Revista Alumni

El Alumni que hizo historia al escalar una de las montañas más altas del mundo

Juan Pablo Toro (DPME 2009) es el primer argentino que llegó a la cumbre de Nanga Parbat, la “Killer Mountain” de Pakistán, que tiene 8126 metros. La historia de su hazaña y la sabiduría del montañismo que aplica a su trabajo como CEO de SIE, una empresa de seguridad integral.
Publicado miércoles 9 de agosto de 2023

Nació en Mendoza hace 52 años pero, paradójicamente, no fue allí donde nació su pasión por el montañismo. Por las demandas laborales de su padre militar, vivió en distintos puntos del país en los cuales sí recuerda haber desarrollado la afición de subir cuanta sierra o cerro se cruzara.

Posiblemente, en ese entonces, Juan Pablo Toro no se imaginaba que varias décadas después iba a convertirse en el primer argentino en lograr hacer cumbre en una de las montañas más exigentes y altas del mundo.

Después de terminar la carrera de Administración de Empresas en la Universidad de Belgrano, se abocó a la vida corporativa por 15 años. De la mano de PwC e IBM pasó 7 años afuera del país, en Bolivia, Perú, Venezuela y Brasil. En paralelo, compartió con su hermano más grande algunas experiencias de montañismo, incluido su debut en el Lanín, en el año 2000, y después el ascenso al Nevado de Cachi, en Salta.

Sin embargo, fue al volver a Buenos Aires por un motivo inesperado cuando decidió darle un giro a su profesión y a su hobby.

De la “multi” a la PyME

“En los primeros años del 2000 había llegado a lo que quería, laboralmente hablando. Tenía el auto corporativo, una oficina privada con vista a la bahía de Río de Janeiro, un lindo departamento. ¿Qué mejor que eso? Entonces, en 2004 mi padre muere sorpresivamente, a los 65 años. Obviamente, volví a la Argentina”, cuenta Toro.

Su padre tenía una empresa de seguridad chica, de 50 empleados y algunos clientes. “Algo en mi cabeza me dijo que tenía que hacerme cargo”, afirma. Las oportunidades no se dieron ni fácil, ni rápidamente, pero poco a poco, con nuevos procesos y profesionalización, SIE (Seguridad Integral Empresaria) creció hasta tener mil empleados, grandes clientes y un lugar entre las principales empresas de seguridad del país.

El IAE Business School fue un aliado clave. “Me fui de un mundo multinacional en el que estaba rodeado de los viajes y el glamour, y corté con todo lo que había estudiado y hecho durante años. Me anoté en el DPME en 2009, cuando SIE todavía era chica, y me sirvió para relacionarme con personas de mi perfil y para incorporar herramientas valiosas para una PyME”, indica Toro.

“Me quedé para siempre –agrega–. Hice 5 o 6 programas más, me apasioné. Conozco a todos los profesores y hoy soy sponsor”.

El regreso al país, además, volvió a conectar a Toro con esa pasión de escalar y, en 2013, subió por primera vez el Aconcagua, la montaña más alta de América (6962 msnm). “Ahí empezó todo. Mi sensación fue: quiero dedicarme a esto toda mi vida, intensamente. Tenía 43 años y me propuse hacer dos o tres proyectos de montaña por año”, relata.

El Chaltén, las agujas del Fitz Roy y Perú fueron algunas de sus “escuelas” para afrontar los Himalayas. Aprendió a transitar en glaciares y a trepar pendientes totalmente verticales. Subió algunas de las cumbres más altas de América, además del Aconcagua, como el Denali (Alaska), y el Volcán Ojos del Salado y el Monte Pissis en Catamarca.

El desafío de Nanga Parbat, la “Killer Mountain”

“Después de varias experiencias en Perú empecé a sentirme más preparado y tentado de probar un ochomil. El Everest era la elección lógica, pero en los últimos años se llenó de personas y, además, es muy costoso. Dos alternativas me tentaban: el K2, la segunda montaña más alta, y el Nanga Parbat, la novena más alta, y una de las tres más difíciles y peligrosas”, explica.

Toro mantenía una gran admiración por Mariano Galván, considerado por muchos el montañista argentino más talentoso de los últimos años, que murió en 2017 mientras intentaba hacer cumbre en el Nanga Parbat. Ningún argentino había pisado la cima de esta peligrosa montaña y eso impulsó a Toro a elegirla.

“Me preparé durante un año. Fui por primera vez en 2022 con Matoco Erroz, un conocido guía argentino, pero por una combinación de situaciones adversas no pudimos hacer cumbre. En ese momento sentí que tendríamos que haber seguido, pero este año comprobé que nunca hubiéramos llegado. Estábamos muy lejos y muy cansados. Hicimos bien en bajar”, reconoce.

En junio de este año, Toro se propuso volver a intentarlo. Esta vez, armó un campamento más cerca de la cumbre donde pasar la noche antes del “summit push”. Los últimos 700 metros fueron tortuosos. Cada 10 u 8 pasos cortos, debían frenar para recuperar la respiración. Pero el clima los acompañó y el grupo llegó a la cima el 3 de julio, sin oxígeno suplementario. “Cuando ya sabés que vas a llegar, te invade la emoción. Sentía que tenía un compromiso con las personas que estaban alentando en las redes sociales, con gente del entorno que sabía que yo estaba ahí, con mi familia que me apoya siempre. Igual, todavía no termino de procesar que haya sido el primer argentino en llegar. Haber podido terminar lo que Mariano empezó… él era un ídolo para mí”, admite emocionado.

“Las ganas de abandonar son fuertes, pero la familia es un motor; saber que están esperándote cuando vuelvas. El entrenamiento también te aporta la confianza para convencerte de que podés lograrlo, de que te entrenaste para esto, entonces hay que hacer que valga la pena”, resalta.

“En la empresa y la montaña pocas cosas se improvisan”

Resulta inevitable trasladar las lecciones del montañismo a la vida cotidiana. Para Toro, una sabiduría fundamental es que la preparación es esencial y que pocas cosas se improvisan. “Casi todo es planificación y preparación previa, en la montaña y en la empresa. Anticiparse a los escenarios posibles, analizar qué hacer en cada caso y prever que las cosas pueden salir mal”, asegura.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El apego a los objetivos es otra de las lecciones que aprendió: “Una PyME en Argentina te saca de la zona de confort, igual que una montaña, y te hace convivir con el estrés y la incertidumbre. Te impulsa a perseguir y arbitrar los medios para alcanzar tus metas. Vas a tener que cambiar de plan, seguramente, pero seguir firme atrás del objetivo”.

Por último, Toro enfatiza la importancia de buscar lo que a uno le guste y apasionarse. “En la montaña y en la empresa, la motivación es esencial. Tenés que estar convencido para ir por más: ¿te proponés un ochomil en tu PyME o vas a hacer trekking?”, reflexiona.