En la pospandemia, la inflación se transformó en un fenómeno global que preocupa nuevamente a los agentes económicos. El incremento de los precios internacionales se da en el marco de los paquetes de estímulo, monetarios y fiscales, que tomaron los Estados para afrontar la crisis sanitaria derivada del COVID-19.
Adicionalmente, desde comienzos del 2020, la guerra en Ucrania, está contribuyendo a la aceleración inflacionaria mediante el aumento de combustibles y materias primas. Así, a nivel global, se rompió el récord de inflación de las últimas dos décadas y los principales Bancos Centrales comenzaron a tomar medidas intentando atajar la escalada de precios.
Sobre esto, el profesor emérito del IAE Business School, escuela de negocios de la Universidad Austral, Juan José Llach, sostiene que las proyecciones del Fondo Monetario Internacional de abril 2022; que ya incluyen algunos efectos de la guerra en el este de Europa, empeoraron para el corriente año y para el 2023, salvo para América Latina, sobre todo por los commodities que aporta el país y también Brasil.
Según Llach, el contexto global actual “ayudará a la Argentina por los altos precios de los commodities, principalmente de los alimentarios. Pero la gran novedad es el acuerdo logrado con el FMI. No es el final de nada, sino el inicio de una negociación permanente, al menos trimestre a trimestre, como ya se está viendo”.
Las particularidades de la inflación nacional
En la misma línea que el informe del IAE Business School, un reporte de Macroeconómico de CREA analiza las particularidades de la inflación nacional y el retorno del fenómeno inflacionario a la escena global.
Sobre esto, CREA sostiene que Argentina se destaca por tener la cuarta inflación más alta del mundo y disiente con la mirada oficialista en que el incremento de los precios internacionales impulsa el flagelo local. “Si se compara al país con economías similares, hay razones para creer que no es así. En efecto, la situación argentina parece explicarse más por sus particularidades monetarias y fiscales que por las condiciones estructurales”.
A diferencia de lo que sucede internacionalmente, la inflación es históricamente un problema de pendiente resolución para la economía argentina y antecede largamente a la pandemia. En efecto, la inflación local se encuentra en los dos dígitos desde 2006, y en 2021, Argentina ingresó al ranking mundial de los cuatro países con mayor incremento en el nivel de precios con el 50,9%. Solo quedó por detrás de Venezuela (686%), Líbano (224%) y Sudán (116%).
Juan Manuel Juaregui, Doctor en Economía (UCLA), sostiene que el gasto público a nivel general es excesivo y es imperativo que se reduzca para revitalizar la economía. “El gasto primario a nivel gobernó general, que incluye el gobierno central y los provinciales y municipales, creció de menos del 24% del PBI en 2005 a 40% en 2015. Después de una importante reducción a 35% en 2019; volvió subir casi al 40% en 2020. Si bien en 2021 hubo un descenso a menos de 37%, sigue siendo muy elevado, comprado con otros países”, señaló.
Lucas Pusseto, profesor de Macroeconomía en el IAE Business School y director académico del Instituto de Investigación y Educación Económica (I+E); destaca que desde la última parte del 2021 la inflación se volvió a convertir en un problema mundial, aunque la ve muy lejos en magnitud de los valores de la economía argentina.
“Por ejemplo, en octubre del año pasado, de un grupo de 36 países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD), solo 13 de ellos tenían inflaciones superiores al 5% anual, y solo uno de ellos (Turquía) tenía una por encima del 10%.”, comenzó explicando Pusseto.
“En marzo de este año, únicamente seis países (Francia, Israel, Japón, Corea, Noruega y Suiza) registraron inflaciones por debajo del 5% y en siete de ellos superó el 10%. Por fuera de la OECD, la inflación alcanzó el 11,3% en Brasil, el 5,4% en India, el 16,7% en Rusia y el 6,1% en Sudáfrica, también en marzo. Únicamente China (1,5%) parecía mantease al margen, aunque en abril ya se observó un aumento significativo del 2,1%”.
En síntesis, se observa que la inflación argentina es mucho más alta que la de países con una participación comprable de los alimentos en el comercio exterior. Lo notable del país no es el hecho de que exporte alimentos, sino su persistente inestabilidad macroeconómica, que es lo que finalmente está detrás del deterioro del poder adquisitivo de la población.
En ese sentido, la Argentina tenía una inflación elevada 16 años antes del actual episodio de aceleración inflacionaria global, que, paradójicamente, se produce en el marco de las políticas monetarias y fiscales sumamente expandidas derivadas de la respuesta la crisis sanitaria global, pero que en Argentina son prácticamente una constante.