El ingeniero electrónico Gustavo Nudel, de 48 años, es director de marketing y certificación para Latinoamérica en la empresa Bureau Veritas, líder mundial en evaluación de la conformidad y certificación. También es presidente de la camada EMBA 2008-2009 y parte de la llamada “cúpula” conformada por “cuatro cabezas” que mantienen unido al grupo de egresados.
En 2008, de las 65 personas que iniciaron el MBA del IAE, 53 lo finalizaron. Hoy, aunque pasaron ocho años desde el día en que dejaron las aulas, el grupo continúa teniendo una relación tan cercana como la que se daba en el campus, cuando cada viernes y sábado iban a cursar. Todos los integrantes de esa “cúpula” definen al grupo de los 53 como una “camada mágica e irrepetible”. Es fuente de consejos profesionales, encuentros de fin de año, reuniones cada dos meses y almuerzos semanales. Aseguran que son un caso especial.
“Nosotros, las cuatro cabezas, conformamos de alguna manera el poder ejecutivo, porque somos los que ayudamos a promover los encuentros”, explica Nudel, y cuenta que cuando ingresaron al máster, los dividieron en ocho grupos de 6 o 7 personas cada uno. Si bien los miembros de cada equipo tienen mayor afinidad entre sí, la amistad es plural y abarca tanto a locales como a extranjeros o a quienes se fueron al exterior para radicarse profesionalmente. “Hay como células dentro de la camada, referentes de estos ocho grupos”, explica.
Juan Martín González Pita, licenciado en Economía Empresarial de 39 años y fundador de Salix Fruits LLC, una empresa de trading de frutas frescas, coincide con Nudel. “El IAE me cambió una palabra que empieza con v, que es la vida. Fue una experiencia a nivel personal reveladora en un montón de cosas”, relata. “Me hizo conocer a un grupo de personas que hoy son mis mejores amigos. Personas que admiro profesional y personalmente, y de las cuales me nutrí muchísimo. Estar en un aula con tantas personas que vienen de industrias tan diversas y países distintos es increíble. La camada no solo fue mágica, sino que pocas veces se debe de haber dado en el IAE un grupo así”.
Para tomar decisiones en su empresa, que tiene una red de 80 productores en 15 países diferentes, con productos que revenden en 50 países más a 200 clientes, muchas veces recurre al consejo de sus compañeros. Lo mismo hacen los otros: la red de contención profesional es permanente.
En la oficina del ingeniero industrial Facundo Hernández Vieyra, de 43 años, el paisaje incluye varios contenedores de colores apilados contra el río. Explica que está en la industria portuaria desde 2005. Hoy, es manager comercial en Terminales Río de la Plata. “Tengo a cargo el revenue de la terminal. Las ventas se determinan en función de mi equipo. Yo, específicamente, me ocupo de la negociación de contratos con las líneas marítimas, importadores y exportadores, y de todo el funcionamiento interno de los servicios facturables hacia los clientes”. Para su rutina laboral, es indispensable juntarse a almorzar con compañeros del máster por lo menos una vez a la semana. A los dichos de Nudel y Pita sobre que se trata de una camada mágica, agrega: “Totalmente. Me da un poco de vergüenza decirlo pero la verdad es que fue increíble. Lo hemos hablado con Gustavo (Nudel), con Bana (Benegas), con el Negro (Pita). Todos coincidimos en que esto es irrepetible: es la mejor camada del mundo. Se dio una combinación de factores a medida que fuimos desarrollándonos. Cuando trabajábamos en equipo había ganas de hacer cosas, y los que no tenían las ganas daban constante apoyo o dejaban que otro las hiciera”. En el IAE la “diversidad de gente” le hizo “explotar la cabeza en 500 pedazos”.
En ciertos posgrados en los que los alumnos pasan mucho tiempo juntos −en el aula, con trabajos prácticos, preparando coloquios−, el entusiasmo y la emoción de emprender un desafío conjunto suelen generar un clima especial. Con título en mano, el afecto y el vínculo generalmente permanecen, pero el trajín de la vida misma suele desvanecer esa unión original cuando concluye la cursada. Curioso es el caso de esta camada, que siendo numerosa y habiendo egresado ocho años atrás, mantiene intacto el ida y vuelta. “Uno cree que en un programa como este solo se contacta con gente. Pero no: acá se generó otra cosa por cómo se da la situación en el grupo grande del que tengo la suerte de formar parte y por cómo se dio también en los grupos chicos”, explica Nudel.
“Pasamos juntos la fiesta de Año Nuevo de 2008 porque era el primer año. Y al año siguiente, en 2009, porque terminábamos. Y al siguiente porque nos juntábamos, y así sucesivamente”, agrega Hernández. Año Nuevo suelen pasarlo unos 35 de los 53, y el gran anfitrión suele ser Nudel. Pero esta numerosa camada de alumni no solo comparte fiestas, sino también un copioso grupo de WhatsApp, que, increíblemente, funciona de manera armoniosa. “Es intenso, pero con mucho código. Hay reglas tácitas que se cumplen a rajatabla. No política, no religión, no sexo, nada de cadenas”, explica Hernández. La app es destino obligado de las fotos que toman en juntadas o en eventos académicos, como el último Summit, de abril. “Para que los que viven en el exterior puedan ver las novedades”, añade.
“Es un grupo sano, somos todos buena gente. Compartimos valores: la familia es un faro central de todos nosotros; ni hablar lo profesional. Es un grupo muy solidario entre sí”, enfatiza Pita.
Fernando “Bana” Benegas, de 40 años, es la cuarta cabeza de esta cúpula. Es técnico superior en marketing, abogado y emprendedor. Y cuenta que inició nueve carreras universitarias distintas. Hoy, tras haber pasado por el IAE, es secretario de planificación y coordinación de gestión en el gobierno de la ciudad. “Encontré mi vocación muy tarde. De todo lo que estudié lo que más me gustó, de lejos, fue el MBA”. Benegas no habla de vocación política, sino pública. Llegó al gobierno de la ciudad después de que una profesora del IAE le presentara al ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, que había hecho el EMBA tiempo atrás.
“Tenemos un grupo espectacular. Hicimos un blog muy interesante llamado El simulador, en el que contábamos clase tras clase lo que nos iba pasando. Eso creó una identidad propia. Un 80% nos vemos cada dos, tres meses. Y después están los que ya son amigos íntimos de la vida, con los que tenemos una relación muy cercana. Mi mujer es amiga de sus mujeres. Y nos ayudamos entre todos. Este grupo de íntimos es al primero que llamo para consultarle una opinión profesional”. Además, cuenta que también tiene una relación “casi de amistad” con profesores como Rodolfo Q. Rivarola, el Tano Preve, Alejandro Scioli.
Pita recuerda que al momento de fundar Salix “más de uno” de sus compañeros fueron “consejeros, confidentes y asesores”. Y añade: “Más que de contactos, la red es de contención para apoyarte en lo profesional. Estábamos prácticamente todos en un mismo momento de la vida, que era un momento de quiebre personal. Creo que de 2008 a 2009 nacieron 15 hijos. Estábamos todos en la misma”.