Aunque se estima que en el segundo semestre de 2019 habrá cierta recuperación, la economía argentina caerá un 2% en promedio en este año respecto al mismo período de 2018
Por Eduardo Fracchia
Luego de un año de cierta recuperación económica como fue 2017, en el segundo trimestre de 2018 los mercados parecieron cerrarse al advertir que Argentina no realizaba los ajustes macroeconómicos necesarios. La macro doméstica se orientó abruptamente hacia el camino contractivo de la mano de la corrida cambiaria. El sendero de recesión que atraviesa el Producto Interno Bruto evidencia multiplicidad de causas y efectos con distinta intensidad.
Uno de esos efectos será el arrastre de la recesión hacia el primer semestre del año en curso. La proporción del arrastre estimada en el PIB del 2018 al 2019 es de 3 puntos porcentuales negativos, es decir, influirá en la caída del PIB a valores equivalentes al 2018. Si bien se estima que en el segundo semestre de 2019 habrá cierta recuperación, la economía argentina caerá un 2% en promedio en este año respecto al mismo período de 2018. La recuperación será menos en forma de V que en U. Entre puntas el 2019 se presenta mejor por este rebote moderado.
Respecto a la inflación de 2018 los pronósticos no fueron correctos. Se esperaba oficialmente el 27 de diciembre 2017 una inflación del 10% y la realidad fue 49%. En este sentido, es necesario reflexionar para el próximo gobierno en un plan integral de estabilización que la lleve de 30% anual a 5% anual en un período de 6 años.
Se suman ciertos aspectos coyunturales adicionales en la evolución de la economía argentina que queremos señalar:
- Crece en Argentina, como lo estudia el BID y como ocurre en toda la región, el gasto público corriente más que el gasto de capital.
- La tasa de ahorro es escasa como acontece en general en la región. Esto influye en bajos niveles de inversión.
- Se redujo el ingreso de capitales de la balanza de pagos y esto influyó en el salto devaluatorio. La cuenta corriente deficitaria en 30.000 millones de dólares en 2017 puede pasar a un valor negativo de 10.000 millones en 2019 lo que supone cierta corrección fruto de la misma recesión y del nuevo tipo de cambio.
- El ajuste fiscal comprometido con el Fondo se hace en parte con retenciones a las exportaciones que son difíciles de mantener en el tiempo, reducción de la obra pública y contracción del gasto de las provincias.
El FMI brinda apoyo al gobierno ya que está facilitando el cumplimiento de los pagos comprometidos de la deuda. El nuevo gobierno arrancará en desventaja por tener menor financiamiento. Este punto supone fragilidad para la próxima gestión. El Fondo no ha reclamado reformas estructurales. En ese sentido, es evidente cierta inacción respecto a la reforma tributaria, previsional y laboral, lo que es comprensible por el gradualismo adoptado. Si se recaudara, por ejemplo, el IVA con la eficiencia tributaria chilena, tendríamos superávit primario fiscal. Esta ineficiencia en la recaudación de IVA es equivalente al ajuste de 3% que busca Dujovne para el 2019.
A esos aspectos que contribuyen a la generación de fragilidad económica, se agregan otros. Sin dudas, el futuro del tipo de cambio real es uno de ellos. El posible efecto de una inflación relevante es dejar descender el tipo de cambio real. La inflación del año que viene puede retrasar el tipo de cambio real si es que llega a $50 el valor nominal del orden como está previsto a fin de 2019.
Con el nuevo esquema de bandas móviles del régimen cambiario, esa posible dinámica hacia la apreciación real debería estar más monitoreada. No es saludable que esta banda cambiara sea fija pero si es razonable que el sistema sea móvil como está pensado. A ese nuevo esquema lo complementa el objetivo del Banco Central de metas de agregados monetarios que puede mejorar el sistema de metas de inflación antes implementado. El virtual congelamiento de la base monetaria es una apuesta fuerte. Se va en contra con la decisión de los “dos ceros” (déficit primario y expansión de base monetaria a cero) del gradualismo. Por lo tanto, esta apuesta de contención a la base monetaria tiene riesgos. El esquema de tasa de interés alta debe ser un planteo de corto plazo porque daña la cadena de pagos, en especial de pymes.
La autoridad monetaria todavía tiene un desafío sustancial: desinflar sus pasivos o, al menos, tratar de moderarlos. Las Leliq son “primas” de las Lebacs y pueden ser también un dolor de cabeza como fueron estas últimas ya que el impacto monetario y cambiario de las Lebacs se subestimó. Nadie advirtió en su momento este tema con fuerza, hay que evitar también la “bola de Leliqs”. En ese esquema financiero poco frágil también es clave que se renueven las letras en dólares.
Un componente estructural de los desafíos de política monetaria y financiera es el sistema financiero en su conjunto. El histórico sesgo hacia la dolarización de las carteras por parte de los residentes se sigue sosteniendo, indudablemente, como uno de los principales efectos, a esta altura, estructurales. Una de las consecuencias es el bajo desarrollo financiero que hace que el endeudamiento en Argentina sea más problemático dado que el Tesoro no puede financiarse internamente como ocurre en otros países. Lejos de un default, está siempre en espera el plan B de reestructurar la deuda pública. El canje eventual debería ser voluntario a tasa de mercado.
El comercio exterior se ha vuelto esencial para impulsar al PIB. Se torna relativamente importante con sectores de mayor proyección como la minería, el agro, las economías regionales, el turismo, la energía y los servicios basados en el conocimiento. El Poder Ejecutivo no desconoce estas potenciales fuentes de divisas. Sin embargo, quizás sobreestime para 2019 el crecimiento de las exportaciones y el monto sea menor al esperado. Por lo tanto el ingreso fiscal por retenciones puede disminuir respecto al objetivo. Las exportaciones suponen, sin duda, un shock negativo a la economía desde 2013. Bienvenido el plan del ministro de Producción y Trabajo Dante Sica de triplicarlas hacia el 2030. El horizonte de mediano plazo se sitúa en una transición energética clave para el comercio exterior que traerá muchos dólares de exportación con un régimen con Vaca Muerta en plena producción, el cual es muy promisorio pero supone una inversión cuantiosa.
Dos temas finales en estas breves líneas. El aumento tarifario sigue siendo polémico. Política y socialmente quizás no era aconsejable seguir avanzando fuerte dado el estado de la opinión pública.
Como reflexión complementaria es clave seguir la evolución macro de la provincia de Buenos Aires debido a la cuestión social. Había recursos por 28% de la masa coparticipable en la provincia de Buenos Aires en 1988 y, en la actualidad, es mucho menor la proporción a pesar de lo que se recibe del nuevo Fondo del Conurbano. La Provincia de Buenos Aires está en orden, se colocó poca deuda y se está negociando la actualización del Fondo del Conurbano con cierto conflicto con el Poder Ejecutivo nacional. A su vez, la política fiscal bonaerense permanece restrictiva. La obra pública en descenso es un factor contractivo de toda la economía provincial. Parte del endeudamiento de la Provincia de Buenos Aires fue a obra pública pero, como es habitual, el endeudamiento tiene límites.
En suma, las causas coyunturales y estructurales acusan efectos poco alentadores para el resto del año y el primer semestre de 2019 será duro. La cosecha es relevante en el segundo trimestre. El espacio de gestión de las políticas monetaria y fiscal está afectado por el aumento de la inflación y la volatilidad latente del tipo de cambio. En la estrategia, los efectos del intento de estabilizar las variables nominales de la macro conducen a una fase de enfriamiento del crecimiento económico. El ajuste fiscal en un contexto recesivo es un gran punto de discusión que va en contra de lo que plantean los libros de texto convencionales. Queda poco margen en la visión del gobierno para la alternativa de expansión keynesiana. El susto de 2018 derivó en un ajuste antes demorado.