Desde una esquina de Madrid, y luego de rendirse ante la mala señal de wifi del hotel, el ex EMBA Alberto Cogut, de 59 años, y su hija Michelle, de 25, intentan hacerse escuchar vía Skype. Padre e hija coincidieron en Europa solo por un fin de semana, para el casamiento de una prima de Michelle. Pero no solo coinciden en eso.
“Estoy orgulloso”, dice Alberto, al contar que su hija está cursando hoy el mismo MBA que él hizo en 1990 en el IAE. “Primero, me parece que Michelle tiene todas las cualidades para ser una gran MBA y me parece que el IAE es una gran escuela de negocios, así que matches perfecto”, afirma, mezclando castellano e inglés. Cuando Alberto hizo el máster, aún no existía el Campus de Pilar, pero recuerda con cariño las sedes de Laprida y Agüero.
La pasión con la que habla sobre el IAE ─experiencia que logró transmitirle a su hija─ deja entrever que el máster lo marcó a fuego.
Para él, el IAE fue en gran medida el “culpable” de su partida hacia Estados Unidos en 1991. “Me enseñaron los casos norteamericanos y quise probar allá. Me llevó una empresa norteamericana muy grande de real estate, estuve cuatro años con ellos y de ahí pasé al Banco Interamericano”, cuenta.
“Estoy orgulloso”, dice Alberto Cogut, al contar que su hija está cursando hoy el mismo MBA que él hizo en 1990 en el IAE
“Después, mientras estaba en el banco, se dio la posibilidad de armar Astrid Finance junto con dos colegas del banco”, agrega, mientras vuelve a repetir que su experiencia por el máster fue “fantástica”. “Desde las famosas casas en Laprida y Agüero hasta las instalaciones, los compañeros, el profesionalismo de los profesores y de toda la institución. Fue una gran experiencia de aprendizaje. Una experiencia educativa maravillosa”, enfatiza. En esa época, Cogut era el CEO de una empresa. Al poco tiempo de empezar a cursar, y al darse cuenta de que “el MBA iba a ser transformacional” decidió hacerlo full-time.
Lo mismo hace Michelle hoy. Ella nació en Estados Unidos y tiempo antes de venirse para la Argentina obtuvo un título en diseño gráfico de la American University. Según cuenta, a la hora de decidir dónde hacer un máster en negocios fuera de Estados Unidos, la escuela de la Universidad Austral fue siempre la opción número uno.
“Cuando empecé a pensar en esto hace unos años, ya sabía que mi papá había hecho su MBA en el IAE y siempre hablaba de eso. Siempre había querido, además, vivir en la Argentina; entonces, pensé que sería una buena oportunidad. También porque a mi papá le había gustado mucho”, reflexiona.
Cada vez que algún estudiante del IAE realiza un intercambio en Georgetown University, en Washington, Alberto es fuente de consultas de todo tipo. Sin embargo, confiesa que, para él, no hay como el IAE. “Honestamente, en la mayoría de los casos, el IAE supera el nivel académico de las universidades de allá. Creo que la formación del IAE es de una excelencia que no tiene nada que envidiarle a una universidad americana”, dice. Seguramente, esa reflexión también habrá influido en Michelle, que desde fines de enero está cursando el MBA en Pilar, donde también vive.
“Por ahora me está gustando mucho. Al principio todo es un desafío. El país es nuevo y es un poco difícil integrarse, pero me gusta mucho y estoy muy contenta con la decisión”, relata. En Washington, trabajaba como diseñadora gráfica en la ONG Voto Latino.
Michelle habla bien el español, pero su acento norteamericano es inconfundible. A su padre le sucedió lo mismo que a muchos argentinos que se radicaron fuera del país: por momentos habla en neutro.
Hoy, Alberto se dedica a asesorar gobiernos y empresas privadas en el desarrollo de infraestructura con participación del sector privado (asociaciones o alianzas público-privadas, APP). Aunque está radicado en la capital norteamericana, su trabajo es mayormente fuera de allí. “Por ejemplo, en este momento estoy asesorando a tres países de Centroamérica en la implementación de sus respectivos programas APP, y también a empresas privadas, en el desarrollo de proyectos específicos".
Aunque Michelle no sabe a ciencia cierta qué hará en los próximos años, piensa que seguir trabajando en organizaciones sin fines de lucro va bien con su personalidad. Pero admite que luego de esta experiencia sueña algún día con trabajar junto a su padre. “Mi papá es mi inspiración. Estar en el IAE es muy especial; me gustaría poder tener la misma experiencia que él. Espero que algún día podamos trabajar juntos, sería muy especial para mí”, concluye, orgullosa.