Seguinos en

El Cronista

Economía, educación e inclusión: el legado de Juan José Llach

Publicado martes 22 de abril

Conocí a Juan cuando finalizó su gestión en el Ministerio de Educación y se incorporó al IAE, en el año 2000. Desde entonces, lideró el área de Economía y promovió múltiples iniciativas que dejaron una huella profunda en la escuela y en la sociedad argentina en su conjunto. En una institución orientada al management general, como el IAE, Juan fue siempre mi referente natural.

Uno de los proyectos que lideró fue el diseño y la implementación de un programa de formación de funcionarios públicos de gobiernos subnacionales en el IAE. Por ese curso intensivo sobre gestión y gobierno de comunidades locales pasaron más de 800 personas, y Juan acompañó a cada uno, con un compromiso admirable.

La educación fue otra de sus grandes pasiones. Siempre actualizado, tenía una vocación genuina por mejorar la empleabilidad de las poblaciones más vulnerables. Esa inquietud se tradujo en libros y propuestas, como la de "escuelas ricas para pobres": brindar educación de máxima calidad a quienes más lo necesitan.

Su último gran proyecto fue "Productividad Inclusiva", una idea potente: que, frente a los avances en productividad, las personas no queden excluidas, sino que se integren con mayores oportunidades laborales. Para eso, formó un equipo interdisciplinario con colegas del IAE y de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Austral, con quienes trabajamos durante más de cinco años en encuestas, análisis de casos país y estudios sobre pobreza e indigencia. Todo ese esfuerzo se plasmó en un libro publicado por la Universidad Austral, que tuvimos la alegría de entregarle recientemente.

Cada abril, Juan vivía con entusiasmo su viaje a Roma, para participar en la Comisión de Ciencias Sociales del Vaticano. Allí compartía debates con académicos de todo el mundo sobre temas de frontera: cambio climático, globalización, educación.

En el aula, también dejó una marca profunda. Dictó clases en las maestrías del IAE, tanto sobre coyuntura internacional como local, siempre con presentaciones ordenadas, actualizadas y muy enriquecedoras para los alumnos. Como escritor, publicó numerosos libros, entre ellos varios sobre Historia Económica Argentina, disciplina que enseñó también en la UCA y conocía con gran profundidad.

Otro tema que siguió de cerca fue la coparticipación federal de impuestos, sobre el cual tenía ideas propias y participaba activamente en los equipos dedicados a su estudio. Además, participó con entusiasmo en dos espacios que valoraba mucho: la Academia Nacional de Educación y la Academia Nacional de Ciencias Económicas, en donde aportaba su mirada y seguía de cerca los debates.

Pero más allá de sus aportes intelectuales, para mí, lo más importante fue su rol como profesor. No solo por su capacidad docente o investigadora, sino por su cercanía en el trato cotidiano. Tenía mucho cariño por los asistentes de investigación que trabajaron en el IAE a lo largo de todos estos años, y también mucha cercanía con todo el claustro de profesores y con el personal en general.

Esa capacidad de empatía y de involucrarse genuinamente en los problemas de los demás fue, tal vez, su rasgo más distintivo. Era una persona muy competente, muy inteligente, con una gran sensibilidad humana.

Juan combinaba su formación de economista con su mirada de sociólogo. Esa doble perspectiva enriquecía su análisis y alimentaba su compromiso con los más vulnerables. Tenía una visión amplia y un interés en todos los temas humanos.

Fue una figura clave en el desarrollo del área de Economía del IAE desde la apertura del campus en Pilar en 2000. Su legado es amplio: una visión profunda, proyectos transformadores y una calidez humana que dejó huella.

Trabajamos juntos durante 25 años, y me quedan muchos recuerdos valiosos. Pero, por encima de todo, lo más importante fue su condición humana: su capacidad de escucha, su mirada siempre optimista. Una vez me dijo: "Yo siempre fui un optimista", y creo que esa actitud fue el motor de su vocación por mejorar el país desde la educación, la economía y, sobre todo, desde el compromiso humano. Ese optimismo, junto con su inteligencia y sensibilidad, es el legado que nos deja.

Fuente/Copyright: Eduardo Fracchia - El Cronista