Sebastián Castillo, de 44 años, dice ser una rara avis en el mundo agropecuario. A pesar de haber nacido en San Pedro y de pertenecer a la cuarta generación de productores agropecuarios, nunca le había prestado mucha atención al campo, menos a las vacas.
Convencido de que lo suyo era el mundo corporativo, estudió Economía en Buenos Aires y durante 15 años trabajó en el área comercial de NCR, una empresa de soluciones tecnológicas para el sector financiero. “Cuando llegué al puesto de director regional, sentí que no tenía otro paso para dar dentro de la empresa”, dice.
En paralelo, en 2019, tuvo la oportunidad de comprar un campo al lado del de su padre, en San Pedro, y crear una sociedad anónima. Hace años que la familia de Sebastián se dedica al mundo agropecuario. En la década de 1950, su bisabuelo compraba novillos en Corrientes, y los llevaba al campo de San Pedro para su terminación. Durante uno de los viajes, compró un campo en Feliciano, Entre Ríos, para establecer su base allí. La actividad de cría y recría continuó a través de su abuelo Julio, su padre y su tío.
En marzo de 2019, tras la pandemia, Sebastián tuvo que suspender sus viajes internaciones con NCR. Dice que no le quedó otra que ir al campo, acompañado muchas veces de alguno sus tres hijos. “Fue ahí que empecé a moverme, a preguntar, a ponerle cabeza al proyecto. Esa fue la génesis de Abuelo Julio. Cuento corto: en noviembre de 2020 empezamos a exportar carne”, relata.
El Alumni cuenta que hoy Abuelo Julio emplea a 25 personas y su fuerte es que sigue el ciclo completo de producción. Es decir, criar al ternero, engordarlo y exportarlo. En total, la empresa exporta más de 50 toneladas de carne a varios países de Europa, a Emiratos Árabes, a Australia, entre otros. Además, la carne tiene certificaciones Halal y Kosher y está validada mediante la blockchain, lo cual permite una completa trazabilidad de todos los procesos productivos. En otras palabras, el producto viene con un código QR que permite validar toda la información.
Cambio de rumbo
¿Cómo fue la experiencia de abandonar el mundo corporativo? Sebastián admite que si bien no fue fácil dar el salto y el proceso le costó unos cuatro o cinco años, está feliz con la decisión. “Yo creo que en todos los aspectos de la vida, la experiencia no se compra ni se estudia. Entonces, cuando uno hace este cambio, se enfrenta a situaciones a las que no estaba acostumbrado y como en toda situación nueva, lo primero es súper estresante, lo segundo es medio estresante y lo tercero ya se maneja mejor”, explica.
Según el Alumni, lo más importante es aprender a desarrollar las habilidades emocionales, porque "las técnicas siempre se pueden contratar".
“Estoy aprendiendo muchísimo y estoy contento de poder generar empleo y tener un proyecto súper ambicioso y productivo, que esté orientado a algo concreto. Me gusta saber que hay una externalidad positiva, tanto para la sociedad, como para la gente que trabaja conmigo y para el ecosistema ganadero en sí. Me encanta este rubro porque hay gente muy buena y aunque todos hacemos lo mismo, a diferencia del mundo de la tecnología o el mundo corporativo, la competencia no es voraz porque hay un mercado enorme. Todos queremos vender en China y vamos juntos en esto, porque vendemos carne y la demanda es alta”, dice.
En el IAE, una visión más holística
Castillo sostiene que ahora, al ser un empresario y estar “en el 360” del negocio, valora lo que aprendió en el PDD, del IAE, en 2014. “Más allá del networking, que es muy lindo y sano, el IAE te da esa una visión más holística. Si estás en una corporación, ves solo una parte. Me acuerdo de que lo que más me gustaba de las clases es ver el panorama completo, ver por ejemplo la parte financiera. Yo estaba en el área comercial y no me preocupaba de si estaba la plata para pagar los sueldos”, ejemplifica.
Con respecto a un consejo para los Alumni que quieren dar el salto al mundo emprendedor, Sebastián dice que lo más importante es seguir el instinto y escuchar lo que uno realmente quiere hacer en la vida. "Creo que si uno vive con pasión, la vida es más linda. A todos nos gusta el dinero y vivir bien, pero es clarísimo que eso no te da la felicidad", concluye.