Hasta ahora, el sistema de balances de Estados Unidos moderó las propuestas más radicales del presidente
Por Eduardo Fracchia
La sorpresa del triunfo de Donald Trump generó un reposicionamiento de los países ante la agenda de campaña del nuevo presidente electo. Un empresario, novato en política a cargo del principal país de la Tierra, con un discurso que ha sido contundente y coherente desde el punto de vista comunicacional. La victoria de Trump replanteó el análisis político externo y global.
Una vez más, las encuestas no acertaron ya que casi todas daban por ganadora a Clinton. No fue cierto que los hispanos definen las elecciones en Estados unidos ni tampoco las mujeres. Se habla del voto vergonzante como una hipótesis de los resultados observados. En los hechos estaban muchos con Trump.
Fue una elección con dos candidatos anodinos con una fuerte imagen negativa en ambos. Trump apuntó con astucia al americano preferentemente blanco desencantado con el sistema. Su triunfo tiene que ver con la recuperación heterogénea poscrisis 2008 que dejó heridas en algunos sectores. Su condición de empresario exitoso, muy conocido y mediático fue otro factor que lo ayudó.
Era natural después de 8 años demócratas un recambio. Hillary quizás se percibió como una figura gastada. El triunfo no fue aplastante. Se trató de una elección pareja donde, como en otras oportunidades, Florida fue clave para definir. ¿Qué hubiera pasado con un candidato más carismático y de fuerte arraigo en los jóvenes como Sanders que fue desplazado en la interna demócrata?
Hay un desgaste natural del Partido Demócrata y también de la clase política en general. Trump es un antipolítica y antisistema que desafió con éxito lo políticamente correcto y aspira a emular a Reagan en su afán de que Estados Unidos vuelva a hacer algo grande, tocando la fibra nacional y la del descontento social.
Para América Latina se esperan vientos más proteccionistas de antiglobalización, algo que es común en otros países centrales, como por ejemplo en Europa. Para México, este cambio supone una amenaza mayor. El peso mexicano puede devaluarse aún más y complicarse el PIB. El primer movimiento de los indicadores financieros es de incertidumbre pero hace falta esperar un tiempo para que las variables decanten.
Trump por otra parte se ha mostrado duro con China y pretende mejorar la balanza comercial bilateral. ¿Entrará el mundo en una nueva fase de proteccionismo como ocurrió en los años ´30? Pareciera que no pero es lógica la preocupación existente.
Al gobierno argentino en su nueva vocación aperturista no le viene bien esta reacción antiglobalización de corte proteccionista. Todavía es prematuro para evaluar el impacto en nuestro país. El ajuste de tasas de interés de la Reserva Federal quizás se demore hasta mitad del año 2018.
Sabemos aún con qué cuadros políticos y técnicos trabaja Trump. Es muy difícil conjeturar cuántas de sus propuestas que patean el tablero se podrán concretar porque el Congreso le ha frenado iniciativas al Ejecutivo. Quizás adopte una posición más moderada y de mayor diálogo, similar en su momento a Berlusconi, puesto que llegó a la Casa Blanca con raíces de populismo capitalista. Si bien Trump controla las dos cámaras, se especula que el sistema de checks and balances lo seguirá moderando parcialmente a él como hemos visto durante 2017. La economía americana funciona con buen nivel de actividad y baja inflación. La reforma tributaria que Trump impulsa puede ser reactivante desde el lado de la oferta agregada. Hay que seguir descubriendo a Trump.