La urgente necesidad de erradicar la pobreza, recuperar la dignidad de la persona a través del trabajo, crecer social y económicamente nos interpela como sociedad, y es una responsabilidad tanto pública como privada. En este marco quiero poner el foco en lo que llamo el “el pensamiento y el accionar STEM” asociado al fenómeno emprendedor y al rol clave de la mujer en este proceso.
Hoy, las tecnologías exponenciales como la inteligencia artificial, el bitcoin, el blockchain, el dinero digital, el Internet de las Cosas, las aplicaciones inteligentes, el big data, la robótica, la biotecnología, la nanotecnología, la biología sintética, las energías renovables y la computación cuántica, entre otras, están impactando y generando los nuevos modelos de negocio basados más en el conocimiento que en el capital físico.
La economía digital, los modelos colaborativos, la desintermediación, la globalización virtual, los nuevos esquemas organizacionales de las empresas del futuro representan un enorme desafío y una apasionante oportunidad.
El término STEM, acuñado en la década del noventa por la National Science Foundation de Estados Unidos, es un acrónimo que tiene su origen en las siglas en inglés de las siguientes palabras: Science (ciencia), Technology (tecnología), Engineering (ingeniería) y Mathematics (matemáticas).
En una sociedad en la que la innovación es fundamental, los profesionales con capacidades STEM serán quienes la lideren dinamizando de forma continua nuestra economía. La gran cantidad de empleos que prometen crear las disciplinas STEM contrasta con el elevado número de empleos que va a destruir. El avance frenético de las tecnologías nos sitúa en este singular momento.
Todas las disciplinas que forman la educación STEM se relacionan entre sí, permitiendo un enfoque mucho más global. Lo que pretende este tipo de educación es que las nuevas generaciones estén preparadas para la innovación y la investigación.
No dejan atrás la teoría, pero estos conocimientos los preparan para resolver problemas reales y enfrentarse a los retos del futuro. Y por eso el rol de emprendedores STEM será clave.
¿Y cuál es el papel de la mujer en este fenómeno? “El talento es uno de los factores más esenciales para el crecimiento y la competitividad. Para construir economías futuras que sean dinámicas e inclusivas, debemos asegurarnos de que todos tengan las mismas oportunidades.
Cuando las mujeres y las niñas no están integradas, tanto como beneficiarias como formadoras, la comunidad mundial pierde habilidades, ideas y perspectivas que son fundamentales para abordar los desafíos mundiales y aprovechar las nuevas oportunidades (?) A medida que el mundo pasa del capitalismo al talentismo, la competitividad a nivel nacional y empresarial se decidirá más que nunca por la capacidad innovadora de un país o una empresa. En este nuevo contexto, la integración de las mujeres en el grupo de talentos se convierte en una necesidad”, dice el Informe del Foro Económico Mundial The Global Gender Gap de 2017.
Pero hay un fenómeno preocupante.
Según el Informe “Mujer y tecnología” que forma parte de la agenda 2019 del Foro Económico Mundial, la problemática identificada es que la representación femenina en la economía digital sigue menguando pese a los esfuerzos colectivos y las necesidades de mercado. La brecha no cesa, sino que crece. Las mujeres escogen cada vez menos estudios relacionados con las tecnologías de información y comunicación (TIC), y su consecuencia es que la participación en el sector no crece al ritmo necesario.
Existe, además, una problemática central que abarca en general a toda America Latina y en especial a la Argentina, y es el reducido nivel de transformación de las innovaciones generadas en el ámbito de las universidades en emprendimientos consolidados con potencial de alto crecimiento, en particular las lideradas por mujeres.
Desde una perspectiva de negocios, puede decirse que el mercado ofrece una oportunidad extraordinaria a las mujeres. Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo de 2020 muestra que existe una correlación positiva entre las economías que brindan un entorno más favorable para las emprendedoras y la competitividad nacional, lo cual sugiere que hay una próspera base de mujeres que impulsan el crecimiento general de los países. Invertir en mujeres y en empresas lideradas por ellas contribuye al crecimiento económico y a la reducción de la pobreza.
Para superar esos obstáculos, la educación resulta fundamental.
En el informe de la UNESCO de 2019 “Descifrar el código: la educación de las niñas y las mujeres en las ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas” se destaca que el objetivo cuatro de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 adoptada por las Naciones Unidas se ha propuesto garantizar que la educación sea inclusiva, equitativa y de calidad como así también las oportunidades de aprendizaje a lo largo de la vida de las personas.
Por ello nace, en 2018, el Programa WISE Women in STEM Entrepreneurship Latam del que soy directora, que es una iniciativa del BID Lab y el IAE Business School de la Universidad Austral cuyo objetivo principal es facilitar la construcción del ecosistema para el emprendimiento y la innovación de las mujeres STEM, desde las universidades, y contribuye a que los nuevos emprendimientos que surjan de ellas sean innovadores y disruptivos, logren acceder al financiamiento, aumenten su productividad, crezcan y creen puestos de trabajo en los sectores de las nuevas economías.
Como conclusión y en momentos en que nos sentimos agobiados por la coyuntura económica, social y política, propongo levantar la vista, tener un pensamiento de ciencia ficción e imaginar y poner en práctica proyectos que nos lleven al futuro donde seguramente podremos superar la grieta que se nos hace tan difícil de cerrar si nos quedamos en el pasado.