El contexto internacional es favorable. Termina Biden con una buena gestión económica, crecimiento, baja inflación y bajo desempleo. Seguramente, va a bajar pronto la tasa de la FED. Europa a menor ritmo; China creciendo al 5%. Las cadenas de valor se han vuelto menos eficientes y eso sube los costos, domina el nearshoring. Las guerras no tienen impacto en el PIB mundial. El petróleo, en un valor moderado; el oro, alto como las bitcoins que están en USD 70.000. La región creciendo sin inflación a ritmo lento. Brasil devaluó el real, que influye en nuestra competitividad.
Venezuela, en el centro de la escena, vuelve a desilusionar porque parecía, por sondeos, que era el final del régimen, pero la dictadura no cede el control y otra vez emplea el fraude electoral. Ocho millones de emigrados, caída brusca del PIB, de 2 millones de barriles de petróleo a 400.000, corrupción extendida. 25 años de un régimen apoyado en el frente interno por la Fuerzas Armadas, por Rusia y, en nuestro país, por el kirchnerismo. Venezuela es la versión cubana de la década de 1960.
En Argentina, continúa el ajuste fiscal. Se hace difícil porque la recaudación tributaria está en baja y se puede complicar más sin el impuesto País. Las jubilaciones, muy retraídas, no se compensan por los bonos y por la movilidad vigente. Los compromisos de pagos de 2025 son exigentes.
La inflación es percibida en un sendero hacia el 2% por el gobierno y de 5 % para visiones alternativas. Las tarifas, en parte, siguen topeadas para que no acrecienten la inflación. La suba del dólar blue incide parcialmente en los precios. La visión del gobierno es que todo converja al 2% mensual, tarifas, crawling e inflación minorista. La idea es que bajen los dólares alternativos al nivel del comercial que muchos perciben retrasado. Se asume un país todavía más caro en dólares, como visualiza el ministro Caputo.
La actividad, salvo algunos brotes verdes marginales, sigue en baja: el consumo, caído por el salario real que no crece; la inversión que descendió en el primer semestre 22%; y las exportaciones que no harán un récord a pesar de una buena cosecha. La balanza comercial será superavitaria por el descenso de las importaciones y alcanzará los 15.000 millones de dólares. La recesión genera fatiga social. La inflación ya no lidera las encuestas de preocupación colectiva, sobresale como problema el desempleo, que llegó a dos dígitos en el Gran Buenos Aires. Este clima puede influir en los resultados de la elección de medio término. Los sectores que empujan son muy trillados: el campo alabado por Milei en La Rural, pero con medidas de apoyo marginales; la minería; Vaca Muerta. El RIGI, cada vez más integrado a la discusión pública con el caso líder de la licuefacción de gas natural por parte de YPF en Bahía Blanca o en Punta Colorada. Del ámbito del nuevo Ministerio de Desregulación y Reforma del Estado, hay que esperar acciones pro oferta.
Los economistas coinciden bastante en criticar la falta de un programa más integral en el plano monetario-cambiario. Se juzga a este esquema como inconsistente y recesivo. Se le reconoce el mérito del compromiso con el ajuste fiscal y con la baja de la inflación. Este clima favorable del sistema financiero se alteró con las reservas netas, otra vez negativas en el Banco Central, y el indicador que mide la desconfianza, que es el Riesgo País, en la zona de 1.500 puntos básicos.
Con el esquema de secar la plaza de pesos, caería la base monetaria en términos reales, se propicia un esquema de dolarización endógena. Con la llegada de dólares del FMI (USD 10.000 millones, aproximadamente) asociados al eventual triunfo de Trump, se puede encarar la salida del cepo, que hoy se ve demasiado riesgosa por la disparada de los dólares libres y la eventual devaluación del dólar comercial con impacto en la inflación.
El proceso de traslado de pasivos remunerados al Tesoro con las nuevas LEFI avanza. El proceso de dolarización está en vía muerta por ahora. Algunas opiniones, como la del exsecretario de Política Económica Joaquín Cottani, recién salido del Ministerio de Economía, perciben que es mejor la competencia de monedas y ajustar el tipo de cambio para arriba, aceptando una inflación transitoria. El camino de la dolarización endógena, en su visión, es más recesivo: subiría mucho la tasa de interés real con impacto en el gasto público vía intereses de la deuda. Sería deseable poder emitir pesos contra incremento de reservas; sería una emisión no inflacionaria.
El 40% de los argentinos apoyan las medidas del gobierno. Esto da una base de sustentabilidad. Hay que prepararse para un 2025 mejor, con cierto rebote que todavía no será crecimiento. Este es el escenario más probable: el de cierta recuperación con heterogeneidad sectorial. El énfasis en un nivel de actividad más vigorosa es una asignatura aún pendiente en el programa de Caputo y Milei.
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