El mundo continúa su proceso de desinflación al mismo tiempo que desacelera su ritmo de crecimiento económico, evitando, por el momento, el tan temido “aterrizaje forzoso”. Según las últimas estimaciones del FMI en sus Perspectivas Económicas Mundiales, se prevé que la economía global crezca un 3,1% en 2024, debajo del promedio histórico del 3,4%. Esta tendencia se refleja en las principales economías, con desaceleraciones pronosticadas en Estados Unidos, Japón, China e India, mientras que se espera una aceleración en la tasa de crecimiento de la Zona del Euro.
El crecimiento económico de China ha sido impactado por varios factores, incluido el envejecimiento de su población y la desaceleración en la adopción tecnológica. Esto ha disminuido significativamente su ritmo de crecimiento potencial, alejándolo de las tasas de crecimiento de dos dígitos que solía experimentar. A pesar de la reducción en la población, el país enfrenta un aumento en la tasa de desempleo, especialmente entre los jóvenes, en medio de un fuerte desajuste entre las profesiones ofrecidas y demandadas por el mercado. La crisis en el mercado inmobiliario también ha generado incertidumbre sobre su economía.
En la Zona Euro, la economía experimentó una fuerte desaceleración en 2023, con un crecimiento del 0,5% después de haberse expandido un 3,5% en 2022. La invasión de Rusia a Ucrania ha tenido múltiples implicaciones económicas en la región, contribuyendo a una recesión en los últimos dos trimestres del año pasado. A pesar de que la inflación ha disminuido, se mantiene por encima del objetivo fijado por el Banco Central Europeo (BCE), lo que ha llevado a la autoridad monetaria a mantener las tasas de política inalteradas a la espera de más evidencia de desinflación. Con la economía en recesión y la inflación en descenso, es razonable esperar una reducción de tasas en un futuro cercano.
En contraste, Estados Unidos continúa manteniendo un crecimiento robusto, con alguna aceleración en la segunda mitad de 2023, lo que ha impactado en la dinámica del mercado laboral. Aquí, una política fiscal fuertemente expansiva va a contramano de los intentos de la Fed de retirar liquidez de la economía y aplacar la demanda. La combinación de un crecimiento sostenido, un bajo desempleo y una inflación que parece repuntar en el primer trimestre del año sugiere que las tasas de política monetaria deberán permanecer elevadas por más tiempo del que actualmente se espera. En este nuevo escenario, con la irresponsabilidad fiscal presionando el costo del crédito para el sector privado, crece la probabilidad de que uno o más sectores comiencen a encontrar problemas en sus balances. Mientras más demore la política en demostrar voluntad de sanear las cuentas fiscales, más alta será la probabilidad de un episodio de desconfianza que afecte el valor de los títulos públicos y, por consiguiente, el patrimonio de empresas y familias. A su vez, se volverá cada vez más imperante un ajuste de cuentas apresurado, que tendrá mayor probabilidad de afectar sensiblemente los niveles de actividad.
Sin embargo, las expectativas del mercado con respecto a la inteligencia artificial (IA) sostienen los rendimientos en el mercado accionario. La IA se percibe como un game changer. Sin embargo, aún existen incertidumbres sobre qué empresas serán las principales desarrolladoras y qué sectores se verán beneficiados a través de aumentos en la productividad y en qué medida. Históricamente, los ciclos de concentración del mercado, como el actual liderado por el sector tecnológico, han mostrado tendencias a la reversión cuando las desorbitantes ganancias esperadas no acaban por materializarse.
Dada la incertidumbre económica global y los riesgos asociados, quizás la prudencia sea una buena consejera. Si bien la recomendación de “cash is king” muchas veces luce poco atractiva, no habría que despreciarla hasta que el panorama global comience a aclararse.