En la columna “Las emociones, los afectos y el Directorio” del mes de julio de este año del newsletter de la Cátedra, pedimos feedback para el contador, personaje de estos diálogos. Como no se recibió nada, la historia continúa sin el input de los lectores…
Sube en la parada de la Facultad de Ingeniería de la avenida Las Heras, el ingeniero que es profesor en esa Facultad. En la unidad de la línea 102[1] está sentado como es frecuente su amigo el contador que es director de la empresa familiar.
“Hola, ¿cómo andás?” pregunta el ingeniero.
“Más o menos. Te pediría que no continuemos con nuestro intercambio de la última vez. El tema del club se resolverá más allá de lo que pensemos nosotros dos[2]”, saludó el contador.
“La verdad es que me sentí muy frustrado cuando cortamos la charla”.
”Por favor, no abramos nuevamente ese capítulo, en serio”, pidió el contador.
“De acuerdo, yo tampoco quisiera que discutamos por el tema del club”.
“Bueno, como te imaginarás vengo de la oficina de la empresa familiar y de una reunión de accionistas, fíjate que no dije reunión de Directorio”.
“Ajá. No estaba enterado de que ibas a ir a una reunión de accionistas”.
“Es que no nos vimos mucho en las últimas semanas. Entre las elecciones del club, las PASO y el trabajo de cada uno…” trató de explicar el contador con un poco de vergüenza. En realidad, le hubiera gustado tener este encuentro antes de la reunión de accionistas.
“Lástima”.
“Sí, lástima. Pero bueno, después de la tormentosa reunión de Directorio que te comenté hace ya un par de meses, mi primo Mario y yo decidimos convocar a una reunión de accionistas. Es decir, a una reunión de los siete primos que además de accionistas somos directores”.
“Recordame un poco cómo es tu primaje. A veces me confundo”, pidió el ingeniero.
“La segunda generación se formó con cinco hijos. Papá me tuvo a mí como hijo único. Sus hermanos varones tuvieron un hijo, dos hijos y otro tuvo también un hijo. La única hermana mujer, mi tía, tuvo dos hijos. Los que somos hijos únicos heredamos el 20% cada uno. Los otros primos heredaron 10% cada uno. Los hijos de mi tía en aquella reunión generaron mucho ruido y lograron confundir completamente a los hijos de mi tío que también tuvo dos hijos”.
“Debería estandarizarse la cantidad de hijos que tienen los hijos de un fundador” ironizó el ingeniero.
“Que no te escuche mi tía que se queja de que somos una familia muy parca en esto de reproducirnos.”
“Bueno, entonces armaron una reunión de accionistas, no de directores”.
“Claro. Fue hoy. Y hubo tres primos con 20% cada uno y cuatro primos con el 10% cada uno”.
“Ya no era una reunión de iguales como la del Directorio”.
“No, pero en la conversación sólo mi primo Mario, el presidente, y yo recordábamos ese dato que no es menor. Tuvimos que repetirlo uno y otra vez, porque los chicos malos pedían siempre que levantaran la mano los que estaban de acuerdo con sus mociones”.
“Oh, oh. Intuyo que las mociones eran controvertidas…” apuntó el ingeniero.
“Más que controvertidas. Está claro que hoy somos siete accionistas en desacuerdo, en contradicción unos con otros”.
“¿Tan mal la pasaste?”
“Fue horrible. En temas de dividendos fuimos tres contra cuatro, pero eso fue el 60% del capital contra el 40% del capital”.
“Será justicia” dijo el ingeniero llevándose la palma izquierda a la zona en que intuía estaba su corazón.
“En temas de honorarios de directores también fuimos tres contra cuatro, exactamente el 60% del capital con el 40%”.
“Ya llegamos a la parada. Tomemos un café rápido para terminar la faena”, propuso el ingeniero.
“Dale”.
Ya instalados, continuó la conversación.
“¿Y entonces?”
“Lo molesto era que los chicos malos insistían en que levantáramos la mano como individuos cuando en realidad estábamos allí como accionistas y tres de nosotros valemos más que los otros cuatro”.
“Bueno, la segunda generación no iba a tener hijos pensando en los equilibrios políticos de la tercera”.
“Ojalá lo hubieran hecho. Hemos sido una primada de cinco amigos con dos primos con quienes teníamos más distancia pero a los que queríamos igual Y ahora…”
“Están más cerca de Capuletos y Montescos[3] que de ser la familia Ingalls[4]”.
“Exacto”.
“A ver, van a tener que pensar muy bien lo que hacen. Hay conflicto en el Directorio, hay conflicto entre accionistas. ¿Se acabó el affectio societaris? ¿Guerra en puerta?”
“No terminó allí el entuerto. Después se discutieron los honorarios del presidente y del vicepresidente – o sea de Mario y míos”.
“No…”
“Sí. Mario y yo perdimos cinco a siete, 60% a 40% del capital”.
“Único consuelo, no fue en una Asamblea. Por lo tanto, es como una encuesta de opinión, pero no una decisión inapelable”.
“Ingegnere, no podemos vivir así. Estos conflictos uno los ve en las series como Dinastía[5], Dallas[6], Succession. O en películas sobre Wall Street y sobre el despiadado mundo corporativo. Pero somos una empresa mediana, que yo creía que estaba profesionalizada en su management: ningún pariente tiene cargos ejecutivos“, resopló el contador.
“Ah, pero es que no alcanza con gerentes profesionales y un Directorio lleno de familiares. No hicieron un protocolo familiar, todo fue acuerdos de palabra. No firmaron un acuerdo de accionistas. No hay uno o más directores independientes. No se han aislado de conflictos familiares potenciales entre Ustedes”.
“Cáspita. ¿Cuándo aprendiste todo esto? ¿En el IAE?”
El ingeniero apuntó a su reloj y dijo “Creo que ya es la hora de ir cada una para su casa”.
Los amigos se levantaron y salieron del siempre trajinado bar sobre la avenida Las Heras.
[1] Línea de transporte urbano en la ciudad de Buenos Aires.
[2] Alusión a la anterior columna del autor en el blog de la Cátedra del mes de agosto de 2023 https://lnkd.in/edT2mw5Y
[3] Familias de Verona enfrentadas en el clásico “Romeo y Julieta” de William Shakespeare.
[4] Serie de televisión de los años 1970 en la que se contaban las peripecias de una idílica y armoniosa familia en el Oeste de los EE UU a fines del siglo XIX.
[5] Otra serie de televisión de los años 1980, recientemente reflotada en Netflix.