Si bien la historia muestra que han sido los hombres quienes diseñaron las reglas de juego en el mundo laboral, hoy podemos ver cómo la mujer se va abriendo camino y aportando un estilo de liderazgo que enriquece a las empresas y suma una mirada distinta. Hoy, Día Internacional de la Mujer, puede ser una buena ocasión para reflexionar sobre el aporte que hacen a la vida de las empresas y a la sociedad.
Tantas líderes que han llegado a posiciones de poder muestran que el talento femenino es diferente al masculino en relación con la forma de comunicar, de resolver conflictos, a la hora de tomar decisiones y de establecer estrategias para el logro de los objetivos. Ambos son diferentes y complementarios y en la interrelación entre estos dos estilos se da una modalidad de liderazgo que responde a las tendencias más innovadoras de las nuevas culturas organizacionales.
Mucho se habla en estos tiempos del empoderamiento de las mujeres. Tal vez sea bueno recordar que este término, que proviene del inglés, hace referencia al proceso mediante el cual las personas –tanto hombres como mujeres- asumen el control de sus vidas, se constituyen en dueños de su destino, priorizando sus motivaciones y expectativas, adquiriendo competencias y por sobre todo desarrollando la confianza en sí mismos para superar las barreras que se presenten y alcanzar así las metas que personalmente consideren valiosas.
Esto implica, en muchos casos, cambiar ciertas reglas, creencias y estereotipos sociales y culturales que tienen no solo los varones, sino también las propias mujeres. Hay que romper con viejos paradigmas, heredados del pasado que respondían a una situación ya superada. Las mujeres pueden ser ellas mismas, rompiendo el techo de cemento que muchas veces se autoimponen. Los varones, por su parte, han de animarse a trabajar y a emplear a más mujeres, mostrando su compromiso para eliminar el supuesto techo de cristal.
También hay que superar antiguos mitos que no se sabe bien quién los inventó o desde cuándo se difunden pero que han sido transmitidos de generación en generación. Están arraigados bajo la forma de percepciones muy poderosas y residen en la base de las tensiones que pueden surgir a la hora de trabajar juntos. No encasillar a las personas ni ponerles etiquetas será fundamental para respetar la diversidad que aporta cada uno y aprovechar así las competencias de todos.
Es precisamente esta experiencia de ir derribando viejas creencias y prejuicios lo que va dejando su marca en esta historia escrita por hombres y mujeres y se van abriendo caminos a nuevas alternativas para comprender la riqueza del capital humano y el valor de la complementariedad. Las nuevas generaciones lo tienen ya asumido y lo viven con más naturalidad. Se trata de un proceso que se materializará en una mayor visibilidad y reconocimiento de lo que supone que hombres y mujeres trabajen y aprendan juntos en casa, en el trabajo y en la vida social.
Para lograrlo es preciso que se comprometan en la búsqueda de soluciones compartidas, dialoguen para planificar y construir juntos un futuro, apostando por su desarrollo como personas y como profesionales. Alcanzar esto tendrá un impacto y una trascendencia incalculables.
Directora Centro Conciliación Familia y Empresa, IAE Business School - Universidad Austral