Juan Garade (PAD 2003)- Secretario de Recursos Renovables y Mercado Eléctrico
-En el aspecto laboral, ¿cómo fue pasar del sector privado al público?
-En mi caso, a pesar de conocer el sector por haber trabajado en él casi treinta años, la adaptación me está exigiendo un nivel de esfuerzo profesional y personal como nunca antes había experimentado.
En primer lugar, tuve que cambiar mi enfoque: en la actividad privada la mirada sobre el sector tiene un gran componente económico; en la actividad pública hay que ampliar la visión incorporando otros valores relacionados con el bien común y con políticas de largo plazo. En las decisiones hay que sopesar aspectos sociales, de economías regionales, de integración con otros países; en fin, una serie de condicionantes totalmente novedosos para alguien que viene de la actividad privada
En segundo lugar, el trabajo en y con los equipos es muy diferente. Las organizaciones privadas tienden a comportarse de manera vertical, y se hace más sencilla la toma de decisiones. En el ámbito público, a pesar de lo que se observa desde afuera, hay que invertir una enorme cantidad de tiempo en convencer, en dialogar, en consensuar, en agilizar burocracias, en capacitar y motivar al personal.
Adicionalmente, el Estado ha venido perdiendo institucionalidad en las décadas anteriores y por ello es necesario realizar un trabajo adicional de cambio cultural para que sirva de contrapeso al poder político de turno. La suerte con la que contamos es que existe una gran cantidad de gente muy valiosa que trabaja en el estado con una entrega superior a lo que a veces se observa en la actividad privada. Allí está la base para recuperar el nivel de institucionalidad que los tiempos requieren.
- ¿Cuál es el atractivo de trabajar en el Estado?
-Para mí, el principal atractivo está en la posibilidad de hacer algo que sea beneficioso para toda la comunidad, para el conjunto. Y todo ello en un ámbito que conozco y valoro: el de la energía eléctrica, servicio básico para la vida y para la economía de un país.
Si bien es un sector en el que estamos privilegiando la actividad privada, el Estado tiene que estar presente para orientar e incentivar inversiones; y a la vez debe trabajar para optimizar los costos, asegurar el abastecimiento y permitir accesos mínimos a toda la población. Y allí reside otro de los atractivos de trabajar en el Estado: la búsqueda de soluciones a través del compromiso, la negociación y el consenso.
-¿Cuáles son los principales desafíos en materia de energía eléctrica?
-En general el panorama actual del sector es bastante alentador: no se observan problemas en la generación de energía eléctrica (hay oferta variada y suficiente), se comienzan a percibir algunos cuellos de botella en la transmisión (en ese sentido se está elaborando un plan de mediano plazo y próximamente saldremos con licitaciones de nuevas líneas) y en distribución, aún no se han alcanzado los parámetros de calidad de servicio razonables, aunque ha habido una mejora importante (las inversiones tardan en madurar y en mostrar los resultados)
La Argentina es un país de recursos energéticos diversos y abundantes: radiación solar en las zonas cercanas a la cordillera de los Andes; intensos vientos en la Patagonia y en la zona sur de Buenos Aires; Vaca Muerta, la segunda reserva de gas no convencional en el mundo; biomasa; buenas posibilidades de nuevas centrales hidroeléctricas; etc. Podemos elegir, a diferencia de otras regiones donde deben focalizarse en determinados recursos para evitar dependencias geopolíticas. Nuestro deber es explotar intensamente esos recursos, y si bien estamos volviendo a ser un país exportador de energía, debemos ahondar ese camino no sólo con la exportación de crudo o de gas, sino también mediante la profundización de la integración eléctrica del cono sur. Ese es nuestro mayor desafío.