Por Alejandro Marchionna Faré
Un sábado de invierno, el ingeniero profesor de la Facultad de Ingeniería de la avenida Las Heras sube a una unidad de la línea 102 y oteando los asientos descubre a su amigo el contador y director de la empresa familiar.
El contador estaba profundamente ensimismado y hasta que el ingeniero se sentó al lado de él no lo había detectado.
“¡Qué cara! ¡Qué gesto!” dijo el ingeniero.
“Ja. Perdoname. Vengo de una reunión de Directorio de nuestra empresa” contestó casi amargamente el contador.
“¿Un sábado?”.
“Es que necesitábamos tener una discusión sin límites de tiempo”.
“¿Y consiguieron cubrir todos los temas que se habían planteado?”
“No” dijo el contador con un hilo de voz.
“Pero ¿por qué? ¿No fijaron el sábado para poder discutir con tiempo y sin interrupciones?”
“Es que discutimos largamente. Muy largamente, demasiado largamente; y no fue una discusión objetiva o con base en datos y análisis. Fijate que sólo llegamos a cubrir dos de los cinco temas que nos habíamos propuesto tratar”.
“¿Qué hizo tu primo que es el presidente?”
“¿Mario? Poco, muy poco. Estoy seguro de que sintió temor a enfrentarse con nuestros otros primos. El secretario del Directorio pudo hacer muy poco frente a su actitud tan pasiva”.
“Entonces él no fue el generador de las emociones fuertes”.
“Para nada. Fueron dos de mis primos y tres de mis primas”.
“Ah. Son siete directores, nunca me habías dicho que eran tantos”.
“Bueno me daba un poco de vergüenza. Hoy estuvimos todo el tiempo en una minoría de cinco contra dos. Porque aunque en algunos argumentos de ese bloque inesperado eran buenos, yo no podía aceptar el grado de agresividad, casi de violencia, con la que mis cinco primos encararon la reunión”.
“Fijate. Llegamos a nuestra parada. Bajemos y la seguimos en la confitería de la esquina”.
Dicho y hecho. Los amigos se bajan y entran a la confitería mencionada. La conversación continúa donde la habían dejado.
“No entiendo” dijo el ingeniero al sentarse a la mesa junto a la ventana. “Son primos, son la tercera generación de la empresa. El negocio tiene todavía un gran futuro, por lo que yo he podido ver. Su empresa está bien organizada y posicionada. Me has contado que distribuyen dividendos razonables, lo que no es muy frecuente en una empresa familiar. Jamás me dijiste que hubiera tensiones particularmente fuertes entre Uds.”
“Bueno, tensiones siempre ha habido. Pero a mí me parecían razonablemente bien manejadas. Desde que fundó la empresa nuestro abuelo, esta parece ser la primera vez que despunta un disenso serio dentro de la familia”.
“¿No hay un affectio societatis en una empresa familiar?”
“A ver, claro que sí. Cinco de nosotros siete hemos sido muy muy cercanos desde la infancia, incluyendo tres de los que hoy estuvieron contra el presidente y contra mí. Pasábamos juntos las vacaciones, también en Navidad. Nuestros padres eran padrinos cruzados de nosotros cinco. Pero los otros dos directores son hijos de una tía y siempre han jugado un rol medio opositor, ya desde la época de mi tía”.
“O sea, hasta hoy habían sido otro alineamiento de cinco contra dos.”
“Sí, éramos cinco que estábamos siempre juntos, siempre de acuerdo. Apoyando las buenas decisiones que propone en general mi primo Mario, el presidente.”
“Entonces hoy se quebraron afectos que existían desde la infancia, ¿no es cierto?”, preguntó el ingeniero.
“A primera vista, sí. Pero yo no puedo creer que esto sea un cambio en nuestras relaciones personales. Claro, que lo que se dijo no se puede retirar. Es como abollar una hoja de papel en un puño”.
“Decidite, hombre. ¿Qué desencadenó toda esta erupción?”
“Bueno, todo empezó con el primer punto que trataba los honorarios del Directorio.”
“Ah…”
“Es que se impugnó que la propuesta de Mario fueran honorarios diferenciales para él y para mí como vicepresidente del Directorio. La verdad es que objetivamente dedicamos más horas que el resto de los directores, que sólo van a la empresa para las reuniones y las Asambleas. Sin ser un gerente, yo soy un poco un mentor para los gerentes de administración y finanzas, de logística, de legales y de auditoría interna. Te diría que paso dos-tres horas por día en las oficinas de la empresa” se atajó el contador.
“Pero por honorarios alineados con el uso del tiempo tres primos cambiaron de alianzas… Wow”.
“Sí, se volvieron locos de indignación cuando el presidente y yo defendimos la propuesta”.
“O sea, la emoción le ganó al afecto”.
“Perdieron la racionalidad y están arriesgando romper la relación de añares que teníamos entre los cinco”.
“Hábiles los hijos de tu tía”.
“Evidentemente han estado generando un clima de resentimiento en todas estas últimas semanas. Creo que Mario y yo hemos sido ingenuos, pensando que la situación de honorarios diferenciales era entendida y aceptable.”
“¿Y el segundo punto?”
“Los dividendos. Ahí las emociones de los dos hijos de mi tía se potenciaron porque reciben menos plata que los otros cinco”.
“Pero eso no debería ser. Todo dividido siete…”
“Ingegnere. Los dividendos se reparten en función del porcentaje del capital, no por director individual”.
“Explicame que no entiendo”.
“Claro, la segunda generación se formó con cinco hijos. Papá me tuvo a mí como hijo único. Sus hermanos tuvieron un hijo, dos hijos y otro tuvo también un hijo. Mi tía tuvo dos hijos. Los que somos hijos únicos heredamos el 20% cada uno. Los otros primos heredaron 10% cada uno. Los hijos de mi tía hoy lograron confundir a los hijos de mi tío que también tuvo dos hijos. Mario hizo entrar al gerente de legales para explicar la situación”.
“¿Y entonces?”
“Tres de mis primos hicieron un verdadero piquete. Las protestas eran irracionales y bulliciosas. Finalmente nos obligaron a votar. Y cuatro estuvimos de acuerdo continuar aplicando la ley general de sociedades y la lógica: dividendos en proporción al porcentaje de capital que tiene cada uno”.
“Lo que me estás diciendo es todo lógico y racional. El tema es cómo vas a poner al genio de vuelta a la lámpara maravillosa.”
“Como me gustaría poder recibir consejos de gente que sepa cómo tratar estos conflictos. A mí me ha superado esto que pasó esta mañana”,
“Bueno, tendría mucho para decirte, pero ya es hora de ir a almorzar”, cerró el ingeniero.
Los amigos pagan y salen para almorzar con sus respectivas familias.
Nos gustaría que los lectores ofrezcan su consejo al contador que es director de su empresa familiar. Por favor, enviar sus pensamientos a: amarchionna@iae.edu.ar