Cuando Miguel Livi, de 46 años, obtuvo el cargo de gerente general de la empresa de servicios de aviación Royal Class, no sabía que siete años después, en 2013, terminaría convirtiéndose en su dueño. Tampoco, que se recibiría de piloto comercial y volaría una vez por semana piloteando él mismo una avioneta privada. Aunque de esta manera Livi dio un vuelco en su vida profesional (venía de ser gerente general en la compañía de entretenimientos Sacoa), su obsesión por el profesionalismo no cambió. Si en Sacoa hacía las veces de cajero cuando alguna sucursal no generaba ganancias, en Royal Class buscó recibirse de piloto para pilotear jets de última generación cada vez que viajan algunos de sus clientes más exclusivos. “Es una característica mía. Busco el centro neurálgico del negocio. Hay eslabones críticos y me involucro en aprender sobre eso”, dice el Alumni.
Hoy, con 42 empleados a cargo y vuelos a todo el mundo, confiesa que su paso por el MBA que realizó en 2005 fue clave para animarse. Y que el apoyo de su familia también fue esencial. Es que si bien admite que su cabeza continúa trabajando después del horario estrictamente laboral, asegura que la experiencia le dio la sabiduría necesaria para dedicarle tiempo a lo que verdaderamente le importa: su familia.
Quienes utilizan Royal Class suelen ser ejecutivos que viajan por trabajo o por placer junto a sus familias. También, bandas de música que realizan giras artísticas de un mes entero utilizando una misma aeronave. Además, realiza vuelos para el Incucai y otras entidades médicas que hacen traslados de órganos para trasplantes. En estas aeronaves donde en promedio viajan ocho personas, el vuelo a Punta del Este o a Montevideo puede costar 5000 dólares. A Estados Unidos, 150.000.
En cuanto al gran salto en su carrera profesional, cuenta que, como todo cambio, “fue traumático”, pero que pudo hacerle frente por varios motivos. “Ayudó mucho el hecho de que ya venía siendo el gerente general, porque eso me permitía conocer la empresa, el mercado, las variables. En ese momento finalizaba mi MBA en el IAE y la verdad es que todo ese bagaje de conocimientos, junto con las experiencias vividas esos dos años, fue de muchísima ayuda. Sobre todo para saber encarar los momentos más difíciles. El IAE siempre en eso trabajó muy bien, sembrando la semilla del emprendedor”, cuenta.
“El IAE siempre en eso trabajó muy bien, sembrando la semilla del emprendedor”
La propuesta oficial para pasar a ser accionista mayoritario la recibió en un almuerzo, después, “la charla en casa fue muy tranquila”. La empresa pertenecía a otro Alumni, quien había cursado el MBA en 2004.
El comienzo no fue fácil. El proceso de management buy out mediante el cual había adquirido la empresa no había incluido la incorporación de la flota aérea. Por lo tanto, prosiguieron con el desarrollo de la empresa fundada en 1993, operando con otros aviones del mercado, pero dándole al servicio un importante valor agregado.
“Tuvimos que empezar el primer año siendo una empresa aeronáutica sin aviones. Pero la estrategia funcionó. Apelamos a la confianza de los clientes que teníamos para poder actuar como brokers. No operábamos con aviones propios, sino que recurríamos a otros aviones del mercado y apelábamos a que nuestros clientes de toda la vida confiaran en nuestro valor agregado en la operación, para que no se fueran con un competidor”. El valor agregado estuvo enfocado en la personalización a través del servicio. “Hoy, se pueden trabajar las especificaciones de un vuelo a través de un pasajero”, explica Livi. Y agrega: “Ya sea con catering o servicio a bordo o con el tipo de configuración que debe tener cada vuelo. Por ejemplo, cuando un ejecutivo viaja con su familia, nos fijamos en que haya juegos para los hijos a bordo o, si es por trabajo, que haya elementos de oficina”.
La decisión de convertirse en piloto tuvo que ver con ese compromiso profesional del cual Livi habla. “La práctica sucede a 50 pies de altura en un ambiente chiquito y uno tiene que confiar en que la implementación va a estar acorde con la estrategia. Entonces, me pareció oportuno participar de esa parte del proceso y también por una cuestión estratégica de cercanía a los pasajeros. Suelo pilotear dependiendo del momento, del cliente. Lo hago una vez por semana”. En promedio, la empresa tiene tres vuelos por día.
El cambio de gobierno
El licenciado en Administración de Empresas cuenta que el cambio de gobierno los afectó, pero de manera positiva. “Nos generó un mejor nivel de previsibilidad respecto de las medidas y la política; en ese aspecto hubo un momento muy tenso justo cuando pasé a ser dueño. El gobierno anterior quería que las empresas de aviación ejecutiva que operaban en Aeroparque se fueran. Eso lo vivimos con muchísima tensión. Nosotros seguimos operando ahí. Habíamos dejado de tener esa espalda para tomar decisiones y dar esas peleas. En ese sentido, la administración actual tiene otras ideas y otras formas. Es distinta la previsibilidad del negocio”.
A la pregunta de cuántas horas trabaja por día, Livi bromea con que son 20. “Ese fue uno de los enormes cambios”, admite. Pero luego aclara que aunque el trabajo no da tregua, el cambio de rol en la compañía le despertó otra motivación. “Lo que cambió fue la ocupación de mi cabeza, pero no la ocupación de mi agenda. Será porque estoy más viejo que le doy mucho valor a cada cosa a la que le dedico mis horas. Trato de no tener reuniones sin sentido o que puedo delegar. Tengo la suerte de contar con el ingeniero Facundo Crimella, otro MBA del IAE, a quien contraté para llevar adelante el mantenimiento y la planificación de proyectos. Trato de ser más inteligente con respecto a qué le dedico mi tiempo. Bajó mi promedio de horas en la oficina, pero lo que queda trabajando permanentemente es la cabeza”. En ese ínterin, siempre hay tiempo para la familia. Tiene dos hijos: una de 14 y otro de 11.
“Será porque estoy más viejo que le doy mucho valor a cada cosa a la que le dedico mis horas. Trato de no tener reuniones sin sentido o que puedo delegar”
Mirando en perspectiva, considera que el progreso desde 2013 fue muy positivo. “Ya tenemos tres aviones muy importantes volando. Dos Learjet 60 y un Dassault Falcon 900, un avión increíble que llega a Miami sin escalas. Además, accedimos al mercado de capitales internacional. Somos una empresa sana, sin deudas, con rentabilidad. No me arrepiento en absoluto de la decisión que tomé”, concluye.