Por Alejandro Marchionna Faré
Los amigos pasajeros de la línea 102[1] descienden de dos ómnibus de la línea que se han superpuesto en la misma parada. Uno ve al otro, se saludan y se sientan a tomar un café en la Confitería “San Agustín” donde compran habitualmente sus facturas ambas familias.
“Algo me pasó el otro día en la sala del Directorio en nuestra empresa y quería comentártelo” lanza el contador.
“Soy todo oídos. Intuyo que tendrá que ver con la sucesión de tu familia”, responde el ingeniero.
“Amazing[2]. Sí, efectivamente. ¿Cómo supiste?”
“La intuición no es propiedad exclusiva de las mujeres”, contesta el ingeniero.
“Bueno. Déjame contarte. Ese día me senté en el Directorio como cada dos semanas. Mi tío Aurelio, el hermano menor de papá, se sentó en la silla en la cabecera de la mesa. Se sienta ahí desde que papá murió siendo relativamente joven. Aurelio es mucho menor que papá pero hoy tiene 74 años. Si papá dejó su marca en nuestra empresa, Aurelio lleva casi 30 años dejando su marca”.
“Y vos te acordaste de “El otoño del patriarca” de García Márquez”.
“¿Cómo sabés?” y el contador miró con terror a su amigo.
“Nuestras mujeres charlaron de este tema esta mañana…”
“Ah… me lo debí imaginar. Pero esta novela de casi 50 años[3] no es exactamente nuestra historia familiar. Mi tío conoció muy bien tanto a su padre como a mi padre, que era su hermano mayor. Su infancia no transcurrió en la miseria y accedió a la presidencia por la muerte de mi abuelo y después por la enfermedad de mi padre”.
“Entonces no se justifica la ansiedad por el poder del personaje de García Márquez”.
“No. Pero al igual que Zacarías[4], toda la vida de mi tío ha sido una continua lucha llena de ansiedad por conservar todo poder que haya conquistado. Como dice el texto de García Márquez “el único error que no puede cometer ni una sola vez en toda su vida un hombre investido de autoridad y mando es impartir una orden que no esté seguro de que será cumplida".
“Te acordás de la cita incluso…”
“Sí, y sigue porque como represor cruel y terminante, Zacarías se justifica diciendo que "todo sobreviviente es un mal enemigo para toda la vida"”.
“A la flauta” acota el ingeniero.
“Peor, al igual que el dictador Aurelio cree que cuando él ya no esté "ya lo verán, decía, se volverán a repartir todo entre los curas, los gringos y los ricos, y nada para los pobres... porque éstos estarán siempre tan j… que el día en que la m… tenga algún valor los pobres nacerán sin c", colapsó el contador sobre la mesa.
“Bueno, gracias por ahorrarme las palabritas. Pero que tipo tan complejo puede resultar tu tío como para que me lo describas con la metáfora de esa cita”.
“Es que ahora Aurelio mismo se ha dado cuenta de la analogía con Zacarías y tiene de morir en soledad de muerte natural y que lo encuentren “medio comido por los gusanos” como al dictador”, apuntó el contador.
“Ah, bueno. A ver, creo que estás enfrentando un deber importante por cumplir“.
“¿Cuál?”
“Regresar la racionalidad al proceso de sucesión en la empresa de tu familia”.
“Pero ese es el problema. Ha habido violencia verbal, abuso de poder, desprecio, heridas, víctimas, victimarios, heridos e hirientes”.
“Bueno, bueno, no me tires por la cabeza el diccionario de la sección Policiales”.
“Es muy complejo el tema. Un señor de esa hoy joven edad tendría que estar en condiciones de pedir perdón y ordenar las cosas para adelante. En lugar de eso nos encontramos con alguien que chochea y bloquea con sus temores cualquier intento de organizar el traspaso generacional, por demás atrasado ya” afirmó rotundo el contador.
“Me parece que lo que tendrías que hacer es calmarte vos y poner paños fríos por todas partes. Concéntrense en consolar a Aurelio y a convencerlo de que todos lo guardarán con cariño en sus corazones. Ya ha vivido su vida y se ha equivocado. De nada serviría emprender una campaña de desaurelización”.
“Ah, me gusta ese neologismo. Tu propuesta es entonces perdón y sanación”.
“Sí. Den vuelta la página. Aprendan de los errores de la generación anterior. Preparen a la generación siguiente. Uds. mismos son bastante grandes ya. ¿Cuántos años podrán conducir con lucidez a esa empresa en un mundo de trabajo virtual, algoritmos e inteligencia artificial? ¿Cuántos de Uds. han leído a gente como Harari?”.
“No será fácil…” apuntó el contador.
“Es la única solución humana y posible para esta crisis”.
Habiendo dicho esto, el ingeniero se levantó de la mesa de la confitería y con un gesto invita a su amigo contador a partir rumbo a sus respectivas casas.
[1] Línea de transporte urbano en la ciudad de Buenos Aires.
[2] Sorprendente, en inglés en el diálogo original.
[4] El dictador sin otro nombre que Zacarías en dicho libro.