En el bar de la Facultad de Ingeniería de la avenida Las Heras, los amigos habituales pasajeros de la línea 102[1] toman un café antes de compartir una clase de posgrado a la que el ingeniero ha invitado al contador. El ingeniero abre el fuego de la improvisada tertulia, que no podrá durar más de 10 minutos.
“Hoy tengo yo algo que contarte” lanza el ingeniero.
“Soy todo oídos. Intuyo que tendrá que ver con la sucesión de tu familia”, responde el contador.
“Para nada, joven. Se trata de una situación que acabo de vivir en mi club. Y a vos, como a mí, me interesan los temas de gobierno de las organizaciones”.
“Absolutamente. Contame”, invitó el contador.
“Bueno, en mi club – que es también el tuyo, je, pero yo siempre lo he sentido como mío…”
“Sí, es verdad, que lo tuyo siempre fue visceral con el club. Yo siempre lo miro con más escepticismo, con cierta distancia de observador.”
“Retomando. En mi club hace muchos años que gana la lista Celeste, salvo en el período anterior al actual, en que se impuso la lista Amarilla”.
“Sí, sí. Ya sé”.
“La lista Celeste tiene una larga tradición de gastar más de lo que se recauda y de cubrir la diferencia con endeudamiento garantizado con la gran cantidad de activos que había acumulado la lista Blanca, fundadora del club y su guía durante muchos años, y que había sabido manejar la institución con austeridad”.
“Hasta que llegaron los celestes con promesas fantásticas y críticas al manejo cerrado y oligárquico de los blancos. Ganaron en forma masiva la elección y empezaron a una carrera loca de despilfarro en fiestas, en torneos internos, en eventos culturales y en contrataciones de personal – algunos familiares de la comisión directiva - y a economizar en el mantenimiento de canchas y edificios.”
“Sin pensar en generar nuevos ingresos. Bueno, la situación se había puesto tan mal que recordarás que con algunos amigos formamos la lista Amarilla, que nos sentíamos de alguna manera herederos de los blancos. Incluso te invitamos pero nos dijiste que había que ser más radical que los planteos que hacíamos los amarillos. Después de varias elecciones en que creo que nos hicieron fraude, como minoría en la comisión directiva conseguimos que se aprobara un sistema electrónico de votación” señala el ingeniero.
“Y me vas a decir que en ese momento finalmente predominó el sentido común y la responsabilidad, y los socios los eligieron para conducir el club. Recuerdo tu alegría en ese momento”.
“Poco nos duró. Los problemas acumulados eran tantos que lo único que nos atrevimos a hacer fue refinanciar las deudas y marchar lenta pero consistentemente hacia el equilibrio. En el camino tuvimos que empezar a cobrar cuotas más altas, aunque no mucho; cobrar por algunos servicios que los celestes habían convertido en gratuitos”.
“Pero ¿por qué no se animaron a más? Yo no vi manifestaciones con morteros o con piedrazos hacia la sede del club. Viví diciéndote que no podían dudar y que tenían que actuar con más decisión” dice el contador.
“Cierto, cierto. Pero los mails de secretaría, de informes y de las capitanías de deportes eran 20 a 1 de críticas, protestas y amenazas. Los celestes incluso empezaron a emitir un newsletter paralela a la oficial del club. En las elecciones de renovación de la subcomisión de sede la lista Celeste arrasó y nos quedamos sin ningún vocal. Parecía que la mayoría silenciosa en quien habíamos confiado había perdido la vocación de reestablecer el orden en la institución.”
“De Gaulle, Churchill afrontaron situaciones realmente críticas y no les tembló el pulso”.
El ingeniero protestó. “No nos compares ni compares las situaciones. No se trataba de matar o morir, de defender al país o desaparecer de la Historia. No se puede manejar una asociación civil sin el consenso de los socios”.
“A la larga nada se puede manejar sin el consenso de los socios. No tengo que recordarte el ejemplo de la empresa de mi familia”.
“Bueno, la cuestión es que los celestes volvieron diciendo que habían aprendido y ahora serían mejores. Llegó la pandemia y la cuarentena eterna…”
“No me lo recuerdes, por favor…” interrumpe el contador.
“Mucha gente dejó de pagar la cuota, algunos se borraron. Pero los celestes no redujeron ni la plantilla ni los eventos que continuaron, aunque limitados en el número de participantes. Los gastos en los equipos deportivos aumentaron. Todo se descontroló.”
“Seguramente los mails empezaron a sonar en contra”.
“Sí, y los amarillos nos empezamos a preparar para retomar la dirección del club. Sólo que al pasar a la oposición se generaron dos puntos de vista entre nosotros: o hacer una oposición frontal o cautivar a parte de los celestes para conseguir una mayoría aplastante. No supimos resolver esta disyuntiva de manera razonable y creo que hasta se abrió una grieta entre nosotros”.
“Mientras tanto algunos socios como yo se armaron en la lista Violeta para acabar con los celeste de una manera definitiva que los amarillos nunca pudieron pensar en hacer” agrega el contador.
“Porque en buena medida ya sabemos lo que representa estar al mando. Hicimos nuestro aprendizaje, conocemos qué errores cometimos y qué habría que hacer para corregir la situación de manera definitiva. Pero somos menos espectaculares y carismáticos. Uds. tienen en sus filas a uno de esos tipos muy sociables y gregarios que siempre hay en los clubes, aunque en sus ataques y críticas va mucho más allá del espíritu de amistad que debería haber en un club”.
“Demasiado cerebro y poco coraje”.
“Nosotros estamos trabajando como un equipo hace doce años y ya tenemos armado no sólo las iniciativas sino quiénes las ejecutarán. No lo hacemos público todavía porque sabemos que Uds. no tienen idea concreta de lo que hay que hacer y nos han sabido copiar todas las cosas originales que podamos comunicar”.
“Nuestro grupo tiene gente muy capaz y con la voluntad de introducir cambios. Quizás no estemos armados todavía como un muy buen equipo. Reconoceme que hemos sabido transmitir muy bien nuestro mensaje de ruptura con el orden celeste”.
“Pero vos sabés muy bien que algunos violetas fueron celestes y que uno de ellos es el que ha estado financiando a esa lista. Y muchos socios sospechan que los violetas sólo servirán para diluirnos a nosotros los amarillos y que luego de muchos problemas consigan volver los celestes” dice el ingeniero.
“La verdad es que veo muchos violetas charlando con celestes y en cambio echando flit a los amarillos. Ahora que lo pienso, yo no debería estar teniendo esta conversación en público con vos, me van a acusar de ser un infiltrado amarillo” apunta el contador.
Se miran diez segundos.
“Flor de metáfora nos ha salido en esta conversación”, dice el ingeniero.
Los amigos se levantan y se dirigen pensativos al aula.
[1] Línea de transporte urbano en la ciudad de Buenos Aires.