En un intento por imitar las políticas de Donald Trump, el presidente Javier Milei ha insinuado que el país podría abandonar el Acuerdo de París. Según sus declaraciones, la Agenda de Desarrollo Sostenible, que incluye metas para combatir el cambio climático, no sería más que un “invento del socialismo”. Esta postura, profundamente errada y carente de sustento científico, pone en grave peligro no solo el futuro del país, sino también el bienestar de millones de argentinos.
La crisis climática no es un capricho ideológico ni una herramienta política; es una realidad ineludible avalada por una inmensa cantidad de evidencia científica acumulada durante décadas. El traspaso de los límites planetarios, entre los cuales se incluye la frontera climática, está modificando los sistemas esenciales que sustentan la vida en la Tierra. Los efectos de esta transformación ya son visibles: eventos climáticos extremos como sequías, inundaciones y olas de frío y calor más intensas, junto con la acelerada pérdida de biodiversidad, están causando estragos a nivel global. Estas consecuencias afectan a todos, sin importar su filiación política, creencias religiosas o nivel socioeconómico. Ignorar o minimizar esta crisis no solo es irresponsable, sino que también representa una traición a los compromisos internacionales que la Argentina ha asumido y pone en riesgo aspectos fundamentales como nuestras economías regionales, la infraestructura nacional y la seguridad alimentaria.
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible es una guía pragmática y sobre todo plural que busca equilibrar el desarrollo económico, la protección ambiental y la justicia social. Lejos de ser una conspiración ideológica, esta agenda ha sido adoptada por gobiernos de diferentes orientaciones políticas, instituciones multilaterales y organizaciones de la sociedad civil en todo el mundo. Señalar la sostenibilidad como un componente de un supuesto complot socialista es ignorar este amplio consenso global que admite y cobija una pluralidad de identidades. Y, lo que es peor, implica desentenderse de la necesidad urgente de actuar frente a los desafíos climáticos que enfrentamos como humanidad.
Resulta sorprendente y paradójico que el presidente Milei adopte una posición tan radical contra el Acuerdo de París. Durante sus primeros meses en la gestión, el mandatario suscribió proyectos como la Ley Bases, que incluía mecanismos para la creación de mercados de carbono, diseñados para compensar emisiones de gases de efecto invernadero en línea con los objetivos del Acuerdo de París. Además, integrantes clave de su gabinete, como la ministra Patricia Bullrich, han reconocido públicamente la existencia de la crisis climática. Esto indica que el rechazo de Milei hacia el Acuerdo de París no responde estrictamente a un negacionismo climático, sino más bien a su antagonismo hacia ciertos aspectos sociales que forman parte de la Agenda 2030, como la reducción de desigualdades y las cuestiones de género. Su rechazo a estos temas, que él ha tachado de ideológicos, no debería extenderse a la sostenibilidad ambiental, ya que esta es indispensable para el funcionamiento de cualquier economía. Sin sostenibilidad ambiental, las bases económicas y sociales colapsarían. Si no se toman medidas para enfrentar la crisis climática, no habrá “mercado” que regular, pues el entorno natural que sustenta la actividad económica desaparecerá gradualmente.
Abandonar el Acuerdo de París no solo nos alejaría de los compromisos internacionales y del consenso global sobre la urgencia climática, sino que también nos colocaría en una posición de aislamiento. Aunque este movimiento pueda parecer una estrategia para confraternizar con Estados Unidos, en la práctica implicaría un costo altísimo en el concierto internacional más amplio: pérdida de credibilidad diplomática, desincentivos para la inversión extranjera y riesgo de sanciones económicas por parte de socios comerciales que valoran el compromiso con la sostenibilidad.
La Argentina necesita líderes que entiendan que la crisis climática no se trata de ideologías ni de banderas políticas, sino de resiliencia humana y planetaria. La acción climática no es una opción; es una emergencia humanitaria global que requiere decisiones responsables y basadas en la evidencia. La sostenibilidad no es un lujo ni una moda, sino un imperativo moral y práctico. Si no tomamos medidas inmediatas, estaremos comprometiendo nuestro futuro, hipotecando los recursos de las próximas generaciones y condenando al país a enfrentar crisis aún mayores.
Fuente/Copyright: María José Murcia - La Nación