Desde el final del confinamiento la macroeconomía argentina parecería estar a punto de un sustancial desalineamiento y crisis. El deterioro de las cuentas fiscales, los desequilibrios internos entre los que se encuentran el sistema de precios, indicadores sociales y, más recientemente, el efecto de la sequía, agravaron notoriamente la situación. La mayoría han sido aspectos que exponen la mala gestión de la política económica y el sesgo histórico de nuestra sociedad sobre asumir nuestro verdadero nivel de riqueza. Ahora bien, el pasado transcurrió, por lo tanto, el análisis de lo ocurrido es fundamental, pero también es determinante la elección de alguno de los caminos alternativos a seguir con el objetivo de resolver las consecuencias de ese accionar y también modificarlo en forma persistente.
Argentina no es ni será el único caso en afrontar e intentar resolver un proceso de atraso crónico. Algunos países no solo lograron dejar atrás sus dificultades, similares a las de Argentina, sino que desde las políticas impartidas inauguraron un proceso de crecimiento y desarrollo sostenibles, incluso durante el curso de los acontecimientos, aplicando modificaciones sustanciales en la gestión. En efecto, resulta interesante reflexionar y apuntar premisas comunes de algunos de esos casos exitosos, muchos de los cuales persisten hasta la actualidad.
En primer lugar, una de las características comunes es que las políticas económicas tienen un enfoque diverso. No solo se debe ocupar de la implementación de un programa de estabilización, éste último muy en corriente en nuestro país, sino que la sustentabilidad de un proceso es resultado de una política integral de impulso a la producción, cambio estructural e inclusión social, puesto que la inclusión es uno de los factores determinantes de éxito de las políticas. Concretamente, es en este punto donde denominar al proceso de rápida industrialización y, en efecto, desarrollo económico de los países del Este asiático, es ciertamente un error sustantivo. Esos procesos de desarrollo fueron orientados e impulsados por el sector público con una perspectiva netamente pragmática, es decir, lejos de la intervención total y de la idea de orden espontáneo de la economía. En la mayoría de los países, aún con ciertos matices, por ejemplo, Vietnam no es similar a Corea, y Malasia es bien distinto a esos dos países, se implementaron medidas tradicionales para incentivar la inversión de la economía y, en simultáneo, el sector público impartió un fuerte proceso de inversión en infraestructura y educación (caso en agenda de investigación del proyecto Productividad Inclusiva de la Universidad Austral y el IAE). Esos tres casos, aunque también se aplica a los demás países de rápida industrialización, se diferenciaron de otras experiencias en el aspecto de abordar el crecimiento de largo plazo mediante políticas educativas y de capacitación convergentes con el proceso. Si bien con algunas diferencias, la expansión de la oferta educativa fue crucial para sostener la dinámica, pues la oferta se dinamizó y migró hacia actividades de mayor valor agregado, entretanto minimizando episodios de inflación y desequilibrios macro persistentes.
Por otro lado, no menos importante, el proceso de reformas debe contar con acuerdos que generen cohesión, efectivamente la implementación debe ser inmediata dado el nivel de poder de persuasión de un nuevo gobierno. Experiencias exitosas de desarrollo impartieron reformas con celeridad y resultados de corto plazo. El aspecto importante es que frente a la demanda de estabilidad y los distintos sectores sociales de distinto poder relativo, el tiempo de aplicación de reformas es muy escaso, en simultáneo la demanda de resultados de corto plazo es alta. Desde estos aspectos y tomando experiencias favorables, los programas de reformas comúnmente se alejaron de regímenes fijos, centrándose en un sinceramiento de los de-sequilibrios macro, acuerdos con todos los sectores de la economía (mirada inclusiva) y la identificación de las potencialidades de la economía ante medidas que relajen las distorsiones, entre las que se pueden mencionar en nuestro país: estimación de exportaciones generadas en Vaca Muerta, potencial aumento de exportaciones ante una relajación de retenciones, mayor formalidad laboral frente a una eventual rebaja de contribuciones patronales, entre otros. Si el desempeño resultante de un programa de estabilización, producción y sinceramiento de la economía, inicia un período de aumento del ingreso y producto junto con una mayor eficiencia del sector público nacional, ya sea por ajuste y eliminación de gasto, y aumento de los ingresos fiscales, un menor nivel de incertidumbre mejorará el espacio de gestión para intensificar las medidas. Esa intensificación se puede relacionar con la dominancia del sector privado en la estructura de producción y un mejor accionar del sector público en su rol de regulador. Nada nuevo en el funcionamiento de la economía, aunque reconociendo esta especie de karma argentino de los últimos años asociado a la necesidad del sector público por sobre el privado.
En suma, las reformas que se requieren en el contexto actual no deben tener el carácter restrictivo ni temporal, sino que, lejos de las invenciones y de las rupturas masivas, es de esperar que se implementen modificaciones que amplíen el espacio de acción de la política pública en coordinación con el sector privado, y que inauguren un proceso de cambio persistente y convergente con la potencialidad de nuestro país.
*Economista investigador del IAE Business School, Universidad Austral.