A medida que los países se ven sumergidos en la pandemia del coronavirus, se vuelve más frenética la búsqueda de estrategias para contenerla y, con suerte, derrotarla. Desde el punto de vista epidemiológico, parece haber consenso sobre que el testeo rápido y generalizado de gran parte de la población (como lo han hecho Taiwán y Corea del Sur) permite contar con un mapa más preciso del avance del virus, el cual posibilita a las autoridades sanitarias acciones más eficientes y focalizadas. El modo de hacer este testeo es a través de la toma de una muestra de la nariz o de la parte posterior de la garganta, o de ambas, utilizando un hisopo especial. Esa muestra se analiza a través de una técnica llamada Reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR). Esta técnica permite la amplificación exponencial de la muestra, a partir de la cual se obtienen millones de copias que ya son fácilmente detectables en el laboratorio.
Desde el punto de vista sociológico, paradójicamente el coronavirus se ha convertido en nuestro PCR. En tiempo real amplifica un gran número de tensiones y contradicciones del sistema de mercado y sus instituciones. Dicho de otra forma, el COVID-19 es una forma brutal, dramática, pero efectiva de desnudar aquello del sistema que no termina de funcionar. Veamos dos ejemplos concretos.
La actual pandemia requiere una serie de suministros (ej., máscaras y alcohol en gel), de muy baja tecnología y costos de producción. A pesar de ser productos sencillos y con bajos costos de producción, los stocks de estos dos productos han casi desaparecido, y sus precios se han elevado exponencialmente. La idea liberal de un mercado que se auto-regula predice que el aumento de precios tentará a nuevos competidores a producir estos productos, y que el exceso de oferta terminará aplacando a la demanda en pánico y bajando los precios. No estaría sucediendo, o al menos no al ritmo que se necesita. Las empresas que producen estos insumos son pequeñas y de nicho, y en este momento no alcanzan a producir lo que la demanda requiere. Paralelamente, el cierre virtual de las economías ha puesto a grandes sectores industriales en un paro de sus actividades. Algunos de estos sectores podrían rápidamente reconvertir parte de sus procesos industriales para producir grandes volúmenes de máscaras y alcohol en gel. Ha habido algunos ejemplos individuales de empresas del sector de bebidas alcohólicas o de perfumería que se han ofrecido a producir alcohol en gel, o de la industria de la moda que se han ofrecido a producir mascaras quirúrgicas, pero no dejan de ser respuestas individuales frente a un problema global.
El otro ejemplo concreto es el de la búsqueda de vacunas o tratamientos para evitar o paliar los efectos graves del coronavirus. Cientos de equipos de investigadores se han lanzado en todo el mundo a una carrera para encontrar un tratamiento. Utilizando la metáfora hípica, se ha dicho que es bueno que salgan muchos caballos a la vez, porque solo unos pocos llegaran a la meta. Se basa en un modelo de competencia en la exploración, algo que en la ciencia es muy común. La pregunta es qué pasaría si estos cientos de equipos de investigación trabajaran de forma conjunta y coordinada para entender de forma rápida distintas alternativas terapéuticas. Hay ejemplos en otras áreas de la ciencia de colaboración en la exploración: el colisionador de hadrones del CERN (centro de investigación nuclear europeo) alrededor del cual gran cantidad de investigadores de distintas comunidades científicas trabajan en tiempo real y de forma coordinada para poder capturar la complejidad del objeto de estudio y sus resultados.
Estos dos ejemplos refieren a procesos que en el ámbito del aprendizaje organizacional se han dado a llamar explotación y exploración. En 1991, March acuño estos conceptos para comprender los procesos de adaptación en búsqueda de un mayor desempeño. Para March, explotación refiere al uso de conocimientos y habilidades ya adquiridos y está asociado a la eficiencia, la selección, la implementación y la ejecución; por otra parte, la exploración tiene que ver con la búsqueda y el desarrollo de nuevos conocimientos y habilidades, usualmente asociada a la variación, la experimentación, la flexibilidad, el descubrimiento y la innovación. La pandemia del COVID-19 magnifica los límites de la explotación y exploración y desnuda sus carencias: la falta de coordinación.
La crisis global de coordinación deja expuesta muchas preguntas, pero también vías de acción. ¿Quiénes son los encargados últimos de coordinar? ¿Basta la acción colectiva y espontanea de coordinación de los actores individuales? ¿Qué rol cumple los estados? ¿Quién se encarga de la coordinación multi-estado? Aclaro que esto no es un ensayo pro- o anti- capitalismo. El ejercicio de cierre brutal llevado adelante por China es todo menos un fino ejercicio de coordinación. Es más, es quizás una capitulación de a la coordinación, algo insostenible en países con cultura distinta y con penurias económicas que hacen inviable un cierre total de su ciudadanía, y de su economía, por plazos extendidos. Estamos llamados a un esfuerzo de colaboración en la coordinación extraordinario. La pregunta en este momento no es que puede hacer la coordinación por mí, sino que puedo hacer yo por la coordinación. La respuesta debe empezar por casa, por el barrio, por nuestra industria, por nuestros sectores, y alcanzar los países y sus recursos. Quizás solo así estemos preparados para la siguiente pandemia.
*El autor es profesor del área Comportamiento Humano de la Organización del IAE Business School y Associate Fellow de la Saïd Business School, University of Oxford