Expertos en protegerse del deterioro de sus ingresos, los consumidores anticipan compras, ajustan sus preferencias y se refugian en el consumo posible. Según informes de la Cámara Argentina de Comercio, el consumo ha mostrado una mejora en septiembre, se recuperó del trimestre negativo y rompió la tendencia descendente del 2023. En parte debido a los bonos, refuerzos económicos y devolución del IVA, y también por la huida de los pesos dada la importante aceleración de la inflación, que en agosto y septiembre prácticamente duplico los indicadores mensuales del año.
La CAME, que agrupa a las medianas empresas, informa una caída interanual de ventas de 5,1%, con excepciones en farmacias (+3,2%) y calzado (+0,5%). Perfumería, ferreterías, construcción y bazar, decoración, hogar y muebles pierden entre 1% y 2%, alimentos y bebidas 2,6% y con 7,3%, textiles e indumentaria son los más castigados. Analizando en detalle, los gastos de consumo entre autoservicios y cadenas informados por Scentia, muestran en septiembre un leve aumento de 1,1% interanual, concentrado especialmente en las cadenas, gracias a los programas de precios regulados.
El mayor incremento se registra en el 19,5% de la compra de impulso, pero los rubros de limpieza y desayuno tienen incrementos bajos, que en los autoservicios independientes se transforman en caídas de -5% y -2,5% respectivamente. Los problemas de abastecimiento por falta de insumos y reducciones de producción se traducen en un traslado hacia segundas marcas y marcas propias de los canales, que ayudan a gastar menos.
Con una sociedad con décadas de ejercicio en defender el valor de sus ingresos cada vez más magros, el público apura consumos para intentar ganarles a los precios en su desenfrenada carrera. No hay que perder de vista que la moneda argentina perdió 13 ceros, y va camino de perder 3 más, y eso en alguna parte del inconsciente, recupera hábitos de defensa del poder adquisitivo.
Al mismo tiempo, del lado de la oferta, las expectativas de devaluación y la falta de insumos impulsan aumentos y retenciones de mercadería para defender el poder de compra y la sustentabilidad de los negocios frente a la expectativa de nuevos aumentos.
Sin embargo, la perspectiva de moneda devaluada y ausencia de crédito auguran al menos para 2024, un panorama de refugio en el consumo, a falta de opciones de ahorro o de compra de bienes durables de alto valor. Superado el año eleccionario, las medidas artificiales de contención de precios se debilitarán y provocarán un salto inflacionario solo moderado por la anticipación implícita en los recientes aumentos de precios. La falta de inversiones no generará más trabajo, por lo que los subsidios seguirán vigentes, y con ellos el déficit fiscal y la inflación. Un comentario aparte merece la informalidad, que, con su presencia opaca en la actividad, modera la ponderación de la pobreza, y sostiene el consumo entre los sectores de menores ingresos.
En definitiva, la continuación de la pérdida de poder adquisitivo parece inexorable. Y en ese contexto, acentuado por las restricciones en la oferta, lo previsible es que el consumo en 2024 se mantenga como vía de escape a la pérdida de poder adquisitivo, y una aceptación mayor de segundas marcas y marcas propias, estas últimas preferidas por los canales por su mayor rentabilidad, aunque implican más dedicación y riesgos frente a los clientes. Pero con un panorama económico sombrío el consumo, aunque en menor medida, es el escape posible frente a la falta de mejores oportunidades.