María Victoria Zingoni (EMBA 2003) Directora General de Negocios Comerciales y Química, Presidenta de Repsol Electricidad y Gas y miembro del Comité Ejecutivo de Repsol
-Repsol está iniciando la construcción de su primera planta fotovoltaica. ¿De qué se trata el proyecto y para cuántos usuarios generará energía eléctrica en promedio?
-Repsol está comenzando las obras de dos plantas fotovoltaicas en España, concretamente en la mitad sur del país, en las provincias de Badajoz y Ciudad Real. La primera, denominada Valdesolar, se sitúa a 3 km de la población de Valdecaballeros (provincia de Badajoz), y estará dividida en seis zonas que ocuparán una superficie total de 656 hectáreas. Esta planta tendrá una potencia instalada de 264 MW, suficiente para suministrar energía a unos 380.000 usuarios. Supondrá una inversión de más de 200 millones de euros. El CO2 evitado para esta planta es de 550.000 toneladas/año.
La otra planta fotovoltaica en marcha, denominada Kappa, estará situada en el término municipal de Manzanares (provincia de Ciudad Real).
Ocupará una superficie total de 102 hectáreas y constará de tres instalaciones separadas y de una potencia final de 126 MW, suficiente para suministrar energía a 186.000 usuarios. El coste de esta inversión es de 100 millones de euros. Evitará la emisión de 250.000 toneladas de CO2 al año.
También estamos construyendo nuestro primer parque eólico en Aragón. Todo esto dentro de la estrategia de llegar a tener 7,5 GW de generación de bajas emisiones para 2025.
-¿Cree que la situación actual de pandemia y caída de la demanda y del precio del petróleo acelerará el proceso de transformación a lo renovable?
-En Repsol estamos firmemente convencidos de que la transformación hacia un escenario neutro en carbono es algo que se va a producir; y de que el horizonte 2050 sigue estando a salvo en cuanto al impacto derivado de esta pandemia. Pero no podemos obviar el hecho de que las condiciones del entorno han cambiado, además de forma muy abrupta, en cuanto a demanda y precios de combustibles. Tanto la duración de esta situación como la huella derivada de la misma en los próximos meses determinarán la conveniencia o no de realizar ajustes, a nivel global, para no desviarnos de la senda previamente trazada y siempre con el objetivo 2050 en mente.
La energía es un pilar fundamental de la economía; hasta el punto de ser uno de los principales indicadores del grado de bienestar de las sociedades. Tiene impacto de forma transversal en el empleo, en el coste de bienes y servicios y en la competitividad de otros sectores, como la industria. Además, la energía actúa en un escenario de ámbito global, por lo que la situación y las fluctuaciones que se produzcan en unos mercados influirán en otros. Habrá economías donde el impacto del covid-19 requiera el uso urgente de energías asequibles y ya disponibles en el mercado mientras encaran la recuperación; y otras, más resilientes, donde el desvío con respecto a las previsiones de hace meses relativas a inversiones en renovables sea mucho menor. El precio del mercado eléctrico es determinante a día de hoy para los inversores en la toma de decisiones en cuanto a instalar renovables, al menos para las tecnologías eólica y fotovoltaica, ambas puntas de lanza en el despliegue masivo esperado en este sector en los próximos años.
En cualquier caso, en un escenario de precios a la baja y con incertidumbre sobre el ritmo de recuperación de la demanda como el que nos espera en el corto plazo, quizá sea el momento de plantearse si serán necesarios, y en caso positivo, qué mecanismos serían los ideales para que la transformación hacia una mayor presencia de tecnologías renovables no se detenga.
Dicho esto, en el caso de Repsol, tenemos claro que vamos a seguir adelante con nuestro compromiso de liderar la transición energética, incluso en el actual entorno mundial marcado por circunstancias excepcionales. El pasado 2 de diciembre anunciamos la orientación de nuestra estrategia para ser una compañía con cero emisiones netas en el año 2050, en concordancia con el Acuerdo de París, y para 2020 mantenemos los objetivos que ayudarán a lograr esta meta. La compañía reducirá durante este año su Índice de Intensidad de Carbono un 3%, respecto a la base de 2016, y disminuirá las emisiones de CO2 en todos los negocios.
-¿Cómo progresa la tecnología de las baterías que permitirán almacenar la energía renovable durante más tiempo, lo que hará que deje de ser una fuente intermitente?
-La investigación sobre sistemas de almacenamiento es en la actualidad uno de los mayores retos tecnológicos al que se enfrenta el sector energético. Para combatir el cambio climático, hay que apostar por las energías renovables. Pero, ¿cuál es el problema de las renovables? Que son intermitentes. El papel de los sistemas de almacenamiento se considera esencial para que las energías renovables puedan aumentar su integración en los sistemas eléctricos reemplazando a las energías fósiles. El almacenamiento de energía está llamado a ser uno de los factores clave en la nueva sociedad y constituye la palanca para la transición a un sistema energético libre de CO2.
Hay soluciones de almacenamiento con diferentes tecnologías:
- Almacenamiento químico en baterías, baterías de flujo, pila de combustible.
- Almacenamiento eléctrico en superconductores.
- Almacenamiento térmico en sales fundidas.
- Almacenamiento mecánico: centrales hidráulicas de bombeo (PHS), sistemas de aire comprimido (CAES), volantes de inercia.
Las tecnologías de almacenamiento mejor posicionadas para acompañar a las energías renovables en la actualidad son las baterías de Ion Litio. También las baterías de flujo están teniendo avances muy importantes, siendo su principal ventaja frente a las baterías de Ion Litio su gran capacidad de ciclado. Este concepto está asociado al número de ciclos o, en esencia, a la durabilidad de un sistema de almacenamiento.
Los sistemas de bombeo hidráulico serán también esenciales, puesto que su capacidad de ciclado no está limitada como en otros sistemas y son capaces de almacenar importantísimos volúmenes de energía. Esto mismo se atribuye a los sistemas de almacenamiento de aire comprimido, siendo la desventaja de ambos tipos de sistemas el elevado coste.
Por último, los sistemas de almacenamientos basados en hidrógeno, sobre el papel y una vez se resuelvan los condicionantes tecnológicos, se consideran los más atractivos por la abundancia del H2 y la tremenda densidad de energía que este es capaz de acumular.