La inflación argentina es un problema crónico que hasta el momento no se revierte. Por factores externos y/o internos, principalmente estos últimos, desde el año 2018 los precios escalan de nivel. Desde ese año los precios minoristas de la economía migraron a un régimen de 35%-50% anual promedio, mientras que este año se espera un nuevo salto hacia 90%-100% en el año, conformado esencialmente por un promedio mensual en lo transcurrido del año de 6% y en ascenso desde marzo 2022.
La inflación puede comenzar como una dificultad transitoria derivada de ajustes de precios por eventos externos de gran magnitud que afectan precios relativos y la economía debe acomodar sus variables nominales. Se inicia un período de ajuste monetario y, si no se obtienen resultados concretos, la política económica intensifica su accionar. No es un evento raro que los países con historia de inflaciones marginales actualmente enfrenten impulsos de precios del 10-15% anual, pues un evento como el aumento súbito de la energía impulsa precios, al menos transitoriamente. El sistema tiende a coordinarse, no solo porque tienen memoria de un contexto de inflación baja, sino porque muchas economías disponen de instrumentos adecuados para abordar las que, en principio, son solo dificultades.
Hay otros casos sustancialmente distintos dentro de la familia de inflaciones que van presentando grados de dificultad más elevados, esencialmente como resultado del tiempo transcurrido que conviven en el sistema económico. La experiencia de nuestro país desde principios de la década de 2000 se ha transformado en uno de estos casos. Estos casos se transforman en crónicos, no solo afectan naturalmente decisiones y formación de precios, sino que van distorsionando todo el conjunto de precios de la economía, a su paso afectan salarios e implican el deterioro del poder adquisitivo, principalmente de los trabajadores y, con mayor intensidad, de los que están en la informalidad. Las dificultades escalan llegando a la estructura de gastos del sector público y hacia el mercado monetario y cambiario. Por un lado, los sectores vulnerables demandan asistencia para morigerar su situación, entretanto los sectores medios y altos de la estructura de ingresos inician un proceso de dolarización de activos, demandan mayor tasa de interés. El carácter crónico de la inflación se expone con la intensidad de estas características. La literatura observa que las decisiones de precios en estos niveles de inflación tiene un rol de descoordinación, por esto es que no solo se debe notar los efectos directos del crecimiento generalizado de los precios, sino sus efectos de los demás mercados y desorganizando todo el sistema económico.
Las dificultades avanzan con la ineficacia y los erros de la política económica. Ante este panorama, se plantean decisiones abruptas con cláusulas de salida poca claras que pueden mutar en nuevas dificultades, de estilo segunda ronda. Las propuestas de implementación de abandono de moneda o sistemas monetarios fijos han sido solución de corto plazo, lo que podemos pensar como programas de estabilización del lado monetario y cambiario, conformando instrumentos medidas aisladas y configurando restricciones en los instrumentos de política económica los cuales no fueron sostenibles en el tiempo. En efecto, una agenda de medidas de shock puede ser adecuada, pero no suficiente. Se deben evitar las reformas estabilizadoras que restrinjan el espacio de gestión futuro. La experiencia de la década de 1990 fue un caso en ese sentido. Incluso sistemas monetarios restrictivos como el caso de la Unión Europea, evidenciaron grandes dificultades dentro de la unión como consecuencia de las diferencias de productividad e idiosincrasia económica de los países.
Sin embargo, hay diversas experiencias exitosas que pueden ser aleccionadoras para nuestro país y que tienen premisas en común: programa integral de estabilización y transformación estructural acompañado de acuerdo y cohesión social. Parecen ser palabras triviales, pero que han estado ausentes en la mayoría de los intentos de estabilización en nuestro país. Experiencias y sugerencias de política son abordados en el programa Productividad Inclusiva (PI) del IAE y la Universidad Austral. Se destacan el rol de la inversión en capital humano y desarrollo de calidad gerencial como factores impulsores de mayor productividad e inclusión social. Un programa de marco pragmático y versátil que contenga objetivos de estabilización y de desarrollo de las capacidades productivas no es un aspecto trivial en la solución de crisis crónicas, el caso de Vietnam a partir de 1986 es un gran exponente del proceso PI.
En suma, la inflación no tendrá soluciones sostenibles solo desde medidas de corto plazo o aisladas, las experiencias exitosas evidencian pragmatismo, acuerdos y diversidad de objetivos.
*Economista e investigador, IAE Business School.