La Alumni Florencia Zamora se crio en Tafí Viejo, Tucumán, entre limones, campos y maquinaria. Desde que tiene recuerdo, sus padres la cuidaban en la fábrica y de adolescente se pasaba veranos enteros allí. Ninguno de sus tres hermanos vivió esta experiencia como una carga, sino que para ellos era algo natural. Todos aportaban lo suyo a Zamora Citrus, la pyme familiar que creó su padre, Diego Zamora, en 1984, luego de que su abuelo le allanara el camino.
Zamora Citrus se especializa en limón orgánico y exporta a varios países, desde Ucrania hasta Estados Unidos. Tiene 50 empleados fijos y 100 en temporada. En 2022, la empresa recibió el Premio Exportar, que entrega Cancillería, en la categoría de Innovación en la exportación por tener el mejor sitio web orientado al comercio internacional.
“El premio fue una sorpresa y una alegría. Llegó en un momento muy difícil del sector (afectado por la alta oferta y las consecuencias de la guerra en Ucrania). Es importante que se reconozca que, pese a las dificultades, la industria sigue innovando y trabajando para captar nuevos mercados”, dice Florencia.
Los cambios tras el EMBA
La joven de 37 años ingresó formalmente a la empresa en 2013 cuando estaba terminando sus últimas materias de Contador Público. Confiesa que al principio fue difícil porque tuvo que aprender sobre la marcha, pero luego de un tiempo pudo dominar el área. Fue en ese momento, cuando decidido realizar el EMBA. “Empecé el máster porque necesitaba más confianza en la parte profesional y personal para poder decir 'encaminemos la empresa'”, recuerda.
“Al ser una empresa familiar, mi padre abarcaba mucho, y sin él no se podía avanzar. Luego de terminar el máster, contratamos a un gerente para que determinara las áreas de responsabilidad de cada encargado y comenzara a generar informes para que pudiéramos tomar decisiones basadas en un diagnóstico adecuado. Antes nos manejábamos de manera intuitiva, pero empezamos a implementar un sistema más estructurado, especialmente en la gestión de presupuestos”, sostiene.
La empresa había crecido mucho: pasó de 20 a 1200 hectáreas, lo que obligó a los dueños a descentralizar la toma de decisiones y delegar tareas específicas. Mientras ella continuó con la contabilidad, finanzas y la parte legal, su hermana se dedicó a la parte comercial. Por otro lado, sus dos hermanos formaron sus propias empresas.
“El máster me sirvió para decir sí se pueden hacer cambios, me dio ese empuje que faltaba”, sostiene. Otra cosa que aprendió la Alumni es que con práctica se puede lograr cualquier cosa, aunque al principio pueda haber miedo y resistencia al cambio. El concepto de las 10.000 horas para ser bueno en algo la impactó mucho.
“También aprendí a salir de mi zona de confort y a escuchar a los demás, lo cual me permitió llegar a consensos y sumar ideas”, dice Florencia, que fue elegida presidenta de su camada y brindó el discurso de fin de año, algo que no creía capaz de hacer por su timidez
Los desafíos de las pymes
Con respecto a los desafíos de las pymes en Argentina, la Alumni considera que el principal desafío es mantenerse. “Creo que al fundar algo, uno tiene mucha ilusión y motivación. Luego, cuando alcanzás cierto nivel de éxito, es fácil pensar que ya lo dominas todo y que no habrá mayores dificultades. Sin embargo, la Argentina puede sorprenderte y cambiar las reglas del juego”, sostuvo.
Además de que los últimos años han sido financieramente desafiantes, otros de los retos, según Florencia, es el cambio en la cultura del trabajo. “La nueva generación tiene una mentalidad diferente, lo cual nos obliga a adaptarnos. Las personas están menos comprometidas y poco disponibles para trabajar. Antes, además, solíamos tener trabajadores golondrina que rotaban entre diferentes cultivos, pero ahora quedan muy pocos”, detalla.
Empresas familiares
Florencia sostiene que en una empresa familiar es importante no tomarse las cosas de forma personal, ya que las emociones suelen estar a flor de piel. “Siempre digo que la empresa tiene que funcionar un órgano externo de la familia. Por ejemplo, en el almuerzo de los domingos le digo a mi papá que no me hable de trabajo, aunque a veces le cuesta”, dice, entre risas.
“Creo que mi padre tiene empuje y es una persona abierta. Aun sabiendo todo lo que sabe, tiene esa humildad de decir ‘bueno, a ver, te escucho, mostrarme cómo’. Tiene esa apertura que ya tuvo con nosotras, las dos mujeres, ya que nunca hizo ningún tipo de diferencia con mis hermanos”, explica.
Prepararse para el futuro
Con respecto al futuro, la Alumni cuenta que hace cinco años la empresa empezó a comercializar palta y lima, un producto que el mercado interno estaba demandando mucho debido al incremento de centroamericanos que llegó a la Argentina. Hoy Zamora Citrus es el mayor productor de lima del país.
Más que crecer, lo que la compañía busca para el futuro es especializarse en lo orgánico para cumplir con la calidad que el producto requiere.
En ese sentido, según Florencia, su padre, Diego Zamora fue un adelantado. “Hace 15 años, mi padre comenzó a certificar lo orgánico y yo, como trabajo en la parte de proveedores, al principio, le decía que esperáramos porque el mercado no estaba abierto y el certificado costaría dinero. Pero mi padre insistió en hacerlo para ver cómo llegábamos y qué capacidad tenían las plantas para probar nuevos productos. Pagamos certificados de orgánico en Argentina y auditorías externas de Perú y Chile, pero no teníamos un mercado que valorara la certificación orgánica. Finalmente, cuando se abrió el mercado, estábamos preparados. Todo el proceso nos llevó 10 años, pero hoy somos especialistas en lo orgánico y estamos comprometidos con la calidad que el producto necesita”, concluye.