Soplan nuevos aires en nuestro país. A la mayoría de los empresarios y emprendedores los llena de ilusión anticipar que se irán liberando, de a poco, de agobiantes sistemas de regulaciones que han cambiado su capacidad de competir y los han obligado a mirar el corto plazo para poder seguir subsistiendo. Pero ¿tienen la capacidad de afrontar mercados más estables y competitivos en los que hace décadas que no actúan libremente?
Inevitablemente se fue desarrollado una musculatura de la inmediatez, tras décadas de estar a la defensiva ante los cambios de reglamentaciones, regulaciones, precios máximos y tantas deformaciones que terminaron siendo parte de su quehacer cotidiano. Ahora están obligados a adoptar un cambio de paradigma en su accionar. Y muchos quizás no estén del todo preparados. Ante la clara demanda de un cambio por parte de la sociedad, debemos preguntarnos si cada uno de nosotros quiere cambiar. El esfuerzo va a ser muy grande.
El cambio requiere un aprendizaje fundacional en las empresas, que afectará las perspectivas de negocio y pondrá en crisis los paradigmas. Nadie duda de que parte de la solución es ser eficaces. Los resultados dependerán de que los costos mejoren frente a precios que ahora serán más estables, producto de una competencia mayor. Pero, aunque la eficacia es necesaria, no será suficiente. Las empresas son comunidades que buscan satisfacer necesidades de la sociedad a través de la producción de bienes o servicios. La estabilidad en la eficacia solo se logrará con un sólido aprendizaje organizacional, para que el modo de hacer las cosas le dé una identidad particular a cada empresa. Ese aprendizaje es costoso y riesgoso, pero hay que afrontarlo.
Quizás por maximizar beneficios de corto plazo, algunas empresas deciden ahorrar en este aspecto clave. Pero, en entornos estables y altamente competitivos, será imprescindible ahondar en este desafío. El proceso de aprendizaje organizacional debe ser cada vez más participativo, involucrando a los diferentes sectores de la empresa.
No olvidemos la máxima de la educación moderna: “Si me lo contás, me lo olvido; si me lo enseñás, me lo acuerdo; si me involucrás, lo aprendo”. Los sistemas pedagógicos proactivos -talleres, discusiones de casos, role playing, etcétera- son la forma de lograr objetivos de mejora personal y conjunta. Se caracterizan por desarrollar equipos más coordinados y diversos, que hacen de su tarea una permanente fuente de saber.
En un país con serios problemas educativos de lenta resolución, la falta de talento es la amenaza más importante para la inversión y el crecimiento. Las empresas que logren generar conocimiento a través del aprendizaje proactivo de todos sus miembros desarrollarán una identidad caracterizada por la retención de talentos y por la unidad, porque sus empleados estarán bien alineados con los objetivos de mediano y largo plazo.
Promover el aprendizaje proactivo en los integrantes de la empresa no solo mejora la gestión, sino que es el rol más relevante de una organización en la sociedad. No me refiero solo al aprendizaje técnico asociado a cada tarea, sino también a una formación integral y humana que le permita a cada empleado sacar lo mejor de sí. De este modo, podremos garantizar comunidades empresarias más transparentes, unidas y eficaces.
Todos queremos un cambio. Aprendamos a cambiar.
Fuente/Copyright: Guillermo Fraile