Revista Clarín - Pymes - Nota - Información General - Pag. 9
El dueño o gerente de una empresa –ya sea chica o grande- atraviesa situaciones de bonanza, de movimientos rutinarios y fáciles. No estamos hoy precisamente en esa situación. No recuerdo que en Argentina hayamos gozado de viento fuerte a favor, en los últimos 50 años. Pero es en el ruedo donde se lidia con los toros, así como en la cancha donde se prueban las estrellas, donde hay que afrontar todo tipo de agresiones, físicas y también palabras no demasiado amistosas.
Un buen empresario tiene que hacerse amigo de las dificultades, aunque parezcan graves o insalvables. No puede pensar que todas las dificultades vienen de afuera. Estas últimas hay que tomarlas como un dato, afrontarlas y superarlas.
Un problema, bien definido y afrontado, tiene solución. Tener una estrategia, concebir una táctica, anticipar acciones, proponer ciertas políticas. Todo esto es muy importante. Prever, prepararse, sacar pecho y seguir adelante. Ello implica un estudio riguroso para llegar a una definición acerca de las propias falencias, y también de las fortalezas en que se basa todo emprendimiento.
Dirigir una empresa no consiste sólo en intentar afrontar y superar los desafíos que vienen de afuera, como inflación, valor del dólar, tasa de interés, medidas del del Gobierno.
El directivo tiene un objetivo claro. Ofrecer un servicio, que luego se traduce en dinero, teniendo la grandeza y el respaldo de pensar en el largo plazo, sin quedarse inmóvil con la devaluación de hoy, el interés de mañana o el aumento de sueldos de pasado mañana. Sin embargo, no debe descuidar las condiciones internas, que son muy necesarias: replantear, modificar, actualizar las costumbres, las rutinas internas, en que se responde a todo tipo de dificultades externas. Conservar la serenidad y responder con medidas que sí están realmente bajo su control.
Si actúas con buen humor y buena onda, tendrás contigo a todo el equipo u organización humana detrás de ti, empujándote a proseguir hacia adelante. No basta con una profesionalidad obsoleta, que parte de bases y conceptos perimidos, ni con el orden de llevar indicadores objetivos, que es lo que suelen ser los números.
El número nos ofrece tendencias que hay revertir, costos que son posibles rebajar, pero no pueden registrar cómo el directivo tiene que aprender, de qué manera tiene que renovarse él mismo, aprender a ser un verdadero líder, un animador, un productor de nuevos números positivos.
El buen emprendedor aprende no sólo cuando pierde alguna jugada, sino cuando la gana. Tiene que saber por qué gana. Los buenos equipos y sus directores deben aprender, a su vez, cuando ganan. Un triunfo no debe ocultar muchas y valiosas experiencias, también negativas, que hubo de recoger, a pesar de la cuales triunfaron.
Indudablemente, hoy en Argentina, y gran parte del mundo, las circunstancias no son las mejores. Hay que separar las razones por las que se pierde o se gana, para influir sobre esas causas en el futuro. Nunca se debe pensar que nuestra posible ganancia, implica necesariamente la pérdida ajena.
El espíritu de superación, la energía, la paciencia y el aprendizaje continuo son las fuentes que nos permiten sortear las malas ondas, frecuentemente asociadas a un pésimo humor. Ese malhumor es garantía de que estoy manejando el timón hacia una marejada que puede resultar infalible para cosechar un fracaso sin vuelta.
José Luis Gómez López Egea es Profesor en Economía y fundador del IAE Business School, Universidad Austral