante la baja del costo argentino, impuestos y otras reglamentaciones. Con el RIGI se puede encarar la que quizás es la obra más grande del país en esta década: la planta de licuefacción de gas para exportarlo al mundo con bajos costos del millón de BTU. El presidente de YPF es claro al respecto: sin RIGI no hay licuefacción. La misma nos puede dar U$S 30.000 millones de exportación, una segunda soja pampeana. Son proyectos de mediano pazo que no van a alterar las exportaciones. Para sumar exportación, es clave avanzar con obras de infraestructura relegadas en los ductos que pueden, entre otras cuestiones, hacer llegar gas a Brasil, dada la exclusión de Bolivia como proveedor.
La inflación y la recesión afectan la pobreza. De 43% hemos pasado a 51% de pobreza en el número más creíble que da UTDT. La UCA dice más 55%. Es una cifra que alimenta los deseos de revancha del populismo, por ahora, desarticulado como oposición política. Lo que puede hacer el Ministerio de Capital Humano es secundario para contener la marginalidad; son medidas de soporte como la AUH, pero no mueven la aguja. Es un superministerio clave para evitar mayores penurias sociales en el país, citando lo que dice el Fondo Monetario.
La realidad pide gestión no solo en Capital Humano. Es central el diálogo con todos los sectores para salir de la recesión. Recordemos que Menem y Cavallo pudieron hacerlo en 1991 y Néstor Kirchner en 2003. No es imposible, pero está difícil, debido a que no se percibe que este año salgamos del cepo. El cepo traba el sistema productivo y desalienta inversiones. El FMI sostiene que antes se debería hacer una devaluación del tipo de cambio comercial a $1.300. El gobierno esquiva la devaluación porque lo complica en la madre de las batallas, la desinflación. Si no se cumple el programa del Fondo, que seguramente pretende tasas de interés reales positivas y claridad en el orden cambiario-monetario, no vendrán los U$S 15.000 millones para poder concretar la dolarización o la salida del cepo. Milei insiste en la dolarización endógena, que es darle más curso legal a la moneda estadounidense. Sin embargo, no hay consenso para esta medida; la dolarización, cada vez más lejana.
El sector financiero entusiasmado y con confianza, han subido bonos y acciones. La nula suba de reservas de junio no fue buena señal. Se estima que los agroexportadores retienen U$S 14.000 millones porque esperan mayor rentabilidad. El Riesgo País es altísimo y no va a bajar con un tipo de cambio retrasado y con cepo.
La orientación general del gobierno es buena. Para concretarlo hace falta construir un Estado eficiente que agregue valor, como hizo la generación liberal de 1880, presentar un programa macro más consistente, luego de esta iniciativa de emergencia exitosa, cuidar a la población lo más que se pueda, quizás resignando ajuste fiscal y siendo más duros en el frente monetario.
A su vez, hay que evitar las tentaciones de corrupción, como las de la medida reciente del Poder Judicial que apoya a empresarios vinculados a la causa de cuadernos. La presión de las elecciones puede meter realismo, diálogo social y desafío a una administración que nació en las urnas con el sello de la baja gobernabilidad.
La moneda está en el aire. La población, esperanzada en parte para pasar la página del kirchnerismo y el mundo, con expectativas favorables por el renacer de Argentina. Hace falta calidad de gobierno que son dos cosas: gestión y comunicación.
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