Anna Lanzani es italiana. Nació en Cremona, a 80 kilómetros al sur de Milán, en la región de Lombardía. Estudió economía, pero su pasión fue y es estudiar los mercados y sus consumidores. Como directora del departamento de marketing de Barilla, un grupo italiano multinacional, conoció los mercados de Europa, Japón, India, China, Tailandia, Australia, Singapur, África y Estados Unidos, donde vivió 11 años recorriendo esas regiones.
Hace cinco años, un llamado del grupo Perez Companc, la trajo a la Argentina. “Vivía en San Francisco, California. Vine porque vi la posibilidad de seguir aprendiendo. Había trabajado 11 años en Barilla, una empresa que es líder mundial en el mercado de fideos, donde me especialicé en mercados maduros (Europa, Japón, Australia) y en mercados en desarrollo (India, China, Tailandia y África)”, cuenta la ejecutiva de 40 años, en un español con acento argentino y mezcla de italiano.
Fue en 2012 cuando le ofrecieron la posición de directora de marketing global en Delverde, una empresa del grupo argentino, que en aquel momento operaba de forma independiente en Italia, Estados Unidos y Rusia. “Es una marca de lujo, muy boutique. Me parecía un muy lindo desafío. Ya había comenzado a trabajar con ellos cuando, antes que venciera el primer año, el grupo decidió manejar Delverde desde Buenos Aires y me invitaron aquí, para hacerme cargo también de la dirección de marketing de todas las marcas de fideos de Molinos Río de La Plata. Me daba mucho miedo y algo de dolor, porque tuve que dejar todo de vuelta, pero era un desafío intrigante y por eso terminé aceptando”, explica.
Una aventura fascinante
“A la Argentina la conocía más que todo por la grande herencia italiana que tiene. Es un país muy lindo y muy intenso, con un fuerte gap social. Hay que entenderlo por capas. Todo lo ven blanco o negro”, analiza, y dice que en Buenos Aires no solo aprendió a hablar castellano, si no que volvió a comer carne y a tomar vino, luego de haberse vuelto “vegetariana y abstemia en Asia”.
Sus padres la visitan cada noviembre, en la época que florecen los jacarandás. Cuando al principio, a Anna le costaba adaptarse a la cultura local, fue la mamá la que siempre tuvo una visión más positiva del país. “Ella está fascinada con Argentina. A mí me costó unos años entrar y entender; en cambio ella, desde que vino la primera vez, dijo que este es un país de jóvenes. Es una gran fan. Mi padre es mucho más racional”, dice.
En 2016 cursó el EMBA Regional en el IAE, continuando con su objetivo de complementar la experiencia profesional con la académica en cada lugar al que va. Estudió economía en la Università di Pavia, en Italia, y marketing en la EM Strasbourg de Francia. Además, se formó en Baruch College (Nueva York), en Kingston University (Londres) y en la Universiteit Leiden (Singapur), entre otras. “Lo más afín e interesante que encontré en Buenos Aires fue el EMBA del IAE”, señala.
Y decidió realizar el EMBA regional, que exige cursar los jueves, viernes y sábados, pero cada tres semanas. “Por respeto a mi trabajo, en vez de pedirme un lunes cada semana para cursar, como es el EMBA normal, decidí hacer el regional. Lo interesante del regional es que es más diverso en cuanto a compañeros. Había gente del interior, de Uruguay, Colombia y de Paraguay”.
Además destaca a los profesores de NAVES del IAE (la competencia que premia el emprendedorismo), y que le “mostraron un país ferviente de energía creadora”.
“La parte que me apasiona de la Argentina, y el IAE lo lleva adelante muy bien, es el desarrollo de startups y de nuevos negocios. El país tiene gente muy viva, que tiene iniciativas y voluntad de buscar nuevos nichos. Ven más allá de la macro complicada”, cuenta.
En cuanto a cómo observan a la Argentina desde afuera los líderes de negocios, Anna dice que “lo ven hecho un lío. Hay mucho miedo tanto por la inseguridad, como por la economía. Encima que las noticias que salen en el exterior sobre el país no son muy profundas, la gente las lee con muy poca profundidad”.
Hace un mes recibió el premio Women to watch 2018, que distingue a las mujeres destacadas del ámbito de marketing y comunicaciones de la Argentina. En su discurso de agradecimiento, Anna indicó que cuando llegó al país “empezó una aventura fascinante”.
“Llegué en pleno verano bonaerense, sola, ajena y extranjera. Sin entender el idioma y la gente, y quemada por una insolación, porque hasta el sol aquí es distinto. De Buenos Aires y de los argentinos nunca termina de sorprenderme el coraje de mirar más allá y su resiliencia. Esta maravillosa ciudad me recibió hace 5 años. Siempre intenté aportar desde una mirada y una experiencia distinta. Pero recibí mucho más a cambio. Llegué ordenada y determinada, pero mi vida se transformó en un tango, que es mucho más interesante”, dijo.
Aunque ya dejó de trabajar para el grupo Perez Companc, intentará quedarse en la Argentina. “Es un país complicado, pero me fascinó”.