Ya han transcurrido casi diez meses del inicio del gobierno de Javier Milei y no hay mayores novedades de lo que se intuía en febrero, excepto, quizás, que el dólar está más retrasado en una Argentina cada vez más cara en la divisa estadounidense y donde se profundizó el ajuste fiscal.
El mundo funciona en cuanto a actividad y baja inflación. En Europa, Meloni es la nueva Merkel, el sentido común que es el más escaso. Estados Unidos, con una elección reñida, está para cualquiera y faltan seis semanas para los comicios. No está claro qué presidente nos conviene –si Kamala Harris o Donald Trump-, pues la región sigue siendo intrascendente para Estados Unidos.
Siguen las dos guerras y pueden conectarse por la estrecha vinculación entre Rusia e Irán, el archienemigo de Israel. El posicionamiento de Milei frente a la llamada Agenda 2030 y la ONU no nos conviene, ciertamente somos un outlier del mundo. Es una mala señal para los mercados.
En Argentina, seguimos en recesión, cae fuerte el índice de confianza del consumidor medido por la Universidad Torcuato Di Tella, el consumo masivo está por el piso, la inversión va a un ritmo de menos 20% del PIB, con un RIGI prometedor, pero que enfrenta el riesgo país de Ecuador. Este indicador debería bajar de 1.000 puntos a la zona de 300, aunque seguiría siendo elevado. Con el cepo no es práctico invertir. Lo de la empresa Petronas expone toda una señal de que la macro no ayuda a hundir inversión.
Como le pasó a Macri, el país no alienta la inversión. Distinto fue en el ciclo de Frondizi en 1958 y de Menem-Cavallo en 1991. El PIB actualmente está cayendo 4 por ciento. Se espera un rebote de 4% el año que viene.
En materia de inflación, vamos bien pero no hay convergencia a 2% para la Navidad. Más bien esperamos un 4% mensual, que es la inflación anual de Ucrania como dijo Alfonso Prat Gay en el último Ciclo de IAE Alumni.
El gasto primario bajó mucho, se buscan los niveles históricos de la democracia y eso duele. El gasto social está muy bajo: los médicos del Hospital de Clínicas ganan por debajo de la línea de pobreza. El salario de los universitarios también está muy contraído.
Los jubilados fueron los primeros en recortar su consumo de medicamentos y comida por el ajuste fiscal. El ingreso del sector público está virtualmente congelado. Faltan fondos para servir los compromisos en 2025. En este sentido, será clave la negociación con el FMI.
Algo de esfuerzo con la AUH y la tarjeta Alimentar. Es difícil hacer un enorme ajuste sin costo social, frase clásica de Milton Friedman. El kirchnerismo destruyó el país, la cirugía nos salvó de una eventual hiperinflación y esto duele.
La recaudación viene muy floja por la recesión y va a caer más cuando se saque el impuesto País. No hay margen para quitar las retenciones, a pesar de la caída del precio de la soja, la chicharrita del maíz, la falta de agua y el dólar congelado en nivel muy bajo. El campo deja de ganar en 2024, aunque todavía es estructuralmente rentable en grandes extensiones de tierra.
La industria lleva la peor parte, incluyendo el sector de la construcción. Es peligroso profundizar la apertura como lo plantea José Luis Espert, con todos los aranceles en cero. Es importante evitar las experiencias vividas con Martínez de Hoz y Menem, que invalidaron en parte los logros por la contracción de la producción y del empleo registrado y no registrado ante una apertura ingenua. El sector de servicios es muy heterogéneo y no se puede meter en una afirmación. Hidrocarburos y minería se proyectan bien. YPF deberá reemplazar a Petronas. Hay vocación de hacerlo.
Las privatizaciones se han vuelto intrascendentes: se empezó con una lista de 44 y quedan cuatro. Aerolíneas debe ser privada, es una máquina de perder plata y de soportar las mafias de los diferentes sindicatos de la firma, que no buscan el bien común. Sin privatización hay menos recursos. A diferencia de lo que sucedía en tiempos de Menem, ahora no nos quieren comprar las empresas públicas.
Encima, ahora emergió la sorpresa de una potencial crisis eléctrica para atender en el verano. Recuerdo la del verano de 1989, que le sacó votos a Eduardo Angeloz, siempre suceden problemas de distribución en la Capital. Esperemos se pueda prevenir esta potencial disrupción.
El blanqueo se proyecta bien, pero habrá que monitorearlo. La pobreza y la indigencia están muy altas y sorprende que, con estos indicadores, la población esté tan serena en las calles en un gobierno no peronista.
Esperemos que el gobierno le encuentre la vuelta porque el rumbo adoptado va en buena dirección. La tarea es enorme y compromete a toda la clase empresarial. La productividad será una variable central junto a las exportaciones en un país tan cerrado desde el peronismo de los 1940.
La política sigue confusa. El gobierno sufre internas, 60 funcionarios afuera del sistema. En tanto, la oposición está desarticulada. De mantenerse este escenario, quizás pierda con Milei en las elecciones de medio término. Eso puede fortalecer la vocación de reformas, que deberían tener más matices por la fatiga social que se nota en diversas encuestas. Según un relevamiento de Poliarquía, por ejemplo, la imagen de Milei evidencia una fuerte caída.
Como diría José Ortega y Gasset: “Argentinos, a las cosas”. Sería oportuno que el jefe de gabinete, Guillermo Francos, impulsara más espacio para el diálogo y la construcción, tan necesarios en esta polarización aguda de la sociedad. Todo se juega en la confianza, una responsabilidad de los que lideran.
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