En el contexto actual de la cuarta revolución industrial, resulta alarmante que Argentina continúe dependiendo de factores externos como el clima y los precios internacionales de los commodities para sostener su economía. Esto revela una profunda debilidad estructural: la falta de una política coherente que integre la ciencia y la tecnología con el desarrollo industrial. A pesar de los avances globales, nuestro país sigue atrapado en discusiones sobre la distribución de una riqueza que, en muchos casos, no existe, sin detenernos a reflexionar sobre cómo generarla.
Uno de los mayores desafíos es la escasa inversión en investigación y desarrollo (I+D). A pesar de un leve aumento al 0,55% del PBI en 2022, Argentina sigue muy rezagada en comparación con países como Brasil, Corea del Sur o Israel. La mayor parte de esta inversión proviene del sector público, lo que subraya la necesidad urgente de una mayor participación del sector privado. Si bien se ha observado un incremento en la inversión empresarial, aún no es suficiente para revertir la situación.
El problema no solo radica en la cantidad de inversión, sino también en su distribución y aplicación. En Argentina, la investigación básica sigue absorbiendo un porcentaje desproporcionado del presupuesto, en detrimento de la investigación aplicada y el desarrollo experimental, que son cruciales para generar innovaciones con impacto directo en la economía. Esta falta de enfoque estratégico ha llevado a que los avances científicos no se traduzcan en beneficios tangibles para la sociedad.
Además, la estructura del personal dedicado a la I+D en el país muestra signos preocupantes. Aunque ha habido un aumento en la cantidad de investigadores, la mayoría de ellos se encuentran en organismos públicos, con una incorporación aún limitada en el sector privado. Esto refleja una desconexión entre el mundo científico y el empresarial, lo que dificulta la transferencia de conocimientos y tecnologías al mercado.
Otro aspecto alarmante es el envejecimiento de la población científica en Argentina. La proporción de investigadores menores de 45 años ha disminuido, lo que sugiere que la carrera científica no es lo suficientemente atractiva para los jóvenes. Esto, combinado con salarios bajos y la falta de incentivos, podría llevar a una fuga de talentos, lo que agravaría aún más la situación.
En cuanto a la producción de I+D, los resultados son desalentadores. Aunque se han incrementado los proyectos, la generación de patentes, un indicador clave de la capacidad innovadora de un país, ha retrocedido. Mientras que países como Corea del Sur han logrado avances impresionantes, Argentina sigue estancada, lo que evidencia la falta de una política industrial y científica coherente y sostenida en el tiempo.
Para revertir esta situación, es imperativo que el sector empresarial reconozca el valor estratégico de la ciencia y la tecnología y se involucre más activamente en la inversión en I+D. Además, se requiere una reorientación de la política científica hacia objetivos más concretos y alineados con las necesidades del país, fomentando la colaboración público-privada y el desarrollo de innovaciones que generen valor agregado.
En definitiva, Argentina no puede seguir repitiendo los mismos errores y esperar resultados diferentes, llevamos 40 años insistiendo con un esquema desarticulado y desenfocado. Es necesario un cambio de paradigma que coloque a la ciencia y la tecnología en el centro del desarrollo económico, con una visión de largo plazo que articule el esfuerzo científico con el crecimiento industrial concentrado en algunos sectores industriales estratégicos, sin pretender abarcar todo el espectro. Solo así podremos dejar de depender de variables incontrolables y construir una economía más sólida y resiliente, capaz de competir en el escenario global.
Esta reflexión no solo busca destacar los desafíos actuales, sino también invitar a una acción coordinada entre los sectores público y privado para construir un futuro más próspero y sostenible para Argentina.
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*el autor es decano de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Austral y profesor del IAE Business School
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