Los últimos dos años del gobierno del presidente Macri notan varias similitudes y desafíos, aunque de intensidades diferentes.
Los años 2018 y 2019 tuvieron un quiebre de tendencia respecto a un 2017 de expansión del PIB. Ambos períodos enfrentaron saltos devaluatorios de gran envergadura con rebrotes inflacionarios y súbitos frenazos en la recuperación de la actividad económica. Si bien, luego del primer trimestre de 2018 se produjo la devaluación del tipo de cambio en un escenario de incertidumbre sobre la solidez financiera de la economía doméstica y en un contexto de fuertes tensiones de la economía internacional, el fuerte salto devaluatorio y la reversión hacia altos niveles de inflación mensual del segundo cuatrimestre de 2019 luego de las elecciones primarias PASO, argumentan las similitudes.
Dados esos acontecimientos, el último año de gestión de gobierno se enfrenta a desafíos económicos sustanciales. El diagnóstico sitúa a la economía en un proceso recesivo desde principios de 2018, con tendencia a un alto nivel de inflación y, en consecuencia, tensiones en el mercado cambiario, que parecen moderarse por el cepo duro.
El salto devaluatorio de 2018 y la reversión de los flujos de capitales configuraron una coyuntura dificultosa. En el inicio del período de gestión se señalaba que la normalización de una economía heredada con problemas derivados de restricciones transaccionales, distorsiones de precios y excesivos controles que generaban la necesidad de financiamiento operativo del sector público, fue mayor al esperado. Esto debido al fuerte impacto que tuvieron las medidas de política económica destinadas a corregir los desequilibrios macroeconómicos, los costos de esas correcciones y los errores de las políticas efectuadas condujeron a la economía en un período de inestabilidad e incertidumbre.
Hacia el inicio de la gestión se realizaron correcciones en distintos precios de la economía y desregulaciones necesarias en el comercio. Los efectos de la corrección del mercado cambiario y el intento de normalización en las tarifas de servicios públicos, fueron auspicioso. En ese marco, una mejor gestión de la obra pública, luego de los hechos de corrupción de la gestión anterior, contribuyó a generar un posible factor dinámico para la economía. Los efectos positivos se observaron durante 2017 y el inicio de 2018. La inflación había comenzado a estabilizarse y con tendencia a la baja, y la actividad económica había notado cierta recuperación. Sin embargo, luego del primer trimestre de 2018 esa tendencia derivó en un nuevo sendero contractivo e inflacionario.
Desde ese momento la economía se estableció en un proceso de caída constante. El estimador mensual de actividad registra disminuciones sostenidas respecto a meses precedentes. Mientras que el lado monetario y financiero de la economía se estableció en el segmento de alta volatilidad dada por la incertidumbre del precio del dólar y la reversión de los flujos financieros. La combinación de esos factores configuró un escenario de gran incertidumbre que demandó mayor efectividad de la política económica.
Luego de que el Producto Interno Bruto (PIB) registrara una caída interanual de 2,5 % durante 2018, las proyecciones para la economía del último año de mandato han sido modificadas tras el cambio del escenario político. Si bien durante el primer trimestre del año 2019 la economía aún se encontraba en el segmento negativo en la comparación interanual notando un decrecimiento de 5,8 %, durante el segundo trimestre del año evidenció cierta recuperación en torno al 0,6 %.
Para el segundo semestre del año, el factor elecciones presidenciales tuvo una importancia superlativa. Las expectativas de precios y sobre el crecimiento económico estarán muy asociadas a lo que ocurra a futuro en el campo político, poniendo nuevamente en evidencia que los arreglos institucionales y su funcionamiento claramente importan.
En ese sentido, las últimas proyecciones del año de acuerdo al último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central, estiman un crecimiento de -2,8 % para el año 2019, una inflación del 55,3 % y un tipo de cambio de cierre en $/US$ 65,4.
El contexto y la historia económica reciente proponen un desafío continuo para la política económica: estabilizar el frente cambiario y financiero sin perpetuar la contracción de la economía real. La coordinación de los hacedores de política en escenarios de crisis y en aras de evitar la prociclicidad de la gestión se torna necesaria ya que, ante la ausencia de una gestión mancomunada de la política monetaria y fiscal, es posible arribar a fases de estabilización inestables. Esos elementos disruptivos se anotan desde las demandas sociales (optimizar los niveles de empleo y consumo) luego de caídas sostenidas de la demanda agregada, perpetuando vulnerabilidades en años de cambio de gobierno.
Sin dudas, muchos de esos desafíos siguen pendientes para la próxima gestión. Entre ellos, el sostenimiento de la mejora de las cuentas públicas, la recuperación de la competitividad y la continuidad del superávit comercial, la recuperación del salario real y del empleo, la reducción de la pobreza y el crecimiento sostenido de inversión real.