Un rasgo distintivo de la economía argentina es la amplitud y frecuencia de las fluctuaciones macroeconómicas desde donde se derivan falta de identificación y trayectorias de estabilización y crecimiento de largo plazo. En ese marco, se reconfiguran decisiones económicas afectando precios relativos con la necesidad de una nueva ronda de ajustes. Las decisiones de consumo se recalibran, se suspenden planes de inversión, necesaria para ampliar la frontera productiva, y surgen impulsos inflacionarios que, período a período, parecen elevar el nivel. A esta dinámica se agregan posibles choques exógenos como lo ocurrido en la crisis financiera internacional, posterior crisis de deuda de países periféricos, pandemia y conflictos bélicos, cuyos efectos dependerán de las condiciones y recursos con que cuenta cada economía dispone para administrar la transmisión, o no, de esos eventos.
Un proceso de cambio estructural supone la modificación de un patrón productivo, con una participación mayor del valor agregado industrial, servicios vinculados con el conocimiento y mayor inserción al comercio internacional
En la actualidad la economía nacional evidencia características de deterioro que parecen intensificarse en un contexto mundial con inflación y conflicto bélico. Si bien estos últimos aspectos tienen importancia relativa en las economías, en el plano doméstico los determinantes son principalmente endógenos, pues el estancamiento, inflación y desequilibrios macroeconómicos se presentan, al menos, desde el final de la década de 2000. Concretamente, el crecimiento económico desde el año 2011 no se sostiene y es virtualmente negativo, la inflación es de dos dígitos desde el año 2007, en efecto el promedio inflacionario anual posterior al abandono del régimen de Convertibilidad, 2002-2021, fue 27,6%, el resultado fiscal primario tuvo solo pocos años en el segmento positivo principalmente por derivaciones externas y empujado por el aumento cortoplacista de la demanda agregada (consumo), y el frente externo estuvo principalmente determinado por la expansión de precios sin lograr un aumento sostenido de las cantidades de bienes exportables, es decir, ante modificaciones de precios el saldo de comercio externo es sensiblemente afectado. En suma, luego de casi diez años consecutivos de crisis de crecimiento, inflación sostenida afectando el poder adquisitivo de los salarios (solo en tres de los últimos diez años los salarios reales fueron positivos), y de inversión que no logra superar el 17% del PIB corriente, las complejidades emergen como necesidad de un cambio estructural.
El crecimiento económico desde el año 2011 no se sostiene y es virtualmente negativo, la inflación es de dos dígitos desde el año 2007
Un proceso de cambio estructural supone la modificación de un patrón productivo, si bien diversificado pero con una participación mayor del valor agregado industrial, servicios vinculados con el conocimiento y, a su vez, mayor inserción al comercio internacional. En términos agregados y a pesar de ciertos avances, en Argentina el valor agregado bruto a precios básicos de la manufactura se mantiene en un 20% promedio del PIB desde el año 2000, caso similar el desempeño de las exportaciones, como porcentaje del PIB que se mantiene en 18%, todo esto a pesar de que el crecimiento económico tuvo un período de fuerte expansión sostenida en 2003-2008. En simultáneo, en ese período la presión impositiva, tomando impuestos indirectos a las ventas y tasas de comercio externo, pasó del 15% al 17% del PIB. Entretanto, medidas vinculadas con el corto plazo como el control de precios, la prohibición de los despidos, la presión sobre algunos sectores de la industria de alimentos con el anuncio de aplicación de la ley de abastecimiento, la prohibición de exportaciones en otros y hasta pensar en el cambio de billetes como un posible cambio de expectativas, no tienen los resultados esperados.
Israel y Colombia son casos de planes de estabilización con resultados notables. Mientras que Corea del Sur y Vietnam, con luces y sombras, son casos de cambio estructural mediante PI
La economía argentina supondrá un cambio estructural mediante dos cursos de acción simultáneos. Por un lado, un programa de estabilización resultante de un acuerdo con cohesión política y social, con metas cuantitativas sostenibles, éstas últimas similares a las presentadas por el ministro Martín Guzmán. Por otro lado, un accionar de mediano y largo plazo donde se acuerden medidas de perspectiva sistémica para generar productividad e inclusión social al mercado laboral, es decir, un programa de Productividad Inclusiva (PI). En este sentido, se dispone de evidencia sustancial para ambos casos. Israel y Colombia son casos de planes de estabilización con resultados notables. Mientras que Corea del Sur y Vietnam, con luces y sombras, son casos de cambio estructural mediante PI.
Sin embargo, hay un común denominador en todos los procesos que generaron fases de crecimiento con cierta estabilidad en algunos casos y de mejor desempeño en otros. El factor común está representado, en rigor, por los acuerdos/cohesión sobre el curso de acción y la perspectiva de la gestión, pues este no solo es un factor determinante sobre el éxito de los programas, sino también que es promovido por varias instituciones como el Foro Económico Mundial como un pilar clave de competitividad en las economías. Contrariamente, en Argentina es el principal déficit.