Ejercer liderazgo, muchas veces, requiere provocar para desafiar el statu quo. Los sistemas tienden al equilibrio, incluso se equilibran en lo disfuncional, se acostumbran a funcionar mal como sistema, pero siempre ese “mal funcionamiento” es funcional visto desde una perspectiva.
Cuando los sistemas (equipos, organizaciones, etc) están estancados, en el bucle de siempre lo mismo, es necesario desestabilizar el sistema, sacarlo de su inercia, despertarlo. El que realiza esa intervención es quien ejerce liderazgo, hace que las cosas empecen a verse desde otro ángulo, trae nuevas preguntas.
Ejercer el liderazgo desafiando el statu quo desde la provocación es riesgoso (aunque necesario), no solo porque los que se beneficiaban se van a resistir (primero con la seducción y luego con el ataque) sino porque los que no se benefician están acostumbrados y le van a preguntar al que desafía sobre las mejoras que propone (que todavía no son tangibles, pero sabe que lo que se necesita ahora es la provocación). Entonces, entre los que no quieren que se cambie y los que se han acostumbrado se arma una facción de resistencia. Digamos que hay una resistencia con intencionalidad, y una sin intencionalidad.
Para desafiar entonces hay que tener un propósito muy claro en donde sostenerse, no aislarse, tener aliados para contrarrestar las resistencias, y de a poco ir consiguiendo resultados (aunque mínimos, cambiar la dinámica) para atraer a los acostumbrados (e incómodos).
Cómo se puede desafiar el estatus quo: haciendo preguntas sobre quiénes están cómodos e incómodos con las dinámicas actuales. Reflejando las resistencias cada vez que se propone un cambio. Mostrando todos los “sí, pero” que se esgrimen cada vez que hay una nueva idea. También se puede traer una nueva mirada (persona) para desafiar el adentro. O simplemente mostrar la propia frustración y desmotivación frente al estado actual de cosas.
Las organizaciones progresan con micro-fracturas. Es como la generación de un músculo, romper la fibra para hacerla más fuerte sin lastimarse y tener que hacer reposo. Muchas veces la fractura de un huesito del pie es más incómoda que la de la clavícula. La tensión del cambio es un arte, ejercer liderazgo es el arte de saber romperse sin quebrarse, de saber sostener tensiones sin terminar peleados, de ir creando propósitos compartidos de a poco. Desafiar y frustrar expectativas tienen que estar en arte de liderar, sino caemos en el riesgo del positivismo tóxico, que genera falsas sensaciones de bienestar y nos perdemos de sostenernos en lo más enriquecedor de la vida, hacer cosas con sentido.