Nuevamente Rusia desata un conflicto de gran complejidad en el mundo. No su gente, no su pueblo, artista y científico, no ese pueblo tan sufrido que tuvo que padecer la tiranía roja por parte de una dirigencia política tan inhumana. Un pueblo maravilloso con dirigentes de rasgos no democráticos que exportaron la revolución y fueron corresponsables de las muertes de tantos jóvenes en los patios traseros de la Guerra Fría. Jóvenes idealistas que quisieron instaurar, por ejemplo, el paraíso marxista en nuestro país y que murieron muchos en el Río de la Plata por la represión genocida.
Lo relevante es el conflicto que lanza un país con poder de destrucción masiva del planeta. Lo económico es secundario, claramente. La crisis de Ucrania implica situaciones económicas a monitorear para la economía argentina. Tanto el país que atacó, de acuerdo a su tradición imperial y autoritaria, como el que fue víctima son intrascendentes para el PBI mundial. Se trata de países relativamente importantes en población, pero muy lejos de ser potencias económicas. En el caso de Rusia, su economía, estable desde el efecto vodka, hace veinte años, está principalmente basada en hidrocarburos. Europa depende del gas ruso (Gazprom) y allí hay un factor de influencia claro en nuestra economía argentina. El gas falta en Argentina desde 2004 por la pesificación de carácter populista del kirchnerismo, que continúa 18 años después. Un país que flota en gas tiene que importarlo, por falta de oferta, por casi veinte años. Si Bolivia cae en su oferta, como ocurrió, el problema es mayor por el alza de precios, y efectivamente se complica más la balanza comercial energética. Esto complica el tema subsidios energéticos, que es una fuente relevante del déficit fiscal, en un contexto en el que el Fondo nos pide un ajuste suave, pero ajuste al fin, con una cámara que ha aceptado la propuesta, con tensiones de las dos coaliciones.
Toda la cuestión económica está muy subordinada a la extensión del conflicto bélico. Es muy difícil proyectar su duración. La crisis macro de Rusia no influye nada en el mundo, porque no es una crisis como la del 98, originada en un default, que gatilló el fracaso dramático de la convertibilidad, lo que en la literatura se llama el sudden stop. Rusia no tiene casi deuda respecto al PBI, la inflación subirá al 15% y la recesión es inevitable. Hay que monitorear el proceso geopolítico. Los economistas no sabemos nada de esto. Las medidas de presión económica, cibernéticas y de bloqueo de depósitos, por ejemplo, van a acentuar la recesión y van a encerrar a esta Rusia expansionista, nostálgica de poder y con 6 mil cabezas nucleares, en un cepo comercial.
Ucrania puede influir en precios agrícolas por ser una suerte de Pampa Húmeda equivalente. El trigo, con menor oferta en Ucrania y la propia Rusia, que es el mayor exportador mundial, está influyendo en un precio mayor del cereal. Es un buen dato para nuestro país, análogo a lo ocurrido el año pasado con la soja. En lo que se refiere a otros productos como girasol u otros cereales, el impacto debe monitorearse. En lo referente al mercado financiero y de crédito para Argentina, hay pocas novedades aún, porque en los veinte años kirchneristas, con la excepción de un gobierno de buenas intenciones, pero sin resultados adecuados, como el de Macri, el país se salió del mapa del capitalismo. Ahora se quiere hacer cerrar un acuerdo con el FMI para salvar las apariencias, se hace para ganar tiempo pateando el problema para adelante. Estamos en épocas de mayor inflación y van a subir las tasas, esto refuerza un contexto internacional más restrictivo para el mercado de capitales. En definitiva, se debe seguir: frente energético (se espera una importación de gas que duplica la del año pasado llegando a los 10 mil millones de dólares), commodities agrícolas (trigo especialmente) y en el plano financiero la volatilidad de los mercados. Las guerras, si son acotadas, no suelen influir como los casos de Vietnam o Bosnia, esperemos que esta vez sea el caso.
Seguiremos en una economía nacional muy mal gobernada desde 2006, de la que poco se puede esperar hasta fines de 2023 y donde tenemos una oportunidad de normalización, aunque difícil dado el peso de ideas que atrasan cincuenta años. Estábamos con problemas por la inoperancia de Macri, que planteó el acuerdo con el Fondo de manera tan imprudente y ansiosa. Actualmente estamos ante un desafío muy importante porque el nivel de deuda pública subió como nunca, incluyendo el endeudamiento espectacular de Videla y Martínez de Hoz en la tablita del 78, Alberto Fernández y Martín Guzmán son deudores, 70 mil millones de dólares en solo dos años. A todo este panorama tan complejo en lo económico, y sobre todo en lo geopolítico, se suma el apoyo del gobierno nacional a Rusia, cuna de dirigentes autoritarios y corruptos desde hace un siglo.
*Director del área económica del IAE Business School, Universidad Austral.