A medida que nos acercamos a 2024, se vislumbra un escenario que seguirá siendo complejo e impredecible tanto a nivel nacional como global. El contexto económico en Argentina continuará mostrando escenarios de alta inflación, con un esperado ajuste de precios relativos y una caída en el nivel de actividad. Además, la complejidad mundial -agravada por las guerras en Israel y Ucrania, las migraciones y desigualdades crecientes- exacerba la incertidumbre local. En tanto, los avances tecnológicos, como la inteligencia artificial, si bien ofrecen oportunidades significativas, conllevan también riesgos para la humanidad.
Ante la volatilidad del entorno actual, adoptar un modelo de liderazgo adaptativo, es decir, centrado en responder eficazmente a desafíos y cambios imprevistos, se convierte en un imperativo. Quienes debemos enfrentar los desafíos que se seguirán presentando en el país tenemos que sobrellevar las incomodidades y pérdidas de los ajustes de corto plazo y esto nos exige conectar aún más con nuestro propósito.
Necesitamos encontrar el sentido más profundo de por qué elegimos quedarnos en el país ocupando un rol de liderazgo. Tenemos que hacer que tenga sentido esa decisión a través de nuestro actuar, mediante el diálogo y el trabajo sistémico y colaborativo para encontrar soluciones viables con visión de mediano y largo plazo. Y tenemos que hacerlo de manera colectiva, en colaboración con otros. Una sola parte de la sociedad, una sola organización o cámara no serán suficientes.
Necesitamos articularnos y estar dispuestos a soltar algo -cada uno sabrá qué- para ganar en forma conjunta.
Los líderes empresariales en 2024 tendremos que fomentar aún más la agilidad, la empatía y la capacidad de adaptarnos a situaciones complejas y desafiantes, impulsando la innovación y la resiliencia en nuestras organizaciones. Esto conlleva no solo la capacidad de reaccionar ante situaciones cambiantes, sino también la habilidad de liderar transformaciones significativas a nivel individual y organizacional. El modelo adaptativo, propuesto por el profesor de la Harvard Kennedy School Ronald Heifetz, distingue entre problemas técnicos y adaptativos. Mientras los problemas técnicos requieren soluciones preestablecidas y conocimientos especializados, los problemas adaptativos demandan un enfoque más amplio y una respuesta más dinámica. En un contexto como el que vivimos, en el que la incertidumbre y la complejidad prevalecen, los líderes debemos fomentar una cultura organizacional que promueva la experimentación, el aprendizaje continuo y la toma de decisiones adaptativa en respuesta a desafíos imprevistos.
Los argentinos sabemos de esto, lo hacemos casi sin darnos cuenta, por instinto. Convivimos con altos niveles de incertidumbre desde hace tiempo. Sin embargo, esa capacidad de salir a flote ante los cambios constantes puede no siempre dar los resultados esperados. Necesitamos conocernos mejor y trabajar nuestro estilo para ser mejores líderes, para ser líderes adaptativos.
Una característica fundamental del liderazgo adaptativo es que exige una comprensión profunda de las necesidades y aspiraciones de nuestros equipos de trabajo y la capacidad de movilizar recursos colectivos para abordar problemas sistémicos arraigados. La construcción de confianza y la promoción de un diálogo inclusivo se destacan como componentes esenciales para generar un sentido de propósito compartido y facilitar la cocreación de soluciones innovadoras y sostenibles. Como líderes, debemos tener la capacidad de contagiar ese sentido de propósito, esa elección que hacemos de estar donde estamos haciendo lo que hacemos. Por eso, es fundamental hacer primero esa conexión con nuestras propias motivaciones.
El trabajo adaptativo exige cambiar hábitos, modificar ciertas creencias y resignificar algunos valores; requiere de una combinación de tensión y contención. Estas situaciones desafían especialmente a quienes ocupamos posiciones de liderazgo porque tenemos que sostener la tensión a un ritmo tolerable para la organización. Cuando los líderes apoyan a los colaboradores para afrontar los cambios de forma eficaz, contribuyen a reducir los niveles de estrés y mejorar el bienestar general de los equipos. El estrés inherente a un contexto desafiante como el argentino requiere una atención especial a la salud y el bienestar personal. Asegurar un equilibrio saludable implica prestar atención al sueño, la nutrición, el ejercicio físico y el cuidado espiritual.
Por último, en medio de las preocupaciones económicas y los desafíos empresariales, no debemos limitar nuestra mirada a quienes tenemos más cerca, a nuestro entorno más directo: tenemos que intentar no perder de vista a quienes más sufren. Los privilegios otorgan la responsabilidad de fortalecer el compromiso social con los más necesitados. En tiempos de adversidad, una mayor solidaridad y apoyo a las comunidades vulnerables no solo refuerzan la cohesión social, sino que también promueven un entorno más equitativo y sostenible para el crecimiento colectivo. Dado lo demandante que es liderar en estos entornos, para que esto sea posible, también debe ser parte de nuestra agenda.