En el bar de la esquina de su parada habitual, los amigos habituales pasajeros de la línea 102[1] comparten un café en una mesa, y distraídamente cada tanto pispean un ejemplar del diario que ambos leen que han dejado en la mesa de al lado. El ingeniero arranca a conversar sobre la situación del club del que ambos son socios desde la infancia.
“Oime. Acá tengo la lista que te propongo para la Comisión Directiva para que podamos acordar aquí y ahora”, dice el ingeniero.
“Sos consciente de que nunca retendremos a todos los delegados en la Asamblea, sea como sea que se conforme la CD”, responde el contador.
“Estimo que de mi lado perderemos un 2% de votos cuando anunciemos públicamente que propondremos una CD en forma conjunta” dice el amarillo.
El violeta piensa un rato y contesta “me parece que nosotros tendremos más retención y perderemos un 1% de votos, con lo que podríamos contar con un piso de 56% en una votación en la Asamblea de delegados”.
“No descartes que se pierda algún voto más…”
“Pero he encontrado algunos problemas en la formación de la CD”.
“¡No me digas! A mí también se me complicaron las cosas”.
“Habíamos dicho por teléfono que vos identificabas cinco candidatos firmes para la Comisión, incluyendo el presidente y el tesorero”.
“Sí, y yo ubicaba cuatro candidatos con un vicepresidente y un secretario”.
“Bueno, yo soy el secretario firme”.
“Ja, yo voy como el tesorero firme”.
“Mirá vos, no me imaginé que aceptaras estar” dijo el violeta.
“Yo tampoco que fueras el secretario” le contestó el amarillo.
“Bueno, somos dos y qué dos, pero nos faltan siete… Seis en realidad. El presidente es ya sabés quién, después de todo a él se le ocurrió la idea de los violetas.”
“Puede ser, pero también sabés lo irritante que es por su estridencia para la mayor parte de los amarillos“.
“Es un dato. Los violetas no van a aceptar a otro. Y te aseguro que será menos estridente como presidente del club que como candidato”.
“Mejor que sea así. Pero estaba pensando. ¿Nosotros estamos confirmados por nuestras respectivas listas?”
“Ah, vos también oíste rumores en radio pasillo”.
“Pero ¿cómo no voy a oirlos?”
“Yo creo que es mejor que asumamos que será verdad y trabajemos en las dos o tres semanas de socialización de nuestras ideas”.
“OK. Asumamos entonces que tenemos tres puestos cubiertos sobre nueve”.
“Dale. Proponeme un vicepresidente entonces”.
“Nuestra candidata a presidente. Es una de las fundadoras de la lista amarilla. Además se comportó en forma impecable cuando fue la primera persona en proponer que colaboraran nuestras dos líneas”.
“Gran idea. ¿Se bancará ser vice y no presi?”.
“Ella sólo busca lo mejor para el club”.
“Ya tenemos la mesa chica. Los violetas siempre pensaron que debería ser una de las nuestras”.
“Faltan tres vocales de tu lado y dos de mi lado”.
“Bueno yo te pasé mis tres candidatos por whatsapp”.
“Y yo mis dos candidatos por whatsapp”.
“Oime, pero esos dos candidatos no van…“
“Buah, los tres tuyos despiertan rechazo entre los amarillos”.
Y comenzaron los intercambios. Este sí, pero aquel anunció que estaría en la CD y después se bajó. Este otro dijo que quería ser el tesorero y después la candidata amarilla a presidente dijo en público que no confiaría el dinero del club a esa persona. Aquel pretendía ser el secretario y el presidente electo no lo confirmó, así que renunció a la secretaría antes de ser nominado. Muchos se sentían los elegidos, pero pocos habían hablado realmente con las cabezas de lista o con sus colegas en la Asamblea de Delegados.
Finalmente, después de intercambiar nombres y cambiarlos varias veces de los dos lados, pueden ponerse de acuerdo en un grupo de cinco candidatos a la CD, tres violetas intachables y dos amarillos incuestionables.
“¿Por qué no pensamos primero en ellos?” se pregunta el contador.
“Qué buena pregunta” contesta el ingeniero.
“Es que estábamos intercambiando piezas en un ajedrez de intereses y facciones, no pensamos en los mejores para las funciones que tienen que cubrir en un club como el nuestro”.
“¿Y la buena gobernanza? ¿Sabés? Es una disciplina que hay que aplicar a todas las instituciones y a todos los niveles. No sólo para armar Directorios”.
Nuevamente se miran diez segundos.
“Es que verdaderamente somos el club de los ignorantes”[2]>, dice el ingeniero.
“Y otra vez volvió la flor de metáfora aunque no por la misma fuente…”, agrega el contador.
“Esperemos que Dios nos inspire en la gestión como nos inspiró recién”, remata el ingeniero.
Los amigos se levantan y se dirigen pensativos a cruzar la avenida Las Heras para tomar el 102 para comenzar sus respectivos días de trabajo. El club puede confiar en la mejor de las intenciones de sus nuevos dirigentes para recrear sus glorias pasadas.
[1] Línea de transporte urbano en la ciudad de Buenos Aires.
[2] En muchas ocasiones, distintos escritores citan a Domingo Faustino Sarmiento, como el autor de la siguiente frase en 1850: “Ignorante y argentino tienen las mismas letras. Luchemos para que no sean sinónimos”. Esta frase ya fue citada hace dos columnas en este mismo newsletter.